Anarene, Texas, años 50. Tres jóvenes amigos, Sonny, Duane y Jacy, son adolescentes insatisfechos y aburridos que encaran el final de sus años jóvenes y el nacimiento de las responsabilidades de la edad adulta. A su alrededor, el desolado entorno de un pueblo moribundo, últimos resquicios del lejano Oeste, un tiempo estancado que transcurre entre un salón de billar, un café abierto toda la noche y una vieja sala de cine que proyecta Río Rojo (Red River, Howard Hawks, 1948). Una obra maestra sobre la frustración, la traición y la pérdida, sobre las promesas incumplidas, las certezas destruidas y las seguridades inexistentes. Todo ello, en el espléndido blanco y negro de Robert Surtees.
Una obra maestra. Eso me dije cuando la ví de estreno y ahora, medio siglo más tarde, sigo pensando lo mismo.
Un abrazo.
Porque sigue siéndolo.
Abrazos.
Es de esas películas que no me importa si la vuelvo a ver otra vez. Siempre me gusta.
Qué bien están todos en esta película, pero recuerdo que la primera vez me llamó sobremanera la atención el personaje de Timothy Bottoms. Qué carrera más extraña tuvo después este actor, ¿verdad? Esa secuencia final entre él y Cloris Leachman es el reflejo de la melancolía y el desencanto que puede arrastrar la vida.
Besos
Hildy
Nunca volvió a estar tan bien. O nunca volvieron a darle papeles tan buenos. No sé si el apellido tendría algo que ver… Jajaja.
Besos