Encuentro de oriente y occidente: El vuelo del globo rojo

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La mayor virtud de esta película del reputado director chino Hou Hsiao-Hsien, cineasta de talla mundial del que en cambio sólo se han estrenado seis películas en España, es precisamente el complejo discurso que subyace tras las bellas y aparentemente banales -y también en ocasiones aburridas- imágenes con las que ilustra la historia, por llamarla de alguna forma, de Song Fang (interpretada por ella misma), una joven de Taiwan que viaja a París para estudiar cine y que se emplea en casa de Suzanne (Juliette Binoche), una actriz que trabaja poniendo voz a un espectáculo de marionetas, para cuidar a su hijo Simon y obtener así un sueldo con el que costear su estancia y sus estudios. Y este discurso a varias bandas que introduce subrepticiamente bajo el acopio de escenas cotidianas con que nos obsequia, y a veces nos bombardea, no es otro que la especial relación de atracción y alejamiento que caracteriza las relaciones entre las culturas oriental y occidental, una cuestión fundamental para gran parte de los cineastas orientales dado que, al mismo tiempo que poseen una identidad propia, diferenciada y reconocible, tanto en la forma de narrar como en el tratamiento visual, sus historias se nutren en ambos aspectos tanto de referencias culturales propias como de las innegables influencias del cine clásico occidental en su forma de concebir el séptimo arte, con continuos guiños y reminiscencias de un estilo que les es a priori ajeno, pero que asimilan como propio para convertirlo en punto de partida.

En esta ocasión, el encuentro es, además de físico entre representantes de ambas procedencias, artístico, emocional e incluso conceptual, con ramificaciones que se unen, mezclan y contienen. Para empezar, una de las referencias cinematográficas de Song Fang en sus estudios es la gran película infantil de Albert Lamorisse El globo rojo (1956), que cuenta la historia de un niño que se encuentra un globo rojo (o es éste quien le encuentra a él) y que le sigue a todas partes desde el aire, si bien las crecientes envidias entre sus amigos y compañeros de colegio ante la especial relación que ha establecido con tan mágico artilugio acaban con la rotura del globo, que simboliza el paso a la madurez del muchacho. La película de Lamorisse constituye el leitmotiv simbólico del contenido último de la película de Hsiao-Hsien, al ser utilizado también por él como vehículo en su recorrido por los cielos de París: el globo aparece ya en la primera escena de la película, y va asomándose en distintos momentos de la historia, hasta incluso dentro de un cuadro que Simon contempla en el Museo d’Orsay en una visita colegial, siendo además también el detonante estético del cortometraje que rueda Song con su cámara digital. De esta manera, el globo rojo hace de doble catalizador: en la ficción, en la película que filma Song, y en la realidad, en el propio trabajo de Hsiao-Hsien. Continuar leyendo «Encuentro de oriente y occidente: El vuelo del globo rojo»