Palabra de Bette Davis

“La vejez no es lugar para blandos”.

“Si nunca has sido odiado por tu hijo es que nunca has sido padre”.

“Todo el mundo tiene corazón excepto alguna gente”.

“Sobreviví porque era más fuerte que cualquiera”.

“Hollywood siempre quiso que fuese guapa, pero yo luché por ser real”.

“En este negocio hasta que no seas conocido por ser un monstruo no eres una estrella”.

“Nunca he sido amiga de las actrices. Su conversación me aburre hasta las lágrimas”.

“Fui la Marlon Brando de mi generación”.

“En esta carrera de ratas todo el mundo es culpable hasta que se demuestre su inocencia”.

“Esto siempre ha sido un lema para mí: intenta lo imposible para poder mejorar tu trabajo”.

“Psicoanálisis. Fui tres veces. Luego decidí que lo peculiar que hubiese en mí era probablemente lo que me hacía triunfar. He visto algunos actores talentosos ir a psicoanálisis y perderse”.

“Conseguir tu sueño y haber tenido la oportunidad de crear es la carne y las patatas de la vida. El dinero es la salsa”.

“La gente a menudo se convierte en actores porque hay algo de ellos mismos que no les gusta: prefiere parecer otros”.

“No me arrepiento de ni uno solo de los enemigos profesionales que he hecho. Cualquier actor que no se atreva a hacer enemigos debería ser expulsado del negocio”.

“Una manera certera de perder la felicidad es quererla a toda costa”.

“El sexo es la broma de Dios a los seres humanos”.

“Me casaría otra vez si encontrara a un hombre que tuviera 15 millones de dólares, firme darme la mitad y me garantice que va a estar muerto en un año”.

“La clave de la vida es aceptar retos. Una vez que uno para de hacerlo, está muerto”.

“La vida es una broma y todas las cosas lo demuestran. Una vez lo pensé, pero ahora lo sé”.

“La vez que mejor me lo he pasado con Joan Crawford fue cuando la empujé por las escaleras en ¿Qué fue de Baby Jane?

“Estoy destinada a una eternidad de trabajo compulsivo. Ningún objetivo conseguido me satisface. El éxito solo genera un nuevo objetivo. Es interminable”.

“Me encantaría besarte, pero me acabo de lavar el pelo”.

“No me retiraré mientras tenga piernas y mi neceser de maquillaje”.

“No me tomo las películas en serio, todo el que lo hace termina con dolor de cabeza”.

“Ola tras ola el amor inundó el escenario y me cubrió, fue el principio del único gran romance de mi vida”.

“No pidamos la luna. Ya tenemos las estrellas”.

“Sin preguntarse nada a uno mismo y mirar para dentro, actuar es solo un intercambio. Con ello, se convierte en creación”.

Palabra de Vivien Leigh

-Mis padres eran franceses e irlandeses y nuestra familia tiene incluso sangre española, y yo amo a los Estados Unidos y me considero parte estadounidense.

-El individuo es simplemente un intérprete de lo que el dramaturgo piensa, y por lo tanto, cuanto mayor sea el dramaturgo, más satisfactorio es actuar en las obras.

-Cuando entro al teatro, siento una sensación de seguridad. Me encanta la audiencia. Me encanta la gente, y actúo porque me gusta tratar de dar placer a la gente.

-Eva Perón fue una persona afortunada. Murió a los 32 años. Yo ya tengo 45.

-[George Bernard] Shaw es como un tren. Uno solo dice las palabras y se sienta en su lugar. Pero Shakespeare es como bañarse en el mar, uno nada donde quiera.

-Yo no soy una estrella de cine, soy una actriz. Ser una estrella de cine es una vida falsa, vivida por valores falsos y publicidad.

-A veces temo la verdad de las líneas que digo. Pero ese temor no se debe mostrar.

-La gente piensa que si pareces bastante razonable no puedes actuar, y como solo me importa actuar, creo que la belleza puede ser una gran desventaja.

-¿Recuerdas ese fragmento en el que Scarlett expresa su felicidad de que su madre esté muerta, para que no pueda ver lo mala que Scarlett se ha vuelto? Bueno, esa soy yo.

-La comedia es mucho más difícil que la tragedia, y un entrenamiento mucho mejor. Es mucho más fácil hacer llorar a la gente que hacerla reír.

Vidas de película – Samantha Eggar (1939)

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Samantha Eggar vino al mundo del cine, nominación al Óscar incluida,  con la espléndida El coleccionista (The collector, William Wyler, 1965), donde interpretaba a Miranda Grey, el objeto de (patológico) deseo del protagonista.

Antes de eso, Samantha había destacado como actriz de teatro, especialmente en un montaje de El sueño de una noche de verano que llamó la atención de un productor de películas que le ofreció un contrato. Su fulminante reconocimiento fue prácticamente flor de un día, puesto que en Hollywood encadenó una serie de películas mediocres cuyos títulos más significativos (cómo serán los demás…) son Apartamento para tres (Walk don’t run, Charles Walters, 1966), la última -y fallida- película de Cary Grant, con Jim Hutton (el padre de Timothy) completando el reparto, y la comedia musical animada -y animalada- El extravagante doctor Dolittle (Doctor Dolittle, Richard Fleischer, 1967), importante bodrio de dos horas y media.

Refugiada en la televisión, en los años setenta participó en Odio en las entrañas (The Molly Maguires, Martin Ritt, 1970) y en Cromosoma 3 (The brood, David Cronenberg, 1979), antes de un sano retiro anticipado. Entre 1964 y 1971 estuvo casada con el también actor Tom Stern.

 

Vidas de película – Capucine

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Germaine Lefébvre, ‘Capucine’, nació en enero de 1931 en la localidad francesa de Toulon, en la costa mediterránea. Saltó de las pasarelas al cine en la década de los sesenta, logrando amplia repercusión como esposa infiel de Peter Sellers en La pantera rosa (The pink panther, Blake Edwards, 1963).

Antes de eso, además de convertirse en amante de William Holden, ya había aparecido en la pantalla junto a Dirk Bogarde en el biopic sobre Franz Liszt Sueño de amor (Song without end), codirigida por Charles Vidor y George Cukor, y en el western (northwestern en realidad) Alaska, tierra de oro (North to Alaska, Henry Hathaway), con John Wayne y Stewart Granger, ambas de 1960, así como en la atrevida La gata negra (Walk on the wild side, Edward Dmytryk, 1962), que contribuyó a amplificar los comentarios sobre la supuesta bisexualidad de la modelo y actriz.

Compartió reparto con Holden en El león (The lion, Jack Cardiff, 1962) y El séptimo amanecer (The seventh dawn, Lewis Gilbert, 1964), en la que interpreta a una más que improbable guerrillera comunista malaya, y volvió asimismo a repetir en secuencias cómicas con Peter Sellers en ¿Qué tal, Pussycat? (What’s new, Pussycat?, Clive Donner, 1965). Dos de sus trabajos más importantes fueron para Joseph Leo Mankiewicz en Mujeres en Venecia (The honey pot, 1967) y para Federico Fellini en Satyricon (1969), y, tras tocar «chufa» en el cine español con Las crueles (Vicente Aranda, 1969), retornó al western en la «exótica» (producción francesa dirigida por un inglés, con reparto francés, suizo, norteamericano y japonés) Sol rojo (Soleil rouge, Terence Young, 1971).

Durante los años setenta participó en mediocres filmes italianos, especialmente para Sergio Corbucci, y en los ochenta accedió a aparecer en las peores secuelas de la saga de la pantera rosa de Edwards.

Finalmente, en marzo de 1990, Capucine se suicidó lanzándose desde la ventana de un octavo piso en la ciudad suiza de Lausana.

Vidas de película – Lilli Palmer

Lilli Palmer

Para el espectador español, Lilli Palmer, nacida como Lillie Marie Peiser en 1914 en la localidad alemana de Posen, hoy la polaca Poznan, siempre será el rostro de la directora del internado de la famosa película de Narciso Ibáñez Serrador titulada La residencia (1969). Este personaje tenía un antecedente directo, interpretado por ella misma, en la cinta alemana Corrupción en el internado (1958), un remake (vuelto a filmar en Estados Unidos en 2006) de otra película previa de 1931 en la que se trataba abiertamente la cuestión del lesbianismo en una escuela femenina.

Pero la carrera de Palmer fue mucho más amplia y variada, y tuvo desarrollo en un buen número de países. Además de en Alemania y España, trabajó nada menos que a las órdenes de Alfred Hitchcock en su intriga El agente secreto (1936). Durante su etapa británica, antes de marcharse a Hollywood, contrajo matrimonio con el actor Rex Harrison, del que se separó tras catorce años de matrimonio en 1957. En Hollywood participó en Cuerpo y alma (1947), película de boxeo protagonizada por John Garfield, y en Francia formó parte del reparto de la película de Jacques Becker Los amantes de Montparnasse, una historia de amor con el pintor Modigliani como personaje central. A esta fase de su carrera pertenece también La guerra secreta de sor Catherine (1960), producción británica en la que interpretaba a una monja que promueve la evasión de unos niños judíos de un campo de internamiento en la Italia de la Segunda Guerra Mundial.

Otros papeles importantes en su carrera son, de nuevo en el marco de la Segunda Guerra Mundial, en la espléndida película de George Seaton Espía por mandato (1962), con William Holden, en Edipo rey (1967), en el que interpretaba a Yocasta, la madre del protagonista, y en Los niños del Brasil (1978), adaptación de la novela de Ira Levin dirigida por Franklin J. Shaffner con Gregory Peck, Laurence Olivier y James Mason.

Lilli Palmer falleció el 27 de enero de 1986, a los 71 años.

Vidas de película – Felicia Farr

El nombre de Felicia Farr no dice demasiado en la historia del cine, y sin embargo atesora en su currículum interpretativo un buen puñado de títulos relevantes, además de contar en su vida personal con el «mérito» de haber sido la esposa de uno de los mejores actores de todos los tiempos: Jack Lemmon.

Nacida en el estado de Nueva York en 1934, Felicia se hizo un hueco en el cine gracias a su aparición en unos cuantos westerns durante la década de los cincuenta, entre ellos una tripleta a las órdenes de Delmer Daves, La ley del talión (The last wagon, 1956), junto a Richard Widmark, Jubal (1956), con Glenn Ford y El tren de las 3:10 (3:10 to Yuma, 1957), acompañando de nuevo a Ford y a Van Heflin.

A finales de los cincuenta y principios de los sesenta dio el salto a la televisión, participando en series como Los tres mosqueteros, donde interpretaba a Constance, la novia de Artagnan, La hora de Alfred Hitchcock o Bonanza. Tras contraer matrimonio con Lemmon en 1962, su suerte cinematográfica quedó ligada de alguna manera al terceto Lemmon-Matthau-Wilder. Felicia Farr es una de las cuatro patas de la magnífica comedia de Billy Wilder Bésame, tonto (Kiss me,  stupid, 1964), junto a Ray Walston, Dean Martin y Kim Novak. En la película interpreta a la esposa de Walstone, que sustituyó a Peter Sellers, que sufrió un ataque al corazón en pleno rodaje y debió retirarse por prescripción médica (cuatro años antes le había ocurrido lo mismo a Billy Wilder con Paul Douglas en El apartamento, aunque con peor suerte: Douglas falleció y Fred MacMurray tuvo que hacerse cargo a toda prisa del personaje de Sheldrake). Con Walter Matthau había participado ya en Onionhead (1958), y repitió en Kotch, dirigida por su esposo en 1971, y La gran estafa (Charley Varrick, Don Siegel, 1973). Con su marido coincidiría en el reparto de ¡Así es la vida! (That’s life, Blake Edwards, 1986). Después de esa película se retiró definitivamente de la interpretación.