Cleopatras de película en La Torre de Babel de Aragón Radio

Elizabeth Taylor in 'Cleopatra', 1963. Queen of the Nile? She ...

Para abrir temporada, última entrega de la temporada pasada de mi sección de cine en el programa La Torre de Babel, de Aragón Radio, la radio pública de Aragón, en este caso dedicada las más célebres encarnaciones en la pantalla de Cleopatra VII, reina de Egipto: Theda Bara, Claudette Colbert, Vivien Leigh, Elizabeth Taylor, Hildegarde Neil…

(desde el minuto 15, aproximadamente)

6 comentarios sobre “Cleopatras de película en La Torre de Babel de Aragón Radio

  1. A mi gusto, Theda Bara, la «vampiresa», se ajusta más a mi ideario histórico que la belleza de Elizabeth Taylor. La Bara original, podría casi pasar por una moderna heroína feminista, de no ser porque su autosuficiencia y su femenina capacidad de seducción dependen de que satisfaga en todo momento los requisitos de las fantasías eróticas masculinas. Después de todo, lo esencial de la vampiresa a lo Theda Bara radica en que se la presentaba como una “Mujer Malvada” y como una “Plaga Social”. Es posible que sus creadores tuviesen alguna idea de sus motivaciones y que quizá comprendiesen que tenían un origen sexual. Su forma de tratar a los hombres que caían en sus redes la proporcionaba de hecho una especie de satisfacción sexual de carácter más o menos sádico, al tiempo que era un medio de conseguir dinero, poder, o ambas cosas a la vez.

    A pesar de sus numerosas imitaciones, quizá las dos únicas grandes vampiresas del cine fueron Theda Bara y su sucesora en la década de los 20, Barbara La Marr, la muchacha que era «demasiado hermosa para ser real», y que murió de una sobredosis de drogas a los veintinueve años, tras una breve y tormentosa carrera cinematográfica y una vida privada escandalosa y rodeada de publicidad.

    Según la década de los 20 fue dejando atrás el mundo de los jeques árabes a lo Rodolfo Valentino y presentando cada vez más mujeres modernas y emancipadas, el concepto y el propio término de «vampiresa» se fueron quedando anticuados y llegaron a resultar ridículos. La propia Theda Bera terminó realizando una amable parodia de sus papeles anteriores en un corto de carácter cómico. No obstante, ese cambio era más aparente que real: los gustos del público podían haberse alejado ya de la imagen de las mujeres como esclavizadoras de los hombres; pero seguía habiendo suficientes hombres que soñaban en secreto con ser esclavos y suficientes mujeres que fantaseaban con la idea de esclavizarlos como para que el tópico conservase su fascinación y siguiese resultando rentable para la industria del cine.

    Fíjate tú, que yo siempre veo «Cleopatra» de Joseph L. Mankiewicz más como un símbolo que como una película en sí. Primero: se rodó en Cinecittà porque Hollywood ya no podía asumir semejantes superproducciones. Segundo: que fue un fracaso tal que acabó con la mismísima productora, y, tercero: que el mundo estaba cambiando, incluido una forma de hacer cine y de verlo.

    En el Museo de Cera de Barcelona Marco Antonio y Cleopatra están representados con los caretos de Richard Burton y Elizabeth Taylor. No se parecen mucho. Burton se asemeja un poco a Joaquín Sabina con pelucón de flequillo a lo Jerry Lewis, y, la Taylor se parece a un putón desfasado del Barrio chino. En fin, qué le vamos a hacer.

    Abrazos mil

  2. ¡¡¡Qué alegría leerte de nuevo, Alfredooooo!!!! (y escucharte, claro)
    Y qué bueno leer los jugosos comentarios de Francisco.
    ¡Estas escaleras son un placer!
    Guauuuuu, y con las Cleopatras cinematográficas.
    Vivian, Elisabeth, Theda, Claudette… Ahora me han venido a la cabeza un montón de imágenes y secuencias de sus películas… con Cleopatra y su flequillo…

    Beso
    Hildy

  3. Jajajajaa… Decir en España «museo de cera» y «no se parecen mucho» es una redundancia. Fíjate en el de Madrid, por ejemplo. Por cierto, ¿habrán encontrado ya un sitio para Marichalar?

    En fin, a mí Theda Bara me parece de lo menos exótica, al menos desde que supe su nombre real, Theodosia Burr, y que era de un sitio tan poco exótico como Cincinnati. Al final la cuestión es que se trata del embrión de la mujer fatal de toda la vida, ese mito que ido adquiriendo nuevas formas con el paso de los siglos, y que descansa en el enunciado de «la mujer y el pelele». Luego el cine negro lo reformulará a su modo, pero no dejan de ser todas pequeñas Cleopatras en potencia.

    En el fondo, los problemas de Cleopatra en Londres fueron otros, y que tienen que ver más con el mal tiempo en el lugar escogido por Mamoulian y por el inicial reparto escogido (Peter Finch, Dorothy Dandridge y Stephen Boyd) que con la presunta incapacidad de Hollywood para financiar y producir estas cosas. La película recaudó muchísimo dinero; el problema es que no pudo afrontar el gasto ocasionado, pero en cuanto a millones de taquilla fue de los grandes éxitos de su año. No obstante, y salvo estertores poco exitosos como La caída del Imperio romano, estrenada un año después, es cierto que el peplum dejó de ser un género interesante para Hollywood, y no se recuperó hasta Gladiator. Y casi se lo podían haber ahorrado…

    Abrazos

    .

  4. ¡Gladiator! Más bien diría «Gordiator». ¿Has visto cómo está Russell Crowe? Ahora va a interpretar Moby Dick, no como Isamael, o capitán Ahab, o Queequeg, Starbucks, Stubb o el padre Mapple, sino ¡a la mismísima ballena! A mi juicio no existe la mujer exótica en el cine, eso se ve demasiado teatralizado. Mejor la fatal del film noir. Hoy, cualquier maruja puede ser una mujer fatal, y el Juan Lanas de turno, el detective pardillo. El peplum tiene mucho de noir. Tenemos asesinatos, bebidas, corrupciones y emperadores flipados por un buen polvo, como Michael Douglas en los noventa. Bueno, Calígula tenía algo raro con su caballo, pero eso es otra historia, que diría Moustache. Al final, todo acaba siendo una caricatura. En el fondo no somos más que eso, caricaturas de nosotros mismos. Te diré más, creo que nacemos con la oportunidad de no serlo, pero elaboramos, con mucho esfuerzo durante toda nuestra vida, nuestra caricatura. Sin embargo, no nos gusta tanto pedirle a un caricaturista que haga nuestra caricatura, sobre todo, las mujeres, preferimos que nos hagan retratos sublimes, circunspectos, trascendentes, fotografías sujetándonos la barbilla, como pensando, reflexionando, aunque no estemos pensando en nada, y eso nos hace ser todavía más ridículos. ¿Cómo se puede hacer un retrato al lienzo de una caricatura que hemos creado nosotros mismos? ¿Has visto el retrato de la familia real actual? Velázquez era un genio, por eso pintó a la familia de Felipe IV (joder, solo con cambiar el palito a la derecha…) en «Las meninas» con esa sutileza explícita con enanas grotescas. ¿Te imaginas que el pintor de la familia real actual hubiera puesto en un rincón, apenas perceptible, a la Corinna en pelotas, y, en vez del perro de «Las meninas» sentado en el suelo, un elefante muerto?

    Más abrazos

  5. Pues… Me lo imagino, pero no en este país… Goya también introdujo montones de pescozones virtuales en La familia de Carlos IV.

    Russell Crowe se ha comido a sí mismo en algún momento. Es el autoSaturno, dentro de nada empezará a comerse por los pies. Bueno, o por otras partes…

    Ay, la vida y el arte, la realidad y la ficción… Acabo de leer un libro muy interesante sobre el escritor francés Alfred Jarry, muy aficionado a los títeres, en el que se habla precisamente de eso, de esas ficciones que, a fuerzas de darles vueltas, son más reales que la realidad, esas caricaturas más ciertas que la imagen de nosotros mismos que pretendemos dar. No en vano, «persona», etimológicamente, remite a máscara, a la máscara del teatro.

    Abrazos

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