4 comentarios sobre “Cine de verano: La marcha nupcial (The Wedding March, Erich von Stroheim, 1928)”
Obra maestra en la turbulenta filmografía de este tipo la mar de interesante en todos los sentidos. Casi que no le hizo falta interpretar; solo con su presencia tenía suficiente. “La marcha nupcial” es magnífica. ¡Qué tío! “Avaricia” se acabó de rodar en 1925 y un año después “El maquinista de la General”. Ambas fueron rotundos fracasos. Joder, qué grande fue el cine silente. El actor que “Cinco tumbas al Cairo” introdujo en las películas que dirigió una ácida visión de los vicios y corruptelas del poder en cualquiera de sus manifestaciones: político, económico o religioso. Ya te digo un tipo ejemplar y con ese careto.
Erich von Stroheim consiguió fama por sus retratos de tipos prusianos en películas tales como “Sylvia of the Secret Service” (1917), “Corazones del mundo” y “El corazón de la humanidad” (ambas de 1918). Stroheim era austriaco, aunque eso no importaba demasiado, ya que tenía el aspecto requerido para interpretar esa clase de papeles. Al parecer, se lo pasaba pipa interpretándolos, mientras que otros pensaban de manera diferente. Para quienes no conozcan al viejo Erich deberían ver ese milagro cinematográfico que es “Sunset Boulevard”: una mezcla de cine negro y melodrama gótico. Hay una secuencia brutal en la que Norma le enseña a Joe una de sus viejas películas. Se trata nada más y nada menos que de la legendaria «La reina de Kelly», interpretada por la propia Gloria Swanson y dirigida por Erich von Stroheim, quién, en «Sunset Boulevard» interpreta al mayordomo de Norma, que había sido anteriormente su marido y director de sus mayores triunfos. Brutal. Se trata de una perturbadora escena, en la que Stroheim es el encargado de proyectar su propia obra inacabada, mientras que, transfigurada por las imágenes de su propia juventud, la estrella grita: «¡Les enseñaré quién soy! ¡Voy a volver al cine!», al tiempo que su cabeza, que recuerda a la de la Medusa, se interpone momentáneamente entre el proyector y la pantalla.
El gran Erich von Stroheim. El gran arte que fue el cine. El gran careto. Y volviendo a “Sunset Boulevard”, Norma Desmond decía desafiante: «Entonces teníamos rostro.”
Eso es. Y también decía eso de «¡Yo sigo siendo grande! ¡Son las películas las que se han hecho pequeñas! Y qué razón tenían todos, leñe…
La cúspide del cine mudo (hoy cumple 132 años Murnau, por cierto) llegó en el momento de su inminente desaparición. Estas películas de 1928-1929 son el canto del cisne, como esa otra joya, «La última orden». Y es que el cine mudo comprendía más y mejor la esencia de este arte, que es contar cosas exclusivamente con imágenes. Lo demás, por excelso que sea (y puede serlo en guiones y películas de Wilder o Mankiewicz, entre otros) es un añadido a un soporte predominantemente visual. Hoy esto no se comprende así, y el auge de las series de televisión hechas como morcillas ha venido a certificar que esto ya no sea así. Hemos vuelto a la narrativa decimonónica, en cierto modo, a hacerlo depender todo del argumento y los diálogos, lo visual ya no es un lenguaje, sino una puesta en escena meramente funcional.
¡¡¡Cuántas alegrías perversas nos depara Stroheim!!! Y a mí de su corta filmografía como director todavía me queda por descubrir, entre ellas la que hoy compartes.
Y lo cierto es que como actor siempre le recuerdo con ternura, sí, con ternura en «La gran ilusión».
Bueno, la ternura entonces aún era posible. Solo un par de años después, tal cosa hubiera sido impensable. Es una película crucial para percibir el súbito cambio de mentalidad poco antes del instante en que todo se volvió irreversible y el mundo, esta vez sí, no como se dice ahora cada dos por tres, cambió del todo.
Obra maestra en la turbulenta filmografía de este tipo la mar de interesante en todos los sentidos. Casi que no le hizo falta interpretar; solo con su presencia tenía suficiente. “La marcha nupcial” es magnífica. ¡Qué tío! “Avaricia” se acabó de rodar en 1925 y un año después “El maquinista de la General”. Ambas fueron rotundos fracasos. Joder, qué grande fue el cine silente. El actor que “Cinco tumbas al Cairo” introdujo en las películas que dirigió una ácida visión de los vicios y corruptelas del poder en cualquiera de sus manifestaciones: político, económico o religioso. Ya te digo un tipo ejemplar y con ese careto.
Erich von Stroheim consiguió fama por sus retratos de tipos prusianos en películas tales como “Sylvia of the Secret Service” (1917), “Corazones del mundo” y “El corazón de la humanidad” (ambas de 1918). Stroheim era austriaco, aunque eso no importaba demasiado, ya que tenía el aspecto requerido para interpretar esa clase de papeles. Al parecer, se lo pasaba pipa interpretándolos, mientras que otros pensaban de manera diferente. Para quienes no conozcan al viejo Erich deberían ver ese milagro cinematográfico que es “Sunset Boulevard”: una mezcla de cine negro y melodrama gótico. Hay una secuencia brutal en la que Norma le enseña a Joe una de sus viejas películas. Se trata nada más y nada menos que de la legendaria «La reina de Kelly», interpretada por la propia Gloria Swanson y dirigida por Erich von Stroheim, quién, en «Sunset Boulevard» interpreta al mayordomo de Norma, que había sido anteriormente su marido y director de sus mayores triunfos. Brutal. Se trata de una perturbadora escena, en la que Stroheim es el encargado de proyectar su propia obra inacabada, mientras que, transfigurada por las imágenes de su propia juventud, la estrella grita: «¡Les enseñaré quién soy! ¡Voy a volver al cine!», al tiempo que su cabeza, que recuerda a la de la Medusa, se interpone momentáneamente entre el proyector y la pantalla.
El gran Erich von Stroheim. El gran arte que fue el cine. El gran careto. Y volviendo a “Sunset Boulevard”, Norma Desmond decía desafiante: «Entonces teníamos rostro.”
Abrazos mil
Eso es. Y también decía eso de «¡Yo sigo siendo grande! ¡Son las películas las que se han hecho pequeñas! Y qué razón tenían todos, leñe…
La cúspide del cine mudo (hoy cumple 132 años Murnau, por cierto) llegó en el momento de su inminente desaparición. Estas películas de 1928-1929 son el canto del cisne, como esa otra joya, «La última orden». Y es que el cine mudo comprendía más y mejor la esencia de este arte, que es contar cosas exclusivamente con imágenes. Lo demás, por excelso que sea (y puede serlo en guiones y películas de Wilder o Mankiewicz, entre otros) es un añadido a un soporte predominantemente visual. Hoy esto no se comprende así, y el auge de las series de televisión hechas como morcillas ha venido a certificar que esto ya no sea así. Hemos vuelto a la narrativa decimonónica, en cierto modo, a hacerlo depender todo del argumento y los diálogos, lo visual ya no es un lenguaje, sino una puesta en escena meramente funcional.
Abrazos
¡¡¡Cuántas alegrías perversas nos depara Stroheim!!! Y a mí de su corta filmografía como director todavía me queda por descubrir, entre ellas la que hoy compartes.
Y lo cierto es que como actor siempre le recuerdo con ternura, sí, con ternura en «La gran ilusión».
Beso
Hildy
Bueno, la ternura entonces aún era posible. Solo un par de años después, tal cosa hubiera sido impensable. Es una película crucial para percibir el súbito cambio de mentalidad poco antes del instante en que todo se volvió irreversible y el mundo, esta vez sí, no como se dice ahora cada dos por tres, cambió del todo.
Besos