Tema central de la banda sonora de esta crónica sobre el heroico hecho de armas de Rorke’s Dift. El 22 de enero de 1879, durante la primera guerra anglo-zulú por el dominio de lo que hoy es Sudáfrica, los británicos al mando de Lord Chelmsford, que había desobedecido sus órdenes y había penetrado en territorio zulú, sufrieron la apabullante derrota de Isandlwana, en la que perdieron más de mil soldados y todo su armamento moderno frente a una tropa de cuatro mil guerreros zulúes. El mismo día, apenas ciento cincuenta británicos que no habían llegado a tiempo a la batalla resistieron durante dos días a la misma fuerza zulú en la misión de Rorke’s Drift, logrando que finalmente los nativos levantaran su asedio y se replegaran.
En 1964, en pleno proceso descolonizador de los dominios británicos en África, Stanley Baker y el debutante Michael Caine protagonizaron esta epopeya del cine historicista británico que cuenta con la música de John Barry. Quince años más tarde, en conmemoración del centenario de aquellos hechos, con guion de Endfield y dirección de Douglas Hickox, el cine británico narró de forma más crítica y menos complaciente la masacre de Isandlwana en Amanecer Zulú (Zulu Dawn, 1979).
La música es de John Barry y todo el mundo a callar.
Me gustan estas películas; la de 1964 y 1979, tanto como la palabra “Zulú”. Zululandia parece el nombre de un parte temático creado por Walt Disney, pero estaba, por aquel entonces, en los confines de África, como las fuentes del Nilo. Me gusta también la palabra “confín”, es como antes, cuando el mundo todavía estaba por descubrir, la emoción de un horizonte infinito. El mundo: largo, ancho, profundo, lleno de riquezas y animales y misterios y aventuras. Cuando lo descubrimos todo nos comimos a todos los animales, contaminamos el Nilo y mira el aspecto que tiene ahora el mundo. Ahora da asco ir a cualquier parte. Incluso ir al súper de la esquina. Cuando voy a comprar algo allí voy vestido como Michael Caine en Zulú. Me dice despectivamente la chica de la caja: “Parece que estés en Zululandia”, sin saber lo que es Zululandia o donde está. Yo la descubrí, no en el cine sino en la magnífica novela de Henry Rider Haggard “Las minas del rey Salomón”, luego vendrían los muñecos Stewart Granger y Richard Chamberlain, que me parece que hizo otra parte contratante de la primera parte. Maldito cine de Geyperman. ¿Por dónde iba? Ah, sí, últimamente todo el mundo de dice que estoy en Zululandia. Pues sí, como en la masacre de Isandhlawana en 1879, no puedo soportar ahora la masacre que se está llevando a cabo en el mundo en el que vivo.
Abrazos mil y buen finde.
Querido Paco, me parto… Te ha faltado añadir que, si bien bajas al súper vestido de Michael Caine, en vez de botas llevas chancletas. Maravillosa estampa.
Claro, ese confín se ha trasladado ya hace tiempo al cine de ciencia ficción que, salvo contadas excepciones, no sirve de sustituto como cine de aventuras y exploración. Demasiado frío, demasiado «filosófico» o demasiado infantiloide, según el caso. Matt Damon plantando patatas en Marte y todo eso.
Buf, las pelis de Richard Chamberlain, con Sharon Stone y Herbert Lom… Madre mía, qué despropósitos. Intentaron parecerse a Indiana Jones y terminaron por semejarse al doble subnormal de Chuck Norris.
Abrazod
¿Te puedes creer, mi querido Alfredo, que aún no he visto Zulu?
Pues nada, quedamos de reunión en algún que otro confín (cómo nos recuerda Francisco siempre la riqueza de las palabras…).
Beso
Hildy
Bueno, pues sí, me lo creo. Tampoco pasa nada. Lo que más me atrajo, en principio, de la película, es descubrir a Michael Caine en sus inicios. Pero luego la ves y parece que llevara actuando veinte años. Una tremenda solidez.
Besos
Que tal Alfredo!
Pues hace un montón de tiempo desde la ultima vez que la vi, gracias por traerla.
Saludos y buen finde!
Pues, en cierto modo, vuelve a estar de moda a causa del Brexit, como muchas otras películas de exaltación de lo británico (del supremacismo anglosajón, en general) y de hazañas históricas británicas. Ya sabes, su cultura es capaz de vender las derrotas y los ridículos como heroísmos sin parangón… y sin ninguna vergúenza.
Saludos!
¡Ay! Pues esta revisión de la anterior no la ví en su momento porque pensé que iba a ser más de lo mismo, una secuela insulsa. Tomo nota y me la apunto. Por lo menos, Barry da el callo. Veremos los otros, que tal.
Un abrazo.
Pues es una «precuela» (cómo odio esta palabreja, grrr…) más desencantada y menos elogiosa de lo «British». Un poco más al hilo de «La carga de la brigada ligera» de 1968 (aunque ya quisiera, en cuanto a cine) que una cosa de exaltación imperialista. Tampoco los personajes principales tienen la misma fuerza y carisma. Pero no está mal.
Abrazos