Germán Areta es mucho Areta. Una vez superada la prueba de la primera entrega, Landa ya no vovería a correr el riesgo de resultar risible encarnando al detective cinematográfico español por antonomasia.
Reflexiones desde un rollo de celuloide
Germán Areta es mucho Areta. Una vez superada la prueba de la primera entrega, Landa ya no vovería a correr el riesgo de resultar risible encarnando al detective cinematográfico español por antonomasia.
Jajaja. Pero qué buena es esta secuencia, leñe. Me has leído el pensamiento, pues hoy me he levantado (como tantas veces) con ganas de ver cine negro, negrísimo, como mandan los cánones.
Hay que ver cómo se las gastaba Areta. Eso sí era un tipo expeditivo (en la línea de Harry Callahan) y no los niñatos que pululan hoy en el cine – mucho músculo pero poco cerebro -.
Hay que agradecer a Garci por haber recuperado ese cine de género, que tan prolífico fue en los 50 y 60 en nuestro país y que, lamentablemente, hoy día se reduce a fuegos de artificio y diálogos irrisorios.
Cine seco, austero, directo a la materia gris y sin un gramo de grasa sino pura fibra. Qué grande. Cómo, con tan poco, se puede hacer y decir tanto.
¡Besos!
Y qué tíos más grimosos los que se meten en el coche… Sacados de cualquier esquina de mi barrio, cuando era chaval…
Me encantan esos tipos (y tipas) expeditivos del cine clásico, tan socarrones como implacables, tan sardónicos como contundentes. Sobre todo esas secuencias, como esta, en la que uno o varios indocumentados se empeñan en tocarles los bemoles y reciben el oportuno correctivo. De vez en cuando me pongo alguna secuencia suelta para cargar las pilas y soñar que hago eso con los cretinos con los que me topo a diario.
Besos
Te comprendo perfectamente. A mí me pasa algo parecido cuando me cruzo con gente de ese pelaje. Me entran instintos asesinos muy saludables, jajaja. Al final, eso, en mi caso, se acaba materializando en miradas que no invitan precisamente a la cordialidad (como te puedes figurar, para que me pase eso, ya me tienen que tocar las narices a base de bien) y frases cortantes que, a más de uno, le chocan, jejeje.
¿Sabes una de las razones por las que me encantan este tipo de pelis? Por esos diálogos lapidarios, escuetos pero muy elocuentes (por ejemplo, sin salirnos de «El crack», la que espeta Landa: «Barela, dame el mechero o te quemo los huevos», que tan bien está incluida al final de tu último libro), la economía de gestos no exenta de una carga volcánica subyacente, la pose de los tipos como Mitchum, Bogart y cía., la manera de encender los cigarrillos (hay que ver cómo encendían las cerillas en el cine clásico), la atmósfera enrarecida, la tensión que se masca en el ambiente, el dominio a la hora de coger un arma (en esto, Lee Marvin era único – bueno, y en más cosas, jejeje – ), el subtexto sexual y un erotismo más que palpable y, sobre todo, porque apela a la introspección sobre nosotros mismos: las pasiones humanas, en definitiva.
Besos!!
Hay una escena de este tipo que me encanta, aunque no pertenece al cine negro sino al western. Tiene lugar en El fuera de la ley (Outlaw Josey Wales, Clint Eastwood, 1976). Este cruza el río en una barcaza, tipo pasarela, y van a bordo otros pasajeros con caballos y todo. Va un charlatán de estos que venden remedios milagrosos para casi todo, y se acerca a Wales (Eastwood) y empieza a darle la matraca con que si «esto es bueno para esto, para lo otro, que si linimento, que si tal que si cual». Wales, que va mascando tabaco, le escupe en la levita blanca que lleva (escupir tabaco es una marca de identidad humorística de Wales; también lo hace sobre la frente de un perro) y se la deja hecha unos zorros, antes de apostillar: «¿qué tal como quitamanchas?». Grandioso.
Besos
Que tal Alfredo!
Hace poco volvi a ponerme la dos peliculas y me siguen pareciendo magnificas, sobre todo la primera. Esta escena en el parking tiene tela!
Por cierto, el momento que comenta Miriam es tremendo, ese universo del bar de madrugada, los restos en el suelo, la maquinita, Garcia sonando en la radio y Landa al fondo cenando, irrepetible!!!
Saludos!
Es absolutamente ochentero, para bien y para mal. El mejor Garci era el que intentaba captar el pulso de su tiempo. Cuando se «literaturizó» se volvió más irregular, y cuando se «politizó», se hizo directamente infumable.