-Después de quince minutos quería casarme con ella. Y después de media hora había abandonado completamente la idea de robarle el bolso (Toma el dinero y corre, 1969).
-Yo sufría de incontinencia cuando era pequeño y, como solía dormir con una manta eléctrica, me electrocutaba continuamente (Bananas, 1971).
–Es difícil de creer que no hayas hecho el amor en 200 años.
–204, si tienes en cuenta mi matrimonio.
(El dormilón, 1973)
-Todos los hombres son mortales. Sócrates era mortal. Por lo tanto, todos los hombres son Sócrates. Lo que significa que todos los hombres son homosexuales (La última noche de Boris Grushenko, 1975).
-Dos mujeres mayores están en un refugio de montaña de Catskill y una de ellas dice: «Vaya, la comida en este lugar es realmente terrible». La otra responde: “Sí, y las porciones son tan pequeñas”. Bueno, eso es esencialmente lo que siento por la vida: llena de soledad, miseria, sufrimiento e infelicidad, y todo termina demasiado rápido (Annie Hall, 1977).
-Tus amigos forman un grupo muy interesante.
-Lo sé. -Como el reparto de una película de Fellini.
(Manhattan, 1979)
-Para ti, soy ateo. Para Dios, la fiel oposición (Recuerdos, 1980).
-Es un chico estupendo y un magnífico doctor. Nunca perdió un paciente. Dejó embarazadas a dos, pero nunca perdió un paciente (La comedia sexual de una noche de verano, 1982).
-Tengo 12 años. Me encuentro en una sinagoga. Le pregunto al rabino cuál es el sentido de la vida. Él me explica el sentido de la vida… pero me lo cuenta en hebreo. No entiendo hebreo. Y quiere cobrarme seiscientos dólares por lecciones de hebreo (Zelig, 1983).
-No quiero hablar mal del chico, pero es un piojo horrible, deshonesto e inmoral. Y lo digo con el debido respeto (Broadway Danny Rose, 1984).
-He conocido a un hombre maravilloso. Claro que no es real, pero no se puede tener todo (La rosa púrpura de El Cairo, 1986).
-¿Por qué llamas música a esto? Larguémonos de aquí, que en cuanto acaben nos tomarán a todos como rehenes (Hannah y sus hermanas, 1986).
-Mi actriz favorita es Rita Hayworth.
-A mí me gusta Betty Grable.
-Y a mí, Dana Andrews.
-¿Qué dices? Dana Andrews es un hombre.
-¿En serio? ¿Y se llama Dana?
(Días de radio, 1987)
-Yo no sé nada de suicidios. De donde vengo, en Brooklyn, nadie se suicida. La gente es demasiado infeliz (Delitos y faltas, 1989).
-Si escucho a Wagner durante más de media hora me entran ganas de invadir Polonia (Misterioso asesinato en Manhattan, 1993).
-Las dos palabras más bellas de nuestro idioma no son “¡te quiero!”, sino “¡es benigno!» (Desmontando a Harry, 1997).
-El director está en Nueva York filmando la adaptación de la secuela de un remake (Celebrity, 1998).
-Helen: Dos martinis, por favor. Muy secos.
-David: ¿Cómo sabe usted lo que me gusta?
-Helen: ¡Ah! ¿Usted también quiere? Camarero, ponga tres.
(Balas sobre Broadway, 1994)
-¿Quién manda más, tú o mamá?
-¿Cómo? ¿Tú qué crees? Yo, por supuesto. Tu madre tan solo toma las decisiones. Mamá dice lo que hacemos y yo… yo controlo el mando a distancia.
(Poderosa Afrodita, 1995)
-Nunca creí en Dios. No, ni siquiera lo hice cuando era niño. Solía pensar que, incluso si existe, ha hecho un trabajo terrible. Es un milagro que la gente no se reúna y presente una demanda colectiva en su contra (Todos dicen I love you, 1996).
-¿Quieres que vayamos al vertedero a disparar a las ratas? (Acordes y desacuerdos, 1999)
-¿Recuerdas mi apodo cuando estábamos en el trullo?
-¿El Cerebro?
-El Cerebro. Así me llamaban los chicos, ¿verdad?
-Pero Ray, eso era sarcasmo. Te lo decían de cachondeo. ¡Era de cachondeo!
(Granujas de medio pelo, 2000)
-Mi sacerdote, que por cierto está buscado por pederasta, puede responder por mí (La maldición del escorpión de jade, 2001).
-No nos comunicábamos.
-¡Tuvimos sexo!
-Sí, tuvimos sexo. Pero nunca hablábamos.
-El sexo es mejor que hablar. Pregúntale a cualquiera en este bar. Hablar es lo que sufres para poder tener sexo.
(Un final made in Hollywood, 2002)
-Estaba en el restaurante, he escuchado cómo te ahogabas, he terminado mi té y mi pastel y he venido rápidamente a salvarte (Scoop, 2006).
-Escucha, quiero ir a un lugar divertido. Llévame. Estamos en Nueva York, ¡vamos!
-Boris, ¿dónde puedo llevarla a un sitio divertido?
-¿Qué te parece el museo del Holocausto? (Si la cosa funciona, 2009)
Gil: ¿Podría usted leerla?
Hemingway: ¿Su novela?
Gil: Sí. Son unas 400 páginas y estoy buscando una opinión.
Hemingway: Mi opinión es que la odio.
Gil: ¡Pero si no la ha leído aún!
Hemingway: Si está mal, la odiaré porque está mal escrita; si está bien, la odiaré porque sentiré envidia y eso lo odio aún más. Nunca busque la opinión de otro escritor.
(Midnight in Paris, 2011)
-Es increíble que el Coliseo siga en pie después de miles de años. Sabes, Sally y yo tenemos que volver a colocar los azulejos del baño cada seis meses (A Roma con amor, 2012).
-Primero se convierte en un asesino y ahora se hace cristiano. No sé qué es peor. ¿Qué he hecho yo para merecer un hijo así? (Café Society, 2016)
Al hilo del comentario que te dejé ayer en el otro post, dice el viejo Woody: «Hasta que encontremos una solución a nuestro terror, tendremos una cultura basada en nuestras necesidades del momento.»
Pero qué grandes es ese tío. Ya sea una interpretación, una película, un libro, un cd con su música, una entrevista, una obra de teatro o simplemente mirándolo en una foto con su sonrisa y sus gafas de pasta. Si quieres escribir bien debes tener una foto de él pegada en tu escritorio, y si está sonriendo, mejor. Qué guiones, qué diálogo y cuantas citas para pasar una noche en reunión con buenos amigos. A quien le gusta el cine de verdad es imposible que no le guste las pelis del viejo Woody. Woody es un personaje complejo y contradictorio. «El mayor genio es el que lleva en sí mismo el mayor número de contradicciones.» Goethe. De hecho, no está muy claro exactamente quién es Woody, pero sí sabemos que, durante cinco décadas, el hombre que se oculta tras esas gafas de montura negra ha estado observando las ansiedades, las aspiraciones, la culpabilidad y las neurosis de la vida del final del siglo XX en Occidente. Ha asimilado todas las posmodernas dudas y debates sobre el amor, el conocimiento, la ficción y la realidad. Para Woody, el cine comienza con la realidad misma; filma la realidad de diversas maneras y desde muchos ángulos, pero empieza con el hecho físico: se libra del dolor básico de la creación que origina evocar algo de la nada. Sus películas son una fascinante serie de visiones de la vida moderna americana, pero quizá sea más admirado y apreciado por la crítica en Europa.
Esta cita de «Hannah y sus hermanas» es una de mis favoritas:
«Todos esos grandes genios han escrito millones de libros sobre todos los temas imaginables, y a fin de cuentas ni uno solo de ellos sabe más de los grandes problemas de la vida que yo. Ss… He leído a Sócrates. Ya sabéis, n-n-n… ese tipo que se t-tiraba jovencitos griegos. ¿Qué diablos va a enseñarme a mí? Y, y Nietzsche, con su, con su teoría del eterno retorno. Afirma que la vida que vivimos la volveremos a vivir una y otra vez exactamente de la misma manera por toda la eternidad. Cojonudo. O sea, ah, tendré que soportar «Sonrisas y lágrimas» otra vez. Bah, no vale la pena.»
Cuenta José Antonio Pruneda que por allá los 80 estaba con su mujer en un restaurante de Nueva York. De repente vieron entrar a Woody Allen y Mia Farrow. Se sentaron muy cerca de ellos y Pruneda pudo escuchar a la perfección lo que sigue:
Maître: Me permito recomendarle la tosta de champiñones, gratinada…
Woody Allen: ¿Qué es eso?
Maître: Oh, es una capa de hojaldre sobre la que va una bechamel ligera con champiñones y luego gratinada con queso.
Woody: No sé… no estoy seguro… Me parece que no me gustan los champiñones. (Se vuelve hacia Mia): ¿Me gustan los champiñones?
Mia: ¡Oh, sí! Siempre te han gustado los champiñones.
Woody: Pues yo no estoy nada seguro, no creo haber tomado nunca champiñones…
Mia: Has tomado champiñones muchas veces, infinidad de veces…
Woody: Si tú lo dices… Aun así, no estoy seguro de que me gusten los champiñones.
Mia: De verdad, has tomado champiñones y te gustan.
Woody: ¿Pero estás completamente segura de eso? Porque no creo que me vayan a gustar los champiñones.
Mia: ¡Dios mío! No empecemos de nuevo, por favor.
Woody: (Al maître) Bueno… quizá sea verdad… Tráigame entonces eso… pero solo porque ella lo dice…
Adoro a este hombre de 85 años. Y más de medio mundo odiándole. Este genio que está condenado socialmente a pesar de haberse demostrado su inocencia. Incluso quieren quitar ahora su estatua en Oviedo. La gente no se merece nada. El otro día dijo José Luis Garci en una entrevista: “Woody Allen es un genio y ya ha dejado una obra inmensa: es como Balzac. Sus películas son como una nueva ‘comedia humana’, son todas, prácticamente, la misma película, no hay diferencia entre ‘Manhattan’, ‘Annie Hall’, ‘Radio Days’, ‘Hanna y sus hermanas’… Es decir, todas son Nueva York, la Tercera Avenida, gente que trabaja en publicidad, en la radio, intelectuales, pintores, chicas estupendas, conflictos sentimentales… Todo lo demás se debe, porque como dice no está acusado de nada, a esta nueva corrección social y a los cambios de conceptos y valores de los que hablaba antes y que no sabemos cómo acabarán”.
Perdona por la extensión, pero es que es Woody y son muchas las cosas buenas que se pueden decir de él. Por cierto, este comentario era mucho más largo, pero lo he tenido que recortar.
Abrazos mil
Pues no sé quién te ha dado permiso para recortar nada, tío. Expláyate lo que quieras. Será por espacio…
Woody es un genio. Y además, mientras nadie pruebe lo contrario (se podría decir, «mientras nadie pruebe algo»), es inocente. Estoy con Garci; la obra de Woody es comparable a la de cualquier gran novelista o pensador (de cuando había pensadores, y no contertulios, y novelistas, y no escribientes), y una referencia ineludible para entender el siglo XX (y parte del XXI) en Occidente. Los temas universales puestos al día y metidos en asfalto, entre aromas de restaurantes, butacas de teatro, pantallas de cine y locales de ladrilo en los que actúan humoristas y músicos de jazz. Su obra está muy viva y no creo que llegue a morir nunca, puesto que sus temas y sus referentes son eternos (al contrario que Spielberg).
Pero hombre, lo de los champiñones se comprende: a mí, por ejemplo, me repiten.
Abrazos apurados (ya te contaré)
«No quiero hablar mal del chico, pero es un piojo horrible, deshonesto e inmoral. Y lo digo con el debido respeto…»
Sí, es una tontería, pero… cómo me he reído.
Desde el debido respeto, qué buena antología de frases de las pelis de Allen.
Beso enorme y helado
Hildy
Jajaja… Hay momentos impagables. Pero son además muy lúcidos porque, ¿cuántas veces asistimos a episodios y comentarios parecidos en diferentes ámbitos de la vida, desde la política a nuestro entorno personal? El famoso «no quiero criticar, pero…» o «no me gusta hablar mal de nadie, pero…».
Besos
Hace unos días estaba viendo por segunda vez Sueños de un seductor, en esta ocasión en v.o.s.e. y me di cuenta que llevo casi toda mi vida de cinefilia viendo estrenos de Woody: se ha convertido por derecho propio en aquel amigo feo y chistoso con el que siempre congenias, al que amas por encima de cualquier divergencia puntual y admiras porque sabes que goza de un talento para el detalle que a tí se te escapa.
Esta colección de citas de sus guiones es magnífica y me la guardo para esos momentos en que la realidad te amarga y necesitas que la sonrisa aflore a tus labios.
Un abrazo.
Es una referencia obligada del cine y de la cultura del último siglo. Probablemente, es el último de los cineastas de los que se puede hablar que tienen un universo creativo dotado de sentido, coherencia y voz propia. El último autor cinematográfico, valga la palabra, a pesar de la voluntad de querer colarnos a tantos como tales en estos tiempos. Y además, el espejo que pone ante nosotros es el de la comedia… Para mí, Allen juega en la misma liga que sus admirados Buñuel, Bergman y Fellini, pasados por el vitriólico filtro de Wilder o Groucho para presentarnos una realidad más absurda y tierna.
Abrazos