Un pelotón de soldados alemanes liderados por el sargento Steiner (James Coburn) no solo soporta estoicamente las privaciones y los fuertes combates del frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial; también tiene que apechugar con la llegada de un nuevo capitán, Stransky (Maximilian Schell), un aristócrata prusiano ansioso por conseguir la mayor de las glorias militares simbolizada por la más alta condecoración de la Werhmacht, imbuido de delirantes ambiciones y de propósitos suicidas (para las tropas bajo su mando, no para él mismo).
La música compuesta para Ernest Gold para esta obra maestra de Sam Peckinpah capta todo el horror de la guerra total, con ese contraste entre la canción infantil, ingenua pero, en cierto modo, terrorífica, y los pomposos aires de marcha militar.
Mi querido Alfredo, te veo muy bélico en tus últimas entradas…
La verdad es que es un género que deja películas de diversa índole y muchas veces no solo impresionantes, sino contando unas historias y unos puntos de vista para reflexionar, debatir y analizar.
Ya sabes que a mí la última que me ha gustado bastante ha sido Los vencedores de Carl Foreman. Y no puedo olvidar tampoco lo que me impactó ¡Ataque! de Robert Aldrich. También siempre me ha interesado la filmografía que toca la guerra de Vietnam. Pero mi lista de cine bélico sería larga, y eso que no es de los géneros que más frecuento. La de Sam Peckinpah que hoy nos traes es una de las pocas pelis de su filmografía que me quedan por ver. Pronto lo haré.
Beso
Hildy
Caramba, pues es verdad… Bueno, ha sido sin querer.
El mejor cine bélico es el antibélico, una paradoja que probablemente no se da en ningún otro campo. Es decir, cuanta más pompa y fanfarria y más propaganda y más exaltación, peor es la película. En este caso, esta es una auténtica obra maestra, y ya estás tardando a verla, me parece a mí.
Besos