Charles Dickens y el cine en La Torre de Babel de Aragón Radio

Nueva (brevísima) entrega de la sección de cine en el programa La Torre de Babel, de Aragón Radio, la radio pública de Aragón, en este caso dedicada al 150º aniversario de la muerte de Charles Dickens (9 de junio de 1870) y a la influencia de este autor británico en el mundo del cine.

(desde el minuto 20:53)

2 comentarios sobre “Charles Dickens y el cine en La Torre de Babel de Aragón Radio

  1. Uno de mis escritores favoritos de toda la vida. Gran narrador de historias, y posiblemente, el único escritor victoriano que denunció la cruda y sucia realidad de la capital del mundo que era por aquel entonces Londres, con más de cuatro millones de habitantes. Creo que todo esto influyó en algo, un poco más adelante, en Jack el Destripador. Fíjate tú que los grandes escritores victorianos no indagaron demasiado en la explotación infantil, la contaminación, la dejadez y la inmundicia: H. G. Wells se fue al futuro, Conan Doyle se quedó, para bien de todos nosotros, en Baker Street. “Los Irregulares” son niños dickensianos, es decir, un guiño personal a la obra de Dickens, pero nada más. Lewis Carroll se fue al país de las maravillas. Stevenson se fue a los mares del Sur. Oscar Wilde chuleaba por los decadentes salones de la burguesía. Las hermanas Brontë nunca salieron de los páramos de Yorkshire. De allí no las sacaron ni el sabueso de los Baskervill. Joseph Conrad fue en busca del corazón de las tinieblas al más oscuro Congo. George MacDonald solo pensaba en cuentos de hadas. Bueno, paro ya, porque parezco un puto pedante. Creo que a Dickens el cine no le ha hecho justicia. Sí que hay algunas pelis que me gustan, pero no lo suficiente. Creo que las versiones son edulcoradas quedándose solo en lo superficial de las historias. Dickens es maravilloso en los detalles más profundos. Me gusta más, por ejemplo, el “Oliver Twist” de David Lean que el de Roman Polanski. La primera fue muy criticada por la visión que da Lean del personaje Fagin, interpretado por Alec Guinness, que según los sesudos olía a antisemitismo. Lo peor de las películas basadas en las novelas de Dickens es que ninguna de ellas ha logrado transmitir, por ejemplo, su esencia. Mi novela favorita de siempre es «Casa desolada» (1853) empieza con niebla: «Niebla en todas partes. Niebla río arriba, donde fluye entre isletas y prados; niebla río abajo, donde corre encerrado entre hileras de embarcaciones y la contaminación de las riberas de una ciudad grande y sucia». Y en el centro de la niebla, pero todavía turbio, está el Tribunal Supremo. La corrupción legal impregna la novela como si fuera una enfermedad, brotando en particular de un pleito bizantino de Jarndyce y Jarndyce, con el cual están relacionados todos los personajes del libro. El narrador nos dice que este pleito es tan complicado y antiguo que «ningún hombre vivo sabe qué significa». Las personas viven y mueren como demandantes del caso. Aquí nos encontramos con el progenitor de Kafka, y con una pasmosa innovación: un sistema que se refugia en el anonimato del poder y ante el cual el individuo se hunde en la frustración y la impotencia. Otros temas de extremo vigor son la industrialización, la explotación de menores, la contaminación y lo infeccioso, el gobierno corrupto y el derecho, el sistema anónimo de opresión, etc. Pues eso. Y mira, para terminar, quiero poner una cita de la mejor novela de Conan Doyle de Sherlock Holmes; «El signo de los cuatro». Es el único momento de todas las historias del gran detective donde se acerca a la descripción de Londres inspirada en Dickens:
    Dice Holmes a Watson:

    «No puedo vivir sin hacer trabajar el cerebro. ¿Qué razón hay para vivir? Mire por esa ventana. ¿Alguna vez ha sido el mundo tan lúgubre, triste e improductivo? Mire esa niebla amarilla que hace remolinos por la calle y se desliza ante esas casas grises. ¿Puede haber algo más desesperadamente prosaico y material? ¿De qué sirve tener talento, doctor, si no se tiene campo en el que aplicarlo? Los delitos son vulgares, la existencia es vulgar, y en este mundo no hay sitio para lo que se salga de la vulgaridad…»

    Abrazos mil

  2. Creo que el cine ha hecho justicia a pocos de los grandes narradores del XIX, tal vez por que su literatura es tan compleja y abundante en detalles que, siendo la base del lenguaje narrativo cinematográfico, resultan inadaptables por completo, sin embargo, a este. De entre todos esos autores británicos que señalas, no obstante, tal vez Dickens, por su biografía personal, especialmente durante la niñez, fuera el único lo suficientemente próximo a esas realidades como para que le marcaran personalmente, de modo que formara parte de sí mismo y, por tanto, de su actividad. Una actividad larga pero corta en años, por cierto. Lástima no haber dispuesto de más tiempo en el programa para abordar más temas y más películas. Las cosas del directo, dicen.

    Abrazos

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