Mis escenas favoritas: El carnaval de las águilas (The Great Waldo Pepper, George Roy Hill, 1975)

Entretenida y, por momentos, espectacular película de George Roy Hill sobre el mundo de los espectáculos de aviación que proliferaron en los Estados Unidos tras el fin de la Primera Guerra Mundial, un mundo de excombatientes reconvertidos en artistas de circo y romáticos y nostálgicos exploradores de las posibilidades de la aeronáutica, una técnica que estaba a punto de dar un salto cualitativo que, paradójicamente, iba a jubilarlos a todos antes de tiempo. La película, escrita por William Goldman a partir de una historia del director, contiene varias estimables secuencias de aviación, tan hermosas como meritorias, tanto por la forma de su rodaje como por la actuación de los especialistas.

 

4 comentarios sobre “Mis escenas favoritas: El carnaval de las águilas (The Great Waldo Pepper, George Roy Hill, 1975)

  1. Ay, “El carnaval de las águilas” es una película no lo suficientemente valorada. Hace mucho tiempo que la vi, pero la recuerdo perfectamente. El cine de acrobacia. George Roy Hill el genio de “Dos hombres y un destino” y “El golpe”, solo con estas dos películas ya tendría el cielo asegurado. Qué tendrán estas dos películas que no nos cansamos de verlas. De niño me fascinaba todas esas películas donde se mostraban las acrobacias imposibles, no obstante, no existen tantas sobre aviones de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, me recreaba en esas estupendas películas de carreras de coches extravagantes como “La carrera del siglo”, de Blake Edwards con Tony Curtis, Jack Lemmon, Natalie Wood y Peter Falk; “Aquellos chalados en sus locos cacharros”, de Ken Annakin con Sarah Miles, James Fox y Alberto Sordi. Incluso amaba “El mundo está loco, loco, loco”, de Stanley Kramer, por cierto, también sale Peter Falk. Creo que amo esta película por el intenso sol californiano y aquellos enormes coches de colores chillones y brillantes, por aquellos pueblos como Santa Rosa y Santa Ana, por aquellas gasolineras completamente nuevas. La fotografía y el uso del cinemascope es una maravilla. ¿Has leído “Mr. Vértigo”, de Paul Auster? Narra la historia, por allá los años veinte, de un huérfano de St. Louis y conoce a un extraño y fascinante tipo que le promete que le enseñará a volar. Y hablando de St. Louis, también me gusta mucho “The Spirit of St. Louis” de 1957 de Billy Wilder.

    ¿Por qué me gustaban tanto este tipo de pelis? Porque de crío adoraba a Jules Verne y especialmente la novela “La vuelta al mundo en ochenta días”. El mundo todavía era grande, desconocido, vibrante, aventurero, alocado y con gracia. Sin embargo, detesto las películas de carreras de coches al uso; son aburridísimas. Ni fórmulas Uno ni Matt Damon ni Christian Bale.Y para ir terminando, también me fascinaba la serie de dibujos animados “Los autos locos” con el escuadrón diabólico y el perro Patán. ¿Recuerdas todos los que concursaban en aquella interminable carrera? El carnaval de las águilas, Roy Hill, William Goldman (hay que hablar algún día de él), sus actores y esa historia; eran otros tiempos, fueron unos cuantos hombres que popularizaron la aviación y luego se perdieron en el olvido. Se ganaban la vida a riesgo de perderla con aquellos espectáculos aéreos cada vez más peligrosos y el interés de unas autoridades que necesitaban demostrar a la gente que los aviones eran un medio de transporte la mar de seguros. “Air América” de 1990 dirigida por Roger Spottiwoode e interpretada por Mel Gibson y Robert Downey Jr., pasó sin pena ni gloria y a mí me gustó mucho. Creo que fue la última película que vi sobre aquellos chalados con sus locos cacharros.

    Abrazos mil

  2. El héroe solitario, que así se llamó en España, era una de las seis películas que Billy Wilder decía detestar de su propia obra. En fin, al turrón, yo solía ver eso de los Autos locos, con Pierre Nodoyuna y Patán, y Penélope Glamour, Pedro Bello, El Alambique Veloz, Los Hermanos MacAnna, etc. En fin, era otro mundo, sustituido por la exploración espacial, mucho más aburrida (ahí está Ad Astra para demostrarlo) y limitada. Habría que hablar de cómo la modernidad ha matado las historias, tanta pantalla, tanta rapidez, tanta comunicación, tanta pantalla… ¿Qué tiene de cinematográfico una pantalla, por paradójico que pueda resultar expresarlo así? Todas las películas llenas de pantallas de ordenadores y de móviles son una mierda. ¿Qué historia de trenes puede contarse, por ejemplo, en un AVE? Enlazando con el tema del otro día, si el cine ha muerto o, como mínimo, tiene una mala salud de hierro creo que es en parte porque la «sociedad del cine» ya es historia.

    Abrazos

  3. A veces los mismos padres de las criaturas son demasiado severos con sus hijos. Recuerdo que el bueno de Jimmy Stewart se negó a rodar aquella escena donde él, como piloto, acababa hablando con un escarabajo. En la autobiografía de Otto Preminger no menciona ni una sola vez “Cara de ángel”. Cosas de genios. Ya lo creo que el espacio es aburridísimo. Ahí tenemos “Gravity” con un Clooney haciendo el gilipollas por el espacio exterior. ¿Los trenes? Solo he subido al AVE una vez y porque Cris pilló dos billetes muy baratos. No me gustó nada. Va tan rápido que te despeinas. Solo vi en su interior a pasajeros trabajando frenéticamente con sus portátiles. En el AVE no se podría ni cometer un asesinato a lo Agatha Christie, ni jugar aquellas partidas de póquer en un vagón especial con Paul Newman y Robert Shaw bajo la mirada implacable del feo Charles Dierkop.

    Ahora todo el mundo está tragando más pantalla que nunca con eso del teletrabajo y reuniones de empresa a través on line. Menos mal que todavía tengo uno de esos móviles con tapa negra de primera generación. Cuando era pequeño eso de salir por una pantalla era el sueño de todos. Algo muy importante. Ahora se ha convertido en una pesadilla colectiva. Salir por una pantalla es ahora una vergüenza. Estoy viendo que también se está imponiendo las telellamadas. Yo las odio porque detesto hablar con alguien al mismo tiempo que me contemplo el careto en un cuadradito. Es de locos. Además, la mirada de quien habla desde el otro lado mira hacia otro punto. Se parecen al Peter Cushing de “Rogue One: Una historia de Star Wars”.

    Y ya ni hablo de las historias policíacas. Ahora se centran por completo en los laboratorios científicos vistos a través de un ordenador. Y sí, el cine ya es historia, cono algunos de nosotros. No sé, James Cameron está metido ahora con la segunda parte de “Avatar”, esa mierdecilla de cuyo argumento robó a la autora de ciencia ficción Ursula K. Le Guin. La mayoría de los mortales ya se están comiéndose las uñas. Cuando se estrene yo me pondré, tranquilamente, “Perdición”, “El apartamento” o “Los profesionales”. Todo lo demás me la trae al pairo. Algunos ya somos leyenda. Y no está mal, qué cojones.

    Más abrazos miles

  4. ¿Pero cómo vas a matar a alguien en el AVE si antes de sacar la navaja ya has llegado? Y cartas… No da ni para una escoba o unas siete y media decentes.

    Jejeje… Coincido contigo en lo de las videollamadas, no he hecho ninguna todavía porque ya solo su estética me da repelús. Para mí forman parte del cine, como en Ikarie 1-B o 2001 de Kubrick, y de ahí no me bajo. Lo peor de las pantallas es que la gente se cree que sale en ellas, cuando la realidad es que entra, u otros entran, por ellas.

    Lo de Avatar es el clavo del ataúd. Tipos como Cameron, Fincher, Nolan… Si eso es el futuro del cine, es que no hay cine.

    Un abrazo, leyenda.

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