Tópica y típica historia de superación personal, y de grupo, enmarcada en el mundo del baloncesto estadounidense no profesional de la década prodigiosa de los cincuenta, la mejor baza de esta cinta es un trío protagonista (Gene Hackman, Barbara Hershey y Dennis Hopper), que se mueve con solvencia y mucho carisma entre las costuras de un argumento que parte del lugar común afín al western (un extraño cuya inmersión en un círculo cerrado local despierta suspicacias, celos, envidias y odios) en dirección hacia el hallazgo de la redención personal de un pasado atormentado y el redescubrimiento del orgullo y la autoestima de una comunidad venida a menos. Héroes domésticos ordinarios y cultura de la victoria, valores muy americanos que recrea y refuerza la banda sonora compuesta por Jerry Goldsmith.
Pero la victoria o el éxito de unos es la derrota de los otros, o a base de escalar sobre otros (y en todos los campos y aspectos: económicos, sociales… incluido el que te toque la lotería). Y esos otros no siempre son los malos o los chulos como en las películas…Es otra propaganda idealista «peligrosa» aunque, eso sí, comúnmente aceptada y deseada cada vez más.
Los derrotados no interesan; los perdedores, menos todavía. Es la reducción esquemática de las cosas al moralismo más burdo, que ya estamos sufriendo en España, y que cuando lo veíamos en las películas americanas nos parecía una «americanada». Pues ya es una españolada: el puritanismo moral, el prestigio del papel de víctima y el culto a las historias de superación.