La tienda de los horrores – La mujer de tu vida

Vale, esto no va de cine, al menos en principio. No se trata de una cosa horrenda protagonizada por Nicolas Cage o Christopher Lambert ni uno de los bodrios de Ron Howard o James Cameron. Nunca hablamos de televisión (salvo para ponerla a parir en algún comentario) y casi nunca de cine en televisión.

Sin embargo, en 1990 primero, y durante el periodo 1992-1994, Fernando Trueba produjo para Televisión Española la serie La mujer de tu vida, un proyecto compuesto por capítulos independientes con distintos protagonistas escritos y dirigidos cada uno de ellos por diferentes guionistas (entre ellos Rafael Azcona) y directores pero todos con un nexo común: la presencia, por encima de cualquier otra cosa, de un arquetipo de mujer sobre el que giraban los distintos aspectos de la trama. La primera entrega constaba de seis episodios: La mujer feliz (dirigido por José Manuel Ganga y con Carmen Maura, Antonio Banderas, Mario Gas, Juan Luis Galiardo, Diana Peñalver, Imanol Airas, Ana Obregón y Cristina Marcos), La mujer lunática (dirigido por Emilio Martínez Lázaro y con Victoria Abril, Santiago Ramos, María Luisa Ponte, Juanjo Menéndez, Carmen Conesa, Pedro Reyes, Nancho Novo y Eulalia Ramón), La mujer infiel (dirigido por Jose Luis García Sánchez y con Sarah Sanders, Juan Echanove, Kiti Manver, Guillermo Montesinos, Asunción Balaguer y Antonio Gamero), La mujer fría (dirigido por Gonzalo Suárez y con Clara Sanchís, El Gran Wyoming, Ana Obregón, Ricard Borrás y Pep Molina), La mujer oriental (dirigido por Miguel Hermoso y con Yuri Fujimori, Chema Muñóz, José Coronado, Mapi Galán, Eva León y Bertín Osborne), La mujer perdida (dirigido por Ricardo Franco y con Marisa Teigell, Jesús Bonilla, Fernando Fernán-Gómez, Patrick Bauchau y Enrique San Francisco) y La mujer inesperada (dirigido por Fernando Trueba y con María Barranco, Antonio Resines, Miguel Rellán y Chus Lampreave). Entre 1992 y 1994: La mujer duende (dirigido por Jaime Chávarri y con Rosario Flores, El Gran Wyoming y Pepa López), La mujer gafe (dirigido por Imanol Uribe y con Emma Suárez, Marta Fernández Muro, Loles León, Eva León, Javier Gurruchaga, Álex Angulo y Enrique San Francisco), La mujer impuntual (dirigido por Jaime Botella y con Aitana Sánchez Gijón, Pere Ponce y Tito Valverde), La mujer cualquiera (dirigido por Jose Luis García Sánchez y con María Barranco, Francisco Rabal, Juan Echanove y Antonio Gamero), La mujer vacía (dirigido por Manuel Iborra y con Verónica Forqué, Antonio Resines, Quique San Francisco y Torrebruno) y Las mujeres de mi vida (dirigido y protagonizado por Fernando Fernán Gómez junto a Alejandra Grepi, María Luisa San José, Manuel Alexandre y Agustín González).

Lo más chocante, o lo más patético, era la conclusión de los capítulos, con la canción La mujer de tu vida perpetrada de este modo tan lamentable, vídeo con el que queda acreditado que eso del Macho Español no es más que un mito o que, si es que alguna vez ha existido, quedó demolido con semejante demostración de bochornosa masculinidad. Es que no da ni para acusación, ni agravantes, ni condena ni sentencia ni nada; es que viendo -y escuchando- esto se quitan las ganas de tener ganas…

Feliz Navidad (1ª parte) – Amanece que no es poco

Con nuestros «mejores» deseos para quienes inventaron la Navidad a la imagen y semejanza del volumen del buche que llevan llenándose gratis y sin dar un palo al agua desde hace dos mil años largos. Pero para eso está la fe… del que paga, claro.

With love.

Drama sentimental en la Transición: Asignatura pendiente

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Personalmente uno está muy cansado de que José Luis Garci, uno de los mejores directores de cine de España, un cineasta como la copa de un pino, un experto de primera clase, un apasionado, un estudioso y un aficionado de primera categoría, sea objeto de bromas manidas, chistes fáciles, tópicos absurdos y demás verborrea pretendidamente humorística. Más si cabe, cuando a la par un montón de indocumentados y los medios de comunicación informativo-propagandísticos alaban sin pensárselo dos veces a directorcillos recién salidos de la escuela (los más grandes jamás fueron a escuela de cine alguna, pero eran tremendamente cultos y poseían formación amplia y variada; no se trata de descalificar a los estudiantes de las escuelas de cine, al contrario, son el futuro y la esperanza del medio; se trata de sugerir que con la formación teórica y técnica no es suficiente, que hay que mirar más allá, sacar el ojo del visor), que no han demostrado nada y cuya fama se está labrando a golpe de imitación del cine made in Hollywood, mientras que los cineastas de verdad, los que atesoran kilates de experiencia y de buen hacer, mendigan por un productor que financie nuevos proyectos o rumian su retiro en silencio y olvidados por todos. Este repulsivo panorama pretende hacer leña y objeto de mofa a quienes, como Garci, todavía se empeñan por rodar cine y no se dejan arrastrar por las modas hollywoodienses (al menos no por las actuales) ni por la estética del videoclip para contarnos en plan castizo las mismas historias de terror previsible o las mismas comedias de adultos que se comportan como niños que los americanos llevan contándonos tres décadas. Nos guste más o menos su obra, el cine español tiene categoría y reconocimiento mundiales gracias a cineastas como Garci, Borau, Saura, Erice y muchos otros, mientras que los Bayona, Balagueró y compañía pueden suponer éxito, pero nada más (y nada menos).

Y el debut de Garci, uno de esos «westerns de sentimientos» de los que habla a menudo, fue esta película de 1977 que debería ser de visionado obligatorio para todos aquellos inconscientes que, como un servidor, nacieron durante aquellos años, sobre todo para los que piensan que la vida empezó con Naranjito y que la comida y las comodidades caen del cielo. En su primera película, Garci nos revela ya cuáles son sus gustos, sus manías y sus temas favoritos: la nostalgia y la memoria sentimental, la música y el cine de otro tiempo como puerta de entrada a los recuerdos, a las oportunidades perdidas, a los azares que nos sonrieron o nos dieron la espalda, como individuos y también, en este caso, como país y como pueblo. A través del idilio adúltero de José (José Sacristán) y Elena (Fiorella Faltoyano) no sólo nos introduce en el drama de una pareja de enamorados que se conocieron a destiempo, sino que nos pone en bandeja una lección de historia, nos sumerge en nuestro pasado más reciente y nos ofrece un canto a la esperanza de un futuro que por aquel entonces (y me atrevo a decir, tampoco ahora) estaba tan claro. De este modo, la asignatura pendiente del título no se refiere sólo a una pareja que aprovecha la edad adulta para dar rienda suelta a su reprimido amor adolescente, sino que nos recuerda la necesidad de un país al completo por superar sus prejuicios, sus malos hábitos, los defectos que lo llevaron a la casi total autodestrucción a través del peor pecado: la guerra civil.

Corre el año 1977 y junto con los constantes rumores de involucionismo por parte de los militares y la derecha más reaccionaria convive la esperanza puesta en las inminentes primeras elecciones democráticas desde la Segunda República. El clima en las calles está agitado, los coches de propaganda electoral circulan constantemente lanzando octavillas, con las banderas de los partidos y los altavoces coreando eslóganes y canciones (lamentables, dicho sea de paso). En una de esas calles de un Madrid convulso que intentaba salir de las tinieblas, José para su SEAT cuando ve a Elena, su antiguo amor de adolescencia, convertida en una mujer madura. La reconoce y se detiene en doble fila a saludarla: el puente hacia el pasado se convierte además en una opción de futuro. La nostalgia, los recuerdos del amor inocente de paseos por la carretera, de atardeceres en la sierra y de verbenas en las fiestas del pueblo, de besos y caricias reprimidos, invitan a aprovechar la incipiente bocanada de libertad para recuperar aquellos días e intentar sacar a la luz todo lo que se quedó en el tintero del amor y del sexo, sobre todo del sexo. Así, José y Elena inician una nueva vida juntos, una relación adúltera en la que buscan recuperar el tiempo perdido, las sensaciones olvidadas o aún no descubiertas. Continuar leyendo «Drama sentimental en la Transición: Asignatura pendiente»