Mis escenas favoritas: Los cuatrocientos golpes (Les quatre cents coups, François Truffaut, 1959)

El guion original de esta maravillosa cinta, uno de los capítulos fundacionales de la Nouvelle Vague, terminaba con una imagen de Antoine Doinel y su amigo René perdiéndose por entre las bulliciosas calles de París. Un hallazgo inesperado en la sala de montaje sustituyó ese final por el conocido, imágenes inolvidables fotografiadas por Henri Decaë y acompañadas por la música de Jean Constantin.

Antoine huye de un reformatorio en la costa de Francia y corre hacia la playa, hasta el mismo borde del océano. Entonces, agotado el camino, solo puede regresar. Ahí la imagen se congela súbitamente y presenta a Antoine a un tiempo confuso, tal vez temeroso, lleno de incertidumbres sobre el futuro, y también algo asombrado, como si el final de la película le hubiera sorprendido. «El cine es un arte indirecto… oculta tanto como revela”, explica Truffaut. Antoine, en realidad, es un muchacho más perdido que huido, no se trata de un joven díscolo, desobediente, insatisfecho, que celebra eufórico su escapada del penal donde cumple condena, sino de un niño de ánimo frágil que solo aspira a la supervivencia de la inocencia, que no conoce el afecto ni el amor, que busca con todas sus fuerzas querer y ser querido, siempre en el límite de romperse en mil pedazos definitivamente pero a la vez curtido, endurecido por el sufrimiento de sus sentimientos. Como todos los grandes finales, es solo otro principio, el de un Antoine que mira hacia un futuro incierto que es incapaz de descifrar, y cuya revelación ocupará una parte importante de la filmografía de su creador, de su alma, François Truffaut, quizá como única forma de explicarse a sí mismo.

Mis escenas favoritas: Los cuatrocientos golpes (Les quatre cents coups, François Truffaut, 1959)

Fragmento de esta maravilla de François Truffaut, su debut en el largometraje en 1959. Toda una declaración de amor al cine inevitablemente compartida, y correspondida, por quienes se asoman a esta deliciosa película.

 

El tren: obra maestra de John Frankenheimer

tren2

Desde que Adolf Hitler, pintor frustrado, se hizo con París casi sin resistencia el 14 de junio de 1940, tuvo el propósito de vaciar de arte la capital francesa, esquilmarla, desvalijarla metódica, meticulosamente, saquearla a conciencia tomándose todo el tiempo que hiciera falta. De este modo, el irrepetible tesoro artístico francés pasaría a ser la orgullosa colección de arte del Reich. Para ello, Hitler creó un intrincado aparato burocrático dirigido por Kurt Von Behr, que rendía cuentas directamente con Herman Göring, con la finalidad de organizar una labor sistemática de expolio que se prolongaría durante años y que incluiría, ya desde 1940, una red clandestina de fuga para obras y traficantes de ellas que permitiera sacarlas de Francia al margen de la suerte de la guerra. En apenas tres años, de abril de 1941 a julio de 1944, casi ciento cuarenta trenes especiales partieron desde París hacia Alemania o hacia los países pantalla para el robo organizado (Suiza, España, Portugal, Suecia, el Vaticano…) más de cinco mil cajas y arcones repletos de objetos artísticos de todo tipo, en un extraño paralelismo irónico con los trenes que hacían casi las mismas rutas y que terminaban algo más lejos, en Auschwitz, Sobibor, Treblinka o tantos otros. Muchas de esas obras siguen hoy en proceso de recuperación; algunas fueron recuperadas en 1945 en las dependencias privadas del propio Hitler o de algunos de sus jerarcas, como Von Ribbentrop o Herman Göring, a pesar de que calificaran en público repetidamente a la mayor parte de los autores de aquellas obras de artistas degenerados, o incluso, conservando obras de artistas judíos. Se calcula que el número total de obras expoliadas supera las 100.000, de las que unas 60.000 se recuperaron, y que los domicilios privados saqueados superan los 40.000, en su mayor parte propiedad de judíos enviados al exterminio. La contabilización escrupulosa de estas operaciones pudo realizarse gracias a una infiltrada en la organización, Rose Valland, quien pasaba información a la resistencia y a los servicios secretos británicos y norteamericanos en orden a impedir la salida de las obras de arte de Francia o a dejar constancia del origen, destino y transporte utilizado para las mismas. Continuar leyendo «El tren: obra maestra de John Frankenheimer»