Aguda y ácida sátira del llamado «paraíso comunista» al tiempo que sofisticada y divertidísima comedia romántica, esta obra maestra de Ernst Lubitsch, coescrita por este, Charles Brackett, Billy Wilder y Walter Reisch a partir de una historia de Melchior Lengyel, contiene tantos diálogos afilados y tanta carga de profundidad hacia la dictadura soviética en sus ambivalentes secuencias que resulta imposible recordarlos todos y muy difícil quedarse con uno.
En este caso se trata del duro retorno a la realidad moscovita una vez disfrutados los grandes placeres parisinos.
Mi querido Alfredo, ¡cómo amo esta película! Me has hecho recordar un texto muy breve que escribí hace años.
Aquí lo tienes:
”No me encierres nunca en un cajón, no podría respirar. Camaradas, mis queridos camaradas…, ese sombrero ridículo. Los recuerdos no pasan censura. ¿Sabes, Ninotchka? No terminará nada el jueves, porque arrancaremos el jueves del calendario. Otro beso más, dame otro beso más. ¿No te ríes nunca? No existe el amor sólo químicas que se atraen, su química y la mía nos acerca bastante. Ninotchka, Ninotchka…, ¿cuántas escaleras tiene la torre Eiffel? Señor noto que esa mujer le está transformando, he encontrado en su mesilla de noche El capital de Carlos Marx. Padrecillo, váyase a la cama, ¿qué hace trabajando? Es usted muy mayor. Por qué quiere llevar mis maletas, ¿no se da cuenta?, le están explotando. Depende de las propinas. Señor, tiene que entrar al aseo de las damas, la señora que le acompaña está dando un meeting y las está invitando a que se pongan en huelga. ¿Ahora puedo hablar? Mis camaradas, mis camaradas… Nunca he probado champaña. Qué difícil me lo estás poniendo, León.
Ninotchka, Ninotchka, Ninotchka…»
Beso
Hildy
¡Qué maravilla, mi querida Hildy! El cine es grande (hablo del cine, cine, tú ya me entiendes) por cosas como tu texto.
Besos