En estas fechas tan señaladas procede recuperar un momento de la que a buen seguro es la gran obra maestra cinematográfica sobre la Navidad. Además de toda una lección sobre el uso del plano secuencia, esta comedia negra salida del genio de Berlanga y Rafael Azcona, con la colaboración de José Luis Colina y José Luis Font, que trata sobre las circunstancias en que se desarrolla la campaña denominada «Siente un pobre a su mesa» (título original del guión, obligado a modificar por la censura) que a unas buenas amas de casa burguesas se les ocurre organizar durante las Navidades en una ciudad de provincias, revela toda la hipocresía de la sociedad española de su época, la franquista, no solo la propia de las fiestas, sino la subyacente en todo el sistema de apariencias, relaciones e influencias que sostenían (y sostienen) una forma de vida. Una cultura de la imagen de falsa respetabilidad pública que, lejos de desaparecer, se ha acentuado con el tiempo, y cuyo tratamiento, aunque situado en la España de la dictadura, excede lo puramente español y deviene en universal.
Una obra maestra. Mira, querido Alfredo, los ingleses cuando llega Navidad se ponen a leer o ver cualquier versión cinematográfica de “Canción de Navidad”, y no pasa nada. Los americanos “Qué bello es vivir” de Capra. Y no pasa nada. Los chinos… bueno, no sé lo que ven los chinos cuando llega Navidad. ¿Tú lo sabes? Si es así dímelo. Pues bien, aquí cuando llega Navidad nadie ve “Plácido”, una historia que supera a las otras dos. Aquí no hay fantasmas temporales ni directivos de bancos. Aquí hay un motocarro (todavía sin pagar) que da pena verlo. Cassen compite con el motocarro de Zampanò. Hay un lavabo público y Manolito Alexander; cojo perdido y más conmovedor que nunca nombrando con emoción todo lo que lleva dentro una cesta de Navidad. Inolvidable cuando dice: “Jamón en dulce”. ¿Y me van a venir a mí con Dickens y Capra? Y ya ni hablo de todo el maravilloso elenco de actores y actrices secundarios. Ay, si José Orjas hubiese sido inglés. Si John Gielgud fue el mayordomo británico por excelencia, el señor Orjas fue el notario perfecto de aquella España gris. ¿Y qué me dices del actor secundario Xan das Bolas? Ya con el nombre, flipas, y con su filmografía, también. “Plácido” que en principio debería haberse llamado «Siente un pobre en su mesa» – título que no permitió la censura por su excesiva explicitud -, muestra una hilarante telaraña de acciones en el marco de un día de Nochebuena en una pequeña ciudad castellana, pero rodada en una deprimente provincia catalana. En el marco de una «piadosa» campaña navideña, bajo el lema de «Siente a un pobre en su mesa», el microcosmos social que representa a la citada localidad se siente obligado a hacer un ejercicio de caridad, que no es sino el acto general de hipocresía, en el que se sortean pobres que han de gozar por un día de los mejores manjares que normalmente les están vedados. Hay que ver también «Viridiana» después de Plácido. Paralelamente, el atribulado Plácido, tiene que compatibilizar el transporte con su recién adquirido motocarro de parte de la comitiva de festejos, con el empeño de pagar la primera letra de su vehículo antes de que vaya al protesto (me encanta esta añeja palabra). Apoteosis de la coralidad, no es de extrañar que solo el buen saber hacer de Azcona pudiese hacer llegar a buen puerto un guion en el que las acciones paralelas son infinitas, los personajes secundarios tienen todos ellos una entidad trabajada hasta el último detalle y la conexión entre todo ello tiene que estar medida hasta el milímetro. Azcona lo consigue y, posiblemente, el guion de Plácido es no solo uno de sus mejores trabajos, sino además el más complejo desde el punto de vista técnico. Pero es precisamente en este terreno en donde el guionista ha desplegado sus mejores dotes profesionales a lo largo de su carrera. Me van a venir ahora con Dickens, Capra o Richard Donner con sus fantasmas atacando a Bill Murray.
Abrazos mil
Querido Paco, totalmente de acuerdo. Hace unos años hicieron una retrospectiva de Berlanga en Nueva York (su cine apenas ha pasado el charco, se ha visto muy poco, y mal, en Estados Unidos) y la gente, que allí considera que Robert Altman es el rey del uso del plano secuencia, flipaba en colores. Porque, ¿qué me dices de la coreografía de esos planos? Escribirlos es chungo, pero, ¿y traducirlos en imágenes? Eso también es muy difícil, y lleva tanto trabajo o más que componer un gran ballet. Siempre decía Berlanga que era por vagancia, por eso de no estar cambiando tiros de cámara y luces cada dos por tres, y planos para cubrirse, y contraplanos, y mierdas de esas y así liquidaba el asunto por la vía rápida. Bien, que diga lo que quiera, que diga misa si quiere, que eso no le priva de ser un maestro. Un maestro vago, si se empeña, pero maestro.
¿Y qué me dices de Erasmo Pascual? Otro oficinista clásico (o portero, o sereno, o linotipista…). Ay, cuando yo estudiaba Derecho todavía se invertía mucho tiempo a explicar, en la asignatura de Mercantil, todo lo relativo a la letra de cambio, al cheque y al pagaré, términos como protestar o endosar una letra… Yo siempre recordaba esta película, y mis compañeros pijos, que no tenían ni zorra idea, votaban al PP, vitoreaban al Real Madrid y hacían ejercicios espirituales antes de irse a las fiestas universitarias a emborracharse, los cenutrios.
Nuestra Navidad no puede ser como la de Dickens o la de Capra porque aquí no somos tan gilipollas como para engañarnos. Aquí nos va la mandanga de la buena, y vale, representamos, construimos un mundo de apariencias verdaderamente alambicado, pero no nos las creemos ni nosotros. Este es el país de la mala leche, y en ocasiones, como en este caso, para bien.
Abrazos
Ay, Elvira Quintillá, José Luis López Vázquez (amo a este hombre, joder), Amella de la Torre, José María Caffarel, Mario Bustos, el gran Fernando Delgado y el grandísimo Agustín González, Laura Granados, Erasmo Pascual, como bien dices. Luis Ciges con ese hablar ininteligible que tenía. Lo mismo para mi abuelo el gran Pepe Isbert. «El milagro de P. Pinto» y «Amanece que no es poco». Si hoy veo pasar un sidecar por una carretera secundaria es imposible que no piense en Luis Ciges con aquel gorro de cuero de piloto de avión de la primera guerra mundial. José Franco, Gloria Osuña, en fin. ¿Qué coño nos ha pasado a todos en este país? ¿Robert Altman? A mi juicio está sobrevalorado. El último independiente americano, se decía de él. ¿Estamos hablando de cine americano? John Huston, Nicholas Ray, Robert Aldrich, Orson Welles y tantos otros. ¿De qué estamos hablando cuando hablamos de cine independiente americano? ¿Festival de Cine de Sundance? Robert Redford le puso este nombre por su personaje en «Dos hombres y un destino». ¿George Roy Hill? ¿Cine independiente? ¿»El golpe»? Venga ya, hombre. No se puede hablar de cine independiente americano, joder. El mejor cine americano no es independiente independientemente del cine americano. Esto lo entiende hasta un niño de cinco años. ¡Traigan un niño de cinco años!
Berlanga es un grande. Y no es porque lo diga yo, sino porque la gente que no se lo crea debería ver sus películas, que leyera cosas de Rafael Azcona.
Ay, el PP, el Real Madrid y los callos a la madrileña. Creo que los callos ha hecho más daño en la cultura más de lo que parece. El bocata de calamares, las porras, el cocido y el rey emérito. Ya te contaré lo que opino sobre todo esto. Lo del rey emérito es genial. Te paso en breve el articulillo. Solo te anticipo: ¿Por qué tiene tanto éxito las películas y series de la monarquía inglesa? ¿»The Crown»? ¿Qué pasa con el rey emérito? No añadiré más.
No sabes lo que llego a añorar a Berlanga, Azcona y Buñuel. Es que no puedes imaginártelo, amigo mío. Capra fue un buen hombre que realizó películas para levantar el ánimo americano de aquella época. Pero a España no le levanta el ánimo ni la madre que la parió a no ser que sea Abascal con sus subnormalidades, Pablo Casado, Otegi, Aragonés, Torra, Puigdemont i Casamajó, Junqueras, la última peli de Ventura Pons, las gilipolleces de Miguel Ángel Revilla, las flipadas de Pablo Iglesias, los delirios de Pedro Sánchez o los vídeos retro de Fernando Esteso… y los booktuber que hablan de cine a una velocidad de vértigo.
Más abrazos miles
Pues mira, cuando pienso en cine independiente americano, pienso en las películas, como director, de John Cassavetes. Desde luego, ni Sundance ni mierdas, ni lo que hoy llaman «indie», que está producido por filiales de los grandes estudios y usa los mismos mecanismos de distribución y difusión, las mismas estrellas, los mismos equipos y las mismas cortapisas morales (o peores, porque van de alternativos y generalmente son reaccionarios).
Lo de las cosas de la monarquía inglesa nunca lo he entendido. Tal vez porque la envidia de la mayoría les mueve a reírse de ellos o a buscar en su mugre, por aquello de compartir las miserias ya que no se pueden compartir las riquezas. Particularmente, no me interesa nada. Y si hablamos de series, menos que nada.
También creo que a América le hacía falta un poco de la mala leche mediterránea. Por ejemplo, tú ves Esencia de mujer (Martin Brest, 1992), con Al Pacino, y es un poco ridícula. Carece de la mala baba y de todo el sentido del original de Vittorio Gassman, de toda picaresca, toda malicia, toda caricatura, todo humor. Es una cosa sensiblera y sentimental. Y creo que en la mirada que América se lanza (la mayor parte de las veces) hacia sí misma, falta mucho de esto. Claro, dejando al margen a los grandes como Ford, Lang o, sobre todo, Billy Wilder. Ese sí sabía mirar. A América y a lo que hiciera falta.
Abrazos