Mis escenas favoritas – Un día en las carreras (A day at the races, Sam Wood, 1937)

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Groucho, en su salsa: una morena, una rubia y pista para menear el esqueleto. Uno de los más hilarantes momentos de una de sus últimas grandes comedias.

Música para una banda sonora vital – Una noche en la ópera

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Aunque desafina como una hiena y tiene menos voz que un avestruz con la cabeza enterrada, resulta mucho más amable escuchar I pagliacci, magistral pieza de Ruggero Leoncavallo, tarareado en boca de Groucho Marx por los pasillos del transatlántico de Una noche en la ópera (A night in the opera, Sam Wood, 1935), que observar a Al Capone-Robert De Niro contemplando una representación de la misma composición desde su lujoso palco de la Ópera de Chicago mientras ríe y llora a la vez ante la noticia del pasaporte de plomo que le han dado a Sean Connery en Los intocables de Eliot Ness (The untouchables, Brian De Palma, 1987). En todo caso, obra superlativa.

Y de propina, otro fragmento maravilloso que aparece en la cinta de los Marx, un inolvidable momento de Il Trovatore, de Giuseppe Verdi, ópera cuyo libreto está inspirado en una leyenda asociada a la Torre del Trovador del Palacio de la Aljafería de Zaragoza.

Diálogos de celuloide – Un día en las carreras

DOCTOR HACKENBUSH: ¿Ya has olvidado aquellas noches en la Riviera cuando los dos contemplábamos el cielo? Éramos jóvenes, alegres, inocentes. La noche en que bebí champaña en tu zapato – dos litros. Hubiera cabido más, pero llevabas plantillas. ¡Oh, Hildegarde! No es que me importe, pero, ¿dónde está tu marido?.

MRS. UPJOHN: ¡Ha muerto!

DOCTOR HACKENBUSH: Seguro que sólo es una excusa.

MRS. UPJOHN: Estuve con él hasta el final.

DOCTOR HACKENBUSH: No me extraña que falleciera.

MRS. UPJOHN.:Lo estreché entre mis brazos y lo besé.

DOCTOR HACKENBUSH: Entonces fue un asesinato. ¿Te casarías conmigo? ¿Te dejó mucho dinero? Responde primero a lo segundo.

MRS. UPJOHN: ¡Me dejó toda su fortuna!

DOCTOR HACKENBUSH: ¿No comprendes lo que intento decirte? Te amo. Pensarás que soy un sentimental, pero ¿te importaría darme un mechón de tu cabello?

MRS. UPJOHN: ¿Un mechón de mi cabello?

DOCTOR HACKENBUSH: Y no te quejes. Te iba a pedir toda la peluca. Cásate conmigo y tendremos nuestra propia familia.

MRS. UPJOHN.: Oh, sería maravilloso. Y dime, cariño, ¿tendríamos una bonita casa?

DOCTOR HACKENBUSH: Pues claro. No estarás pensando en mudarte…

MRS. UPJOHN: Temo que después de llevar algún tiempo casados, encuentres una mujer hermosa y te olvides de mí.

DOCTOR HACKENBUSH: No te olvidaré. Te escribiré todas las semanas.

A day at the races. Sam Wood (1937).