Howard Shore pone la música a esta obra maestra (con devaluador título español) de Martin Scorsese, la humilde y perturbadora epopeya urbana personal de un insomne informático neoyorquino (Griffin Dunne, aunque el papel estaba pensado para Robert De Niro) que pierde el último metro de la noche al regreso de una cita extraña y fallida. Comienza para él una inquietante, fascinante y peligrosa aventura nocturna repleta de personajes extraños y de excéntricos giros de la fortuna en algunos de los barrios más sórdidos de una Nueva York, una ciudad muy distinta de la de Woody Allen y la de las comedias románticas ochenteras, una jungla de sombras, delirio y trampas del destino que plantea agudamente el problema de la soledad y la incomunicación de los seres humanos en el anonimato de las grandes urbes contemporáneas.
¡Tengo que verla otra vez!
Me gustó en su momento y en las revisitas que he hecho posteriormente, pero reconozco que no es una de las películas que más he revisado de Scorsese. De hecho, ahora mismo sería incapaz de contarla con detalle. Me gustan las películas que muestran las ciudades de una manera distinta a la que estamos acostumbrados. Como ocurre, por ejemplo también con Venecia y Amenaza en la sombra, por ejemplo.
En fin, seguro que en algún momento regreso a ella.
Beso
Hildy
Mi querida Hildy, para mí es una de esas que llamamos «películas de mi vida», de las que ves en un momento muy concreto, recuerdas cómo y con quién, y te van acompañando periódicamente. El primer visionado, que fue el mejor, en familia, con padres y hermano, asistiendo incrédulos, boquiabiertos y carcajeantes a las evoluciones de este botarate urbano.
El cine, como la literatura, ha construido la personalidad de las ciudades, eso mismo que hoy está desapareciendo porque, más allá de los monumentos y las atracciones para turistas, todas se esfuerzan por parecerse unas a otras.
Besos