Mis escenas favoritas: Plácido (Luis García Berlanga, 1961)

En estas fechas tan señaladas procede recuperar un momento de la que a buen seguro es la gran obra maestra cinematográfica sobre la Navidad. Además de toda una lección sobre el uso del plano secuencia, esta comedia negra salida del genio de Berlanga y Rafael Azcona, con la colaboración de José Luis Colina y José Luis Font, que trata sobre las circunstancias en que se desarrolla la campaña denominada «Siente un pobre a su mesa» (título original del guión, obligado a modificar por la censura) que a unas buenas amas de casa burguesas se les ocurre organizar durante las Navidades en una ciudad de provincias, revela toda la hipocresía de la sociedad española de su época, la franquista, no solo la propia de las fiestas, sino la subyacente en todo el sistema de apariencias, relaciones e influencias que sostenían (y sostienen) una forma de vida. Una cultura de la imagen de falsa respetabilidad pública que, lejos de desaparecer, se ha acentuado con el tiempo, y cuyo tratamiento, aunque situado en la España de la dictadura, excede lo puramente español y deviene en universal.

Mis escenas favoritas: Los santos inocentes (Mario Camus, 1984)

En el año del centenario de Miguel Delibes, conmemorado el pasado 17 de octubre, recuperamos esta pieza que contiene el montaje de algunos de los episodios más elocuentes de esta gran película, perfecto retrato del siglo XX español y tal vez la mejor obra sobre la Guerra Civil española que, además de su más dramático y decisivo episodio de 1936-1939, perdura y se mantiene de un modo u otro viva en este país desde 1808.

Mis escenas favoritas: El mundo sigue (Fernando Fernán Gómez, 1963)

No es de extrañar que esta obra maestra de Fernando Fernán Gómez solo contara con un estreno testimonial y de inmediato sufriera el tijeretazo y el ostracismo de la censura franquista. La carga dramática y la lucidez en la mirada de la doble moral de la sociedad española (de entonces y de ahora, y no solo española), con el añadido de un potente e insólito (para la época) desenlace, hacen de esta película uno de los clásicos imprescindibles del cine europeo de su tiempo, si no algo más. Una cinta de primer orden cuyo análisis, repleto de temas, matices, niveles de profundidad, resulta casi interminable, en la que Fernán Gómez retrata a la perfección la idiosincrasia de una sociedad como la de entonces (y no solo de entonces), podrida, sin valores, pervertida por el mundo de las apariencias y del ascenso social rápido y fácil, que alude directamente a un sistema económico, político, social y moral corrompido, no ya en las altas esferas, sino en todos los niveles de la sociedad. Todo lo que implica una obra maestra que va mucho más allá del cine.

La conclusión no puede ser más dramática y desoladora, además de un prodigio de montaje y de empleo de recursos cinematográficos.

Absténganse quienes no hayan visto la película. El final desvela demasiado y el conocimiento previo amortiguaría su demoledor efecto en el espectador primerizo.

Mis escenas favoritas: El crack Dos (José Luis Garci, 1983)

Germán Areta es mucho Areta. Una vez superada la prueba de la primera entrega, Landa ya no vovería a correr el riesgo de resultar risible encarnando al detective cinematográfico español por antonomasia.

Música para una banda sonora vital: Plácido (Luis García Berlanga, 1961)

Plácido, que no pudo titularse, como era la intención inicial de Luis García Berlanga y Rafael Azcona, Siente un pobre a su mesa debido a las restricciones de la censura, es la gran obra maestra cinematográfica sobre la Navidad, que además sirve para ilustrar meridianamente, desde una perspectiva crítica que no excluye la ternura, las pequeñas mezquindades y miserias morales de la sociedad civil franquista. Por añadidura, va acompañada de la inolvidable música de apertura de Miguel Asins Arbó.

Mis escenas favoritas: Atraco a las tres (José María Forqué, 1962)

Recurrimos de nuevo a otra secuencia de esta magistral comedia del zaragozano José María Forqué, una parodia del cine de atracos tan en boga en la época que reúne a algunos de los más importantes nombres de la comedia española de aquel tiempo. El personaje de José Luis López Vázquez, Fernando Galindo, y su coda «un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo» son no solo patrimonio imperecedero del cine español, sino impagables muestras de valor sociológico sin plazo de prescripción.

Mis escenas favoritas: La escopeta nacional (Luis García Berlanga, 1978)

Dos muestras de la actual vigencia de esta excepcional comedia de Luis García Berlanga, una auténtica radiografía de la idiosincrasia de ciertos sectores aún vigentes, incluso dominantes, en la sociedad española.

La perra vida: El mundo sigue (Fernando Fernán Gómez, 1963)

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Diez minutos de visionado bastan para comprender por qué la censura franquista saboteó esta indiscutible obra maestra del cine español dirigida por Fernando Fernán Gómez en 1963 e impidió su estreno normalizado. Y es que, camuflada bajo la apariencia de una fórmula folletinesca y de «cine social» admisible dentro de los cánones de la dictadura, El mundo sigue es un revelador y demoledor testimonio de la doble moral y del podrido y enfermizo sistema de valores de la sociedad franquista, y por extensión, porque trágicamente no ha caducado ni pasado de moda, de la vida en España en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. Tan aparentemente convencional en su forma como inusualmente moderna e innovadora, tan aguda y sagaz en sus desarrollo como valiente y profunda en su planteamiento, la película se ha erigido por derecho propio como un clásico instantáneo del cine español, como un título de referencia, una película que debería servir de espejo a la actual producción nacional, y que confirma a Fernando Fernán Gómez como una de las más importantes figuras de la cultura española y uno de los más importantes puntales de su creación artística.

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Fernán Gómez siempre reconoció, incluso en los créditos del filme, en los que el nombre del autor acompaña al título, que todos los temas de la película, todo lo que se ha aplaudido como atrevido y reflexivo, ya aparecía en la novela de Juan Antonio Zunzunegui de la que parte el guion. Fernán Gómez lo que logra es introducir en una narración formalmente convencional toda una serie de cargas de profundidad, ya presentes en la novela, que, salvo contadísimas excepciones (la triple B del cine español: Buñuel, Berlanga y Bardem), no se habían siquiera insinuado en el cine español fuera de la tutela moral de la Iglesia, el ejército o la «formación del espíritu nacional». Presupuestos como la corrupción moral de la sociedad, los prioritarios y ansiosos deseos de ascenso social y confort material, la relativización de los valores familiares, la abierta crítica a la cárcel del matrimonio, la puesta en evidencia de fenómenos como el adulterio o la prostitución como herramientas para conseguir los objetivos vitales, el aborto como forma de evitar incidencias indeseadas, retrasos o impedimentos en la consecución de esos objetivos, y la aceptación por los otros, incluso su compartido aprovechamiento colateral, son en todo punto contrarios al ideal que la moral franquista -todavía demasiado presente en la sociedad española actual- pretendía vender como realmente imperante en la vida pública nacional. Eso, por no hablar de la revolucionaria y brutal conclusión (incluso para el Hollywood de la época), mostrada con todo detalle y absolutamente inadmisible por parte de la censura eclesiástica franquista, en la que la libertad de elección se lleva hasta el último extremo. La película subvierte valores supuestamente deseables, espirituales (como el derecho a la vida) y pretendidamente nacionales como la familia, el trabajo honrado, el papel tutelar del Estado y de las fuerzas de orden público, además de la Iglesia, y las bondades de la forma de vida como virtudes cardinales para una vida feliz. Continuar leyendo «La perra vida: El mundo sigue (Fernando Fernán Gómez, 1963)»

Ese otro cine español – Felices Pascuas (Juan Antonio Bardem, 1954)

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La primera película de Juan Antonio Bardem como director en solitario, Felices pascuas (1954), a priori parece una Canción de Navidad para pobres: Juan (Bernard La Jarrige), barbero de profesión, es agraciado con el Gordo de la Lotería de Navidad y, aunque es un premio modesto (unas 15.000 pesetas), insiste en que tanto él como su mujer, Pilar (Julita Martínez), que hace manicuras en un salón de belleza, abandonen sus empleos. Solo cuando regresa a casa descubre que sus papeletas se han esfumado en participaciones repartidas entre el vecindario, y que lo único que le ha tocado en realidad es un cordero en una rifa en la que jugaban el mismo número. Una vez pasado el disgusto, la perspectiva de cenar cordero en Nochebuena no parece tan mala, aunque hay un leve inconveniente: el cordero está vivo y habría que sacrificarlo, y los hijos del matrimonio se han encariñado con él…

En los 85 minutos de película coexisten dos planos diferenciados: el evidente, la comedia costumbrista de tono moralizante, humor blanco y corte sentimental, en la que la proximidad de la Navidad y la presencia de niños y de mascotasmarca el tono general y desempeña un papel relevante, fácilmente atribuible a la labor en el guión de José Luis Dibildos y Alfonso Paso; por otro lado, el oculto, el subterráneo, que viene a coincidir más bien con los postulados artísticos e ideológicos del coguionista Bardem en cuanto al retrato crítico de la sociedad española de la posguerra. El primero carece de interés, o bien este se circunscribe a los cánones del sentimentalismo más alimenticio; el segundo, en cambio, si bien amortiguado y por fuerza nada explícito, bien visto resulta casi revolucionario: solo así se explica que en el cine español de los 50 un personaje pueda gritar a voz en cuello «¡Viva la libertad!», teniendo en cuenta además que se lo grita a su jefe, un tipo bajito, regordete, calvo y con bigotito, al que por añadidura tilda de mandón y tirano. Esta lectura contestataria, que alcanza a estamentos como el clero, la policía o el ejército franquistas (incluido un amago de guerra civil involuntaria, producto de la incompetencia y estupidez del estamento en cuestión) es la que hace estimable este film de Bardem, por lo demás discreto.

Otro de las aspectos estimulantes de la cinta es la aparición de caras conocidas en pequeños papeles, que compensan, al menos en parte, el poco atractivo de la pareja protagonista (una insulsa Julita Martínez y un francés soso, poco dotado para la comicidad, que obliga a demás a que todo el metraje sea doblado al castellano en estudio, con la consiguiente pérdida de espontaneidad y cercanía). Para empezar, el propio director se incluye como recadero del bar en cuyo teléfono la familia espera noticias sobre el hallazgo de Bolita, apelativo del cordero protagonista una vez que es ya admitido como uno más de la familia, aunque son dos actores, patrimonio artístico español, los más relevantes: el primero, un joven Manuel Alexandre como recluta poco interesado en los rigores castrenses, fugado del cuartel y necesitado de regresar antes de que se haga el recuento, y el segundo, José Luis López Vázquez, taxista del que depende el accidentado tránsito final de la familia para su feliz reunión en torno a la mesa navideña. Continuar leyendo «Ese otro cine español – Felices Pascuas (Juan Antonio Bardem, 1954)»

Mis escenas favoritas: Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri, 1984)

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Y así seguimos, más preocupados por las victorias que por las paces, y aguardando que llegue por fin ese verano…