El buen entendimiento entre Stanley Kubrick y Alex North durante la producción de Espartaco (Spartacus, 1960) invitaba al optimismo cuando el cineasta requirió la colaboración del músico para el acompañamiento sonoro de su epopeya filosófico-espacial. No obstante, pocas fechas antes del estreno, Kubrick rechazó las composiciones de North y decidió estrenar la película montando las piezas clásicas que había utilizado para medir el tiempo de la acción durante el diseño de las escenas, composiciones de Richard Strauss, Johann Strauss, György Ligeti y Aram Khachaturyan. Años después se editó y publicó la música compuesta por North, que se reproduce a continuación. Una música que no desmerece las imágenes ideadas por la mente de Kubrick pero que, seguro, hubiera hecho de la película algo distinto a lo que es hoy.
Uno de mis temas favoritos a la hora de reflexionar sobre el cine: la banda sonora. Ahora se introducen un montón de canciones en una película donde solo escuchamos un segundo de cada una de ellas. Luego, les da motivos para vender la banda sonora en una caja de cd. El colmo de todos los colmos es “Forrest Gump”. Primero vi la película. Luego, me regalaron una caja de su banda sonora. Cuando la abrí vi que había catorce discos compactos. ¡Qué! Los escuché y fue una gozada porque se trata de un recorrido musical de la época. Luego, volví a ver la película para comprobar si me habían tomado el pelo. Están todas, pero en una fracción de segundo. Otra cosa: cuando Papada Lucas acabó de filmar “La guerra de las galaxias”, solo le quedaba ponerle la música. Andaba perdido el hombre y se lo dijo a su amigo Steven Spielberg. Steven le recomendó que contratara a John Williams. Papada le dijo que no estaba muy seguro de que la música clásica de John le fuera bien a esa pájara mental galáctica. Que sí, que sí, mi querido Papada, ya verás cómo le irá la mar de bien. No se equivocó el viejo Steven. ¿Qué sería hoy la trilogía de “Star Wars” sin la música del viejo John? Si Papada hubiese apostado, por ejemplo, por “La charanga del tío Honorio” bajo la batuta de Fernando Esteso, Papada no sería millonario hoy en día.
Dijo el gran Bernard Herrmann: «La música de cine puede sacar a la superficie e intensificar las reflexiones interiores de los personajes. Puede dotar a una escena de sensación de terror, grandeza, alegría o tristeza… Muchas veces eleva los diálogos al terreno de la poesía… Se trata del eslabón que comunica al público con la pantalla, abarcándolo todo y convirtiéndolo en una única experiencia.»
Sin embargo, no estoy de acuerdo con lo que dijo Stravisnky que la música cinematográfica es significativa en muchos aspectos, pero no como música. Pero sí es cierto que la música ejerce sobre los espectadores un cierto grado de manipulación y control que es necesario debido a que, en comparación con el teatro, el mayor inconveniente del cine radica en su total falta de comunicación directa con el público. La música contribuye a establecer una relación más estrecha entre la pantalla y los espectadores. El ojo ayuda al oído. La música puede no resultar atractiva cuando se escucha en abstracto, pero puede convertirse en aceptable en el momento en que se asocia con determinadas imágenes visuales. A mí no me ocurre esto. Escucho siempre bandas sonoras, incluso de películas que no he visto porque sé que no me van a gustar. Te pongo unos ejemplos: «Carros de fuego», «El último mohicano» y «The Piano».
Abrazos mil.
Creo que la cuestión se concreta bastante bien si atendemos a dos partituras muy distintas en películas que no tienen nada que ver. Ya que citas a Herrmann, el caso «Psicosis» y la escena de la ducha, la intención inicial de Hitchcock de privarla de música y la intuición de Herrmann al sentir cómo se podría explotar exponencialmente todo el potencial de la secuencia si se acompañaba de los sonidos adecuados. Por otro lado, en cuanto a la afirmación de Stravinsky: ¿y ese concierto escrito por Miklós Rózsa para «La vida privada de Sherlock Holmes»? Creo que ni siquiera Igor se atrevería a negar la poderosa dimensión musical que esta partitura adquiere por sí misma al margen de la película. Dicho sea como ejemplo. Ciertamente, ligada a las imágenes y al recuerdo evocador de ellas cobra otro aire, pero ¿acaso no es maravillosa por sí misma, sin dependencia alguna de nada más?
Empezó Scorsese y continuaron otros como Kasdan («Reencuentro») o Tarantino. Al final sale más barato pagar derechos de canciones sueltas que alquilar orquestas, toda vez que las de los países del Este, en los noventa tan baratas para grabar, ya han subido las tarifas, y además, como bien dices, luego haces negocio en las tiendas de discos (si es que queda alguna). Naturalmente, eso también ha tenido su traducción española, y, en fin, ya te puedes imaginar… Tal vez sea otro signo de degradación, ahora que los grandes maestros de otro tiempo empiezan a faltar. No obstante, es un terreno en el que cabe conservar cierta esperanza, ya que a menudo la música es lo mejor, o lo más digno, de las cintas de estreno.
«Carros de fuego» es excelente contra el insomnio. Nunca he entendido su fama, más allá de la música (cuyo tema central, la verdad, ya huele); «El último mohicano» tiene lo peor que puede tener una película que adapta una obra literaria (una porción de una serie de obras, en realidad) y que se centra en la aventura y la acción, con unos toques de historia: ínfulas. Quiere trascender y, la verdad, no lo consigue. Y en cuanto a «El piano», para mí es la mejor de las tres. La que tiene cine, al menos.
Abrazos
Me parece tan hermosa la banda sonora de ALEX NORTH para Espartaco. El tema de amor siempre que lo escucho me conmueve. Qué historia más interesante tiene North…, cómo me gusta también en Un tranvía llamado deseo. Curiosamente con esta banda sonora, con mucho jazz de fondo, empezó ese fenómeno de vender las composiciones musicales de las películas aparte…
Es curiosa su propia odisea con la composición que realizó para esta película, pero sin duda nuestra percepción de la película con su música hubiese sido otra (qué asunto más interesante). No la he escuchado entera, y me parece muy interesante y arriesgado lo escuchado hasta ahora, pero creo, humildemente, que Kubrick acertó con la música de 2001.
Beso
Hildy
Alex North tiene una producción musical excepcional, incluida esta partitura. Pero, como bien dices, Kubrick, especialmente en la segunda parte de su carrera, se dio cuenta de que la música clásica, por su carga temática y por su bagaje histórico-artístico, le proporcionaba una riqueza de matices, unos niveles de lectura mucho más amplios para el espectador adelantado que el mero uso de una partitura compuesta ad hoc. El ejemplo fundamental, y sin música, es utilizar la palabra «Fidelio» (que proviene de una ópera de Beethoven; otra vez Beethoven…) como contraseña de la sociedad secreta erótico-festiva de «Eyes Wide Shut». Porque cuando lees el argumento de la ópera y enlazas con el tema y el desarrollo de la película esto te da claves que al espectador común se le escapan, pero que están ahí. Esto mismo lo hace Kubrick con la música continuamente, desde «2001» en adelante. Todas las músicas empleadas tienen un valor añadido que, sin dejar de complementar y subrayar el aspecto formal, completan el discurso con su propia naturaleza de obra independiente. En este caso, ¿no bailan el vals las naves espaciales en su maniobra de acoplamiento? Apuntemos por ahí, la naturaleza del vals, la época de eclosión del vals, los rituales, la cultura, el estado mental de las sociedades en las que alcanzó el éxito el vals… Y comparemos con la película. Kubrick se convierte así en un poliedro infinito.
Besos