Hábil y económica, es decir, efectiva en términos cinematográficos, presentación de los personajes principales de este clásico del cine bélico, dirigido por el gran Robert Aldrich.
Reflexiones desde un rollo de celuloide
Hábil y económica, es decir, efectiva en términos cinematográficos, presentación de los personajes principales de este clásico del cine bélico, dirigido por el gran Robert Aldrich.
¡Qué manera sencilla, directa y efectiva de presentar a los doce personajes principales! Bueno, y dos más, catorce…
¿Te he dicho alguna vez que me gusta mucho, pero mucho Robert Aldrich?
Me gusta cómo cuenta sus historias y las historias que elige para ser narradas.
No sé, la verdad, con cuál me quedaría de su filmografía.
Puede ser demoledor en El último atardecer, Attack o El gran cuchillo o ser también tremendamente entretenido en El rompehuesos o en la película que hoy nos reseñas, Doce del patíbulo. Inventar todo un género a partir de ¿Qué fue de Baby Jane? o ser brillante en otros géneros como el western y La venganza de Ulzana.
Beso
Hildy
Es un pedazo de director, mi querida Hildy, y no solo físicamente… ¿Y qué me dices de El beso mortal? Salta de género y siempre es eficaz y efectivo. Tal vez, en el caso de Baby Jane y posteriores, se le terminó yendo la mano (Canción de cuna para un cadáver, El asesinato de la hermana George), pero es un grande.
Besos
Ay, qué podría decirte, amigo Alfredo, sobre este grandísimo director. Desde la agobiante decadencia de «¿Qué fue de Baby Jane?» hasta los sangrientos excesos de sus películas bélicas y westerns, logró cautivarme con su personal visión de lo grotesco, escalofriante y brutal. En la atmósfera sombría y pesimista de sus películas solo brilla débilmente el instinto de supervivencia de sus protagonistas. Aldrich se ha mostrado siempre dispuesto a llevar su cine hasta extremos formales y narrativos impensables en otros directores. Sus mejores películas tienen un tono que se aproxima a la histeria; están llenas de complicados movimientos de cámara, ángulos distorsionados y encuadres difíciles. Sus detractores más puntillosos (que les den), afirman sentirse ofendidos por los excesos de películas tales como «La leyenda de Lylah Clare» y «The Killing of Sister George» (ambas de 1968), cuando, precisamente, una de las cosas que convierten a Aldrich en un director fascinante es su predisposición para correr riesgos estilísticos. Aunque reconozco que algunas veces se pasa inevitablemente. Por ejemplo, en la magnífica “El emperador del Norte”, neutraliza los matices antiestablishment de la historia, convirtiendo a un matón de los ferrocarriles (Ernest Borgnine) y a un rebelde (Lee Marvin) en dos caricaturas exageradas. Y “El rompehuesos”, no es sino dos horas de violencia y agresividad acumuladas, sin el menor matiz, una especie de tebeo lleno de héroes de una pieza. Pero ya te digo, las películas del viejo Robert me fascinan. Hay que ver, por ejemplo, “Kis Me Deadly”, para alucinar, y no seguir el viaje de Torra a Madrid, por ejemplo. “Doce del patíbulo” me encanta, aunque no considero que sea una de sus mejores películas, pero el enorme éxito le permitió adquirir sus propios estudios de cine. Joder, podríamos estar aquí un montón de horas hablando y hablando sobre este tipo; un tipo que ya no puede parir estos tiempos, tiempos para una canción de cuna y nada más.
Abrazos mil.
Sin embargo, a mí, a partir de Canción de cuna para un cadáver, me parece que hay cierto regodeo en ese histerismo, y aun constituyendo cierta seña de su identidad, me chirría mucho cuando lo veo. Sin embargo, La venganza de Ulzana me deja ojiplático, y eso que estéticamente en ningún momento busca explotar la belleza y la grandiosidad del Oeste; muy al contrario, es casi televisiva. Pero también tiene su punto histérico, e histórico.
Abrazos