Música para una banda sonora vital: Reencuentro (The Big Chill, Lawrence Kasdan, 1983)

La nostalgia es uno de los sentimientos más en boga, en particular porque es un nicho de negocio que se está explotando hasta lo insoportable. En 1983, Lawrence Kasdan reflexionó acerca de los pros y contras de este sentimiento en esta película, todo un clásico de este subgénero, cuya trama orbita en torno al reencuentro de un grupo de amigos con motivo del funeral de uno de ellos, que se ha quitado de en medio. El paso a la madurez y las responsabilidades, las oportunidades perdidas, el pasado malogrado, el desencanto de un futuro que no es como se había imaginado y la última ocasión de enderezar la vida y «realizarse», todo esto representado por el grupo que forman William Hurt, Kevin Kline, Tom Berenger, Glenn Close, Jeff Goldblum, Meg Tilly, JoBeth Williams y Mary Kay Place.

Además del guion, que contiene buenos diálogos y situaciones muy trabajadas y elocuentes (las zapatillas deportivas como símbolo del ansiado cambio de rumbo en la vida, por ejemplo), aunque también un buen puñado de clichés, lo más destacado es la música de la película, una colección de temas clásicos y populares del rock y el pop de The Temptations, Percy Sledge, Smokey Robinson, The Rolling Stones, Aretha Franklin, The Credence Clearwater Revival, The Beach Boys, The Band, The Rascals o Marvin Gaye, con el que nos quedamos, y su Heard It To The Grapevine, que abre la película.

Y de postre, el cierre, que corresponde a Three Dog Night y su Joy to the World, deseo que no es poco para estas fechas y las circunstancias en que nos encontramos.

6 comentarios sobre “Música para una banda sonora vital: Reencuentro (The Big Chill, Lawrence Kasdan, 1983)

  1. “La nostalgia es uno de los sentimientos más en boga, en particular porque es un nicho de negocio que se está explotando hasta lo insoportable.” Ay, hablamos largo y tendido sobre la dichosa nostalgia. Hay que tener cuidado con la nostalgia, uno solo toma lo bueno de los periodos que le gustan y deja todo lo demás. La nostalgia es seductora, pero también una trampa. Estoy más que harto de que para estas fechas se vendan más que nunca calzoncillos de “Star Wars”. Y que los cuarentones y cincuentones se les caiga la baba mirando “Stranger Things”; un poti poti sin sentido de los vómitos y resacas de los ochenta, sobre todo los de Spielberg y Papada Lucas. Creo que está a punto de estrenarse algo sobre “Los teleñecos” para adultos. Bueno, si les dices que son “adultos”, se cabrean. Es como ahora con los ancianos. Cuando le cedes el asiento, ya sea en el autobús o en el tren, se enojan contigo, se sienten insultados, aunque no se aguanten ni con el bastón. Y allí te quedas, sentado y controlándolos por si un bandazo los tira al suelo y puedas cogerlos a tiempo antes de que se desmonten. La nostalgia puede cambiar el modo en que miramos el mundo. Puede convertirse en una verdadera enfermedad. La nostalgia es algo extraño; hace que veamos un pasado mejor cuando no lo fue. Ocurre lo mismo con la dichosa memoria histórica según quién o qué entidad, hable sobre ella. «El pasado», decía Salvador Pániker, «no existe. La memoria hace su versión actual de los recuerdos.» El que no se lo crea que hable con cualquier directivo de la Walt Disney.

    Recuerdo muy bien “Reencuentro”; me gusta más su título original “El gran escalofrío”, que es lo que siento cuando veo calzoncillos de Yoda. Una estupenda película de un Lawrence Kasdan que esperaba más de él en aquella época. Ya no recuerdo en donde te contaba eso de las películas donde se reúnen personajes en diferentes épocas. Siempre un tema interesante. Si yo tuviera que verme con los compañeros de EGB sería descojonante, patético. Estos encuentros los llamo “los arrecifes del tiempo”.

    Cuando escucho estos dos temas musicales, que ya los escuchaba en la casa de mi tío en los setenta… recuerdo más las palabras de Rilke que lo que la misma música quiere hacerme recordar: «la música nos inventa un pasado que no conocíamos.» La pura nostalgia de la pura nada.

    Abrazos mil

    1. Ay, querido Paco, qué tramposa es la memoria… Pero, cosa curiosa, después del olfato, es probablemente la música lo que más la despierta y remueve, y tal vez la que más acota la tentación de reinventarla. Bueno, de hecho, es herramienta habitual para los enfermos de la memoria, y parece que es lo último que se olvida.

      Kasdan prometía mucho como guionista, principalmente, tuvo un arranque fulgurante y en la dirección estaba bastante bien, pero luego, devorado por los ochenta, se vino abajo. Sus guiones y su cine posterior ya no ha sido lo mismo, aunque cosas interesantes, aunque sea momentos sueltos, sí mantuvo. Pero creo que el mundillo galáctico de Papada Lucas (es que me parto cada vez que te lo leo…; lástima que esto no sirva para remitir gifs, porque el otro día me mandaron un de Lucas con la papada moviéndose palpitante, y me acordé de ti, claro…).

      Al final todo esto tiene que ver con la política. En un sentido económico, porque se trata de hacer que los adultos de hoy consuman como los niños de entonces, es decir, compulsiva e irreflexivamente, ya que los adultos disponen hoy del dinero que no tenían entonces (y no lo digo por decir, porque hay gente, no toda pero sí bastante, que lo pasa muy mal, pero de según que cosas no se priva, ya sea un móvil de última generación, ya de sus caprichos egoístas más personales, incluidos los infantiloides). Y también en un sentido político, porque quien controla el discurso sobre el pasado impone su discurso en el presente con intención de controlar el futuro. Al menos en España. Por ejemplo, se habla mucho de los franquistas que quedan y del franquismo, pero los antifranquistas son igual de palizas o más. Todo porque, obviamente, como no tienen discurso sobre el futuro necesitan rebozarse en los discursos del pasado. Esperábamos ansiosos que sacaran a Franco del Valle de los Caídos y lo metieran en una tumba privada para que pudiéramos pasar página, pero ni por esas. Aquí se habla más de Franco cada día que cuando estaba vivo. Así no hay manera de tener un país digno.

      Abrazos

      1. Es cierto; los antifranquistas también me resultan insoportables. Lo mismo digo de los ecologistas analfabetos. Fernando Savater inventó el término de «ecólatra». Fíjate tú el caso de la niña Greta Thunberg. Esa pobre chica cuando sea mayor será peor que Annie Wilkies, la psicópata de la novela de Stephen King: «Miseri». El marido de mi prima, sin ir más lejos, trabaja de jardinero. ¿Qué mierda de trabajo es ese? Pues bien, es un ecólatra peligroso. Tiene en su cocina diez cubos de distintos colores para ir tirando cada cosa en su sitio, eso sí, en la cocina está solo su mujer. Si mi prima se equivoca, no sé, de tirar una lata vacía de sardinas en el recipiente del plástico, la tiene liada. Sin embargo, el cenutrio tiene dos coches y una Harley-Davidson. ¿Cómo se come eso? Cuando los huesos de Franco volaba en un helicóptero sobre Madrid, en ese mismo momento, había una mujer momificada en su casa desde hacía quince años. Murió sola y como en su cuenta bancaria iba ingresando la jubilación se iban pagando los recibos. Añado un detalle: murió sentada en en váter. Por lo visto, cambiar los huesos de un dictador de un agujero a otro agujero se acaba la ideología fascista. Hace falta ser muy, pero que muy cenutrio para creer en esto. Las extremas derechas están ganando terreno en todo el mundo, en todos los países, en todas las autonomías. Pero, hijo, la contra es lo mismo.

        Más abrazos miles

      2. Bueno, es el deterioro de los conceptos y la cultura de la imagen. Son inevitables las incongruencias y la incoherencia cuando intentas pertenecer a distintas tribus incompatibles entre sí y el único valor a satisfacer es la apariencia. A la gente de hoy no le pidas madurez, responsabilidad, aceptación y coherencia en cuanto a tomar decisiones se refiere, y mucho menos, y lo vemos hoy cada día, casi cada minuto, capacidad para renunciar a sus pequeños egoísmos (ni siquiera a los grandes; ya, a los más mínimos). La capacidad de distinguir entre lo que quiero ya, ahora mismo, sin esperas, y lo que me conviene, o incluso lo que conviene a mis seres queridos, o a todos, brilla por su ausencia. Hemos criado una sociedad de niñatos caprichosos que patalean y lloriquean cuando algo les tuerce el morro. Y eso incluye el antifranquismo, cuando hemos llegado a un tiempo en que cabe preguntarse quién echa más de menos a Franco, si los que lo añoran o los que no saben qué hacer ni qué decir si no tienen el fantasma de Franco delante. El antifranquista necesita tanto a Franco como el franquista, y hoy contribuye tanto o más que el franquista a mantenerlo vivo porque su presente político (su poltrona) le va en ello, a riesgo de que le gente se fije en otras cosas y le pase factura.

        Abrazos

  2. Ayyy, mi querido Alfredo, cómo me gusta esa película. Y qué ganas me han entrado de volver a verla. La verdad es que no es fácil acceder a ella (bueno, es que no la tengo en mi deuveteca, y no he mirado si está en alguna plataforma). Yo las veces que la he visto ha sido por algunos pases que han hecho de ella en televisión. A mí las películas de reencuentros de grupos de amigos me gustan, y esta tiene un hueco muy especial.
    La nostalgia depende de cómo se viva, desde luego no como nicho de negocio (que es no obstante otro análisis interesante y que pervierte el significado de dicha palabra), ha dejado huellas para recordar tanto en el cine como en la literatura.
    Y las canciones y la música qué decir… Sí, retienen momentos. Y los hacen revivir o recordar.

    Beso
    Hildy

    1. Mi querida Hildy, la última vez que vi esta película estaba disponible en el catálogo de Movistar+. A ver si hay suerte y puedes recuperarla. Se pasa un buen rato, y no puede uno evitar proyectar en la propia vida algunas de las cosas que ve, lo cual es un aliciente y un peligro añadido de esa nostalgia tan reconfortante a veces y tan engañosa casi siempre. No puedo evitar separar esa palabra de otra que no es de su misma familia lingüística pero sí emocional: decepción.

      Besos

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