En Nueva York, una calurosa madrugada, la modelo Jean Dexter es asesinada a sangre fría. El teniente de homicidios Daniel Muldoon (Barry Fitzgerald) se hace cargo del caso con la ayuda de un joven y competente detective, Jimmy Halloran (Don Taylor). Mientras la policía tratan de desentrañar los motivos que condujeron a la muerte de la chica y de encontrar a su asesino, la vida cotidiana sigue como si tal cosa en el corazón de la populosa urbe.
Un gran director que en raras ocasiones se menciona cuando se habla del cine negro norteamericano. Al igual que “La ciudad desnuda” y “Noche en la ciudad” eran retratos de Nueva York y Londres respectivamente y “Rififí” es un retrato de París, y no solo un reportaje documental, sino una evocación sugerente y lírica de la atmósfera de la ciudad. Liberado de la censura norteamericana y del Código Hays, Dassin pudo realizar su película más auténtica y personal sobre el mundo de la delincuencia, una película que resiste incluso la comparación con la vigorosa «La jungla de asfalto» John Huston. El pobre Dassin que no tuvo más remedio que huir de las persecuciones de McCarthy, supo aprovechar la existencia en Francia de un sistema de censura mucho más relajada para mostrar una imagen de la vida de los delincuentes, que en Estados Unidos habría sido todavía impensable. Por ejemplo, en “Rififí” su secuencia muda de 30 minutos de duración en la que presenta el robo se convirtió en un modelo para todo este subgénero y fue posteriormente parodiada por el propio Dassin en su secuencia del robo de joyas en Topkapi.
Veo que estás muy film noir. ¿Qué te traes entre manos?
Abrazos mil y buen finde, amigo mío.
Nada, nada, Paco, nada entre manos. Bueno, tú ya sabes qué, pero poco noir…
Ciertamente, Dassin es uno de esos semiolvidados que tiene un buen puñado de títulos interesantes, y no solo noir. Supongo que, como tantos, pagó en la posteridad las tensiones que le tocó vivir. Pero es cierto que volver prácticamente a cada película suya es un gusto y, a menudo, una sorpresa. La cuestión es que hoy, cuando ciertas generaciones ya no saben nada de lo que pasó en la década anterior de su nacimiento, quién va a ocuparse de recordar a Dassin. Por eso, quizá, se me ocurrió compartir hoy algo de él.
Abrazos
Todo un acierto dedicarle a Dassin esta pequeña reseña. Un hombre que sufrió la infamia del macartismo y que tuvo que huir de un país –el suyo propio– que se autoproclama de la libertad, para hacer ejercicio, sin persecuciones ni cazas de brujas, precisamente de eso: de la libertad.
Curiosamente, de lo que he visto de su cine las que más me han gustado han sido sus noir: Fuerza bruta, Noche en la ciudad y Rififí (extraordinaria escena la del robo sin una sola palabra).
Un abrazo muy fuerte Alfredo.
Un clásico injustamente olvidado u obviado (que es peor, porque se le recuerda y, aun así, se le margina). En otros ámbitos (hablo principalmente de «Fedra») incorpora magníficamente, aunque en un tono distinto, algo que es también propio del noir que tan bien dominó, y que es la influencia de la tragedia griega clásica, es decir, del fatum. Quizá el resultado, tamizado por las influencias europeas, pueda resultar a priori menos atractivo, pero es igual de contundente.
Un abrazo
¡Qué brutalmente hermosa es Noche en la ciudad! Qué ganas de verla de nuevo.
La ciudad desnuda, cine negro del bueno. Nueva York es un protagonista fundamental…
Es un género que adoro.
Y Dassin sabía muy bien las claves.
Pero curiosamente hay otra película de este director, ya en el exilio, a la que tengo gran cariño y donde se aleja totalmente del mundo sombrío que solía reflejar en el cine negro: Nunca en domingo. Una película donde transmite ganas de vivir… Y además aparece como actor también.
Beso
Hildy
Ay, la tengo que refrescar, pero recuerdo que me gustó mucho «Nunca en domingo» (la vi un sábado, por si acaso…).
A mí el «noir» cada vez me gusta más, quizá porque encuentro en él la mirada profunda y desencantada que en propuestas más actuales me parece de postal, o de postureo.
Besos
Imagino que a Jules Dassin no debió de gustarle mucho la voz en off que va dando explicaciones a lo largo de la película: más allá de la advertencia inicial del omnipresente productor indicando que el rodaje se hizo en las calles (totalmente gratuíta, pues bien reflejado queda) da la sensación que fue una imposición del mandamás económico que por lo menos a mí me agrada muy poco.
Todo un acierto, no obstante, la elección de Barry Fitzgerald como protagonista, tanto como la observación de la vida cotidiana de los policías y de la ciudad en sí misma y el uso afortunado de muchos extras que están en su lugar de trabajo habitual.
Recomendable verla si es posible en v.o.s.e. para disfrutar de las voces de Fitzgerald y Duff.
Un abrazo.
Pues es que a Mark Hellinger, el productor, le gustaba meter mano creativa, aunque fuera testimonial, para que se viera de algún modo su firma. Inecesario, porque como productor tenía unos intereses y un estilo muy concretos y reconocibles, pero, ay, la vanidad de ver el nombre propio en todas partes…
En todo este poderío visual destaca la influencia del fotógrafo WeeGee, quizá más directa que en otras películas del género.
La VOS (o VOSE) siempre.
Abrazos