Nueva entrega de la sección de cine en el programa La Torre de Babel, de Aragón Radio, la radio pública de Aragón, en este caso dedicada a conmemorar el centenario del nacimiento de Ava Gardner, que se cumplió el 24 de diciembre de 2022.
Reflexiones desde un rollo de celuloide
El genial compositor Miklós Rózsa despliega su gran maestría en la partitura de esta gran obra de cine negro dirigida por Robert Siodmak y con guion, aunque atribuido en exclusiva a Anthony Veiller, coescrito nada menos que por Richard Brooks y John Huston a partir del célebre relato corto de Ernest Hemingway, desde el cual inventan todo un entramado de flashbacks para contar la desgraciada y triste historia del «Sueco» (Burt Lancaster) y su fatal atracción por Kitty Collins (Ava Gardner), la novia del gángster en cuya banda encuentra acomodo tras ver arruinada su carrera como boxeador. Una obra maestra del noir a la que la música de Rózsa le va como un guante, uno de esos largos y negros que luce Ava en su primera aparición en encuadre, una de las más impactantes de una actriz en toda la historia del cine, en su primer papel relevante.
Impagable momento de este documental-entrevista a una de las más importantes figuras de la cultura española del siglo XX, el relato de una anécdota que Fernán Gómez ya contaba en su imprescindible libro de memorias, El tiempo amarillo. El fragmento forma parte de este estupendo trabajo que repasa la vida, la trayectoria como escritor, actor y director y la visión de España y del mundo de Fernando Fernán Gómez con sus propias palabras, en un fascinante monólogo lleno de encanto, sabiduría, diversión y humor, en el que se dedica un buen espacio a hablar de cosas mucho más serias.
Monumental partitura de Dimitri Tiomkin para esta superproducción de Samuel Bronston, dirigida por Nicholas Ray e interpretada, entre otros, por Charlton Heston, Ava Gardner, David Niven, Robert Helpmann, Flora Robson, Leo Genn, John Ireland, Kurt Kasznar, Paul Lukas, Harry Andrews, Massimo Serato, Alfredo Mayo y José Nieto, que recreaba a las afueras de Madrid la China imperial de 1900 y la revuelta de los bóxers contra la presencia extranjera.
Clásico de los clásicos del musical de Hollywood, That’s entertainment, interpretada por Fred Astaire, Nanette Fabray, Jack Buchanan y Oscar Levant, es uno de los momentos más recordados de Melodías de Broadway (1955) (The band wagon, Vincente Minnelli, 1953), producida por la unidad que Arthur Freed dirigía dentro de MGM, y uno de los himnos inmortales de la edad dorada del cine asociado al gran espectáculo de entretenimiento, vitalista y colorista. El reparto de la película, además de los mencionados, contiene a ilustres como Cyd Charisse y Ava Gardner.
–De ahora en adelante, yo seré aquí la ley. Conozco bien las leyes porque las he incumplido todas.
Guion de John Milius.
Mankiewicz, siempre Mankiewicz. Perfecta conjugación entre el dominio del lenguaje cinematográfico y la riqueza literaria de un guión, el cine de Mankiewicz es siempre un lugar perfecto al que volver. En este caso, la película habla tanto de Hollywood como de su estrella, Ava Gardner, en un papel, el de María Vargas, extraña y premonitoriamente ligado a sí misma. La acompañan, entre otros, Humphrey Bogart y Edmond O’Brien, Óscar por su interpretación. Obra maestra.
Estaba una noche en Villa Rosa, no el colmado andaluz de la plaza de Santa Ana, sino el resplandeciente y lujoso no sé qué nocturno de Ciudad Lineal, con Juan Estelrich, cuando descubrimos en una mesa un grupo en el que se encontraban, acompañados por un señor y una señora de aspecto americano, el torero Luis Miguel Dominguín, Ava Gardner, Frank Sinatra y Lola Flores. Se levantaron y Luis Miguel se acercó a nuestra mesa. Nos invitó a sumarnos a ellos y subir a un cuarto reservado en el que iban a cantar unos flamencos. Aceptamos la invitación con entusiasmo. Allí, en el cuarto, a la luz de las velas, escuchamos un poco de cante. De vez en cuanto, Luis Miguel me decía por lo bajo:
-Espera y verás, espera y verás.
Alguien convención, muy dificultosamente, a Frank Sinatra de que cantase Stormy weather. Se decidió que fuéramos todos a casa de Lola Flores.
En lo que nos distribuíamos en los coches, como quien se acerca a la pila del agua bendita, me atreví a tocar deliberadamente, en escasísimos segundos, con la yemas de los dedos de mi mano derecha la piel del hombro desnudo de Ava Gardner. En lo que duró la religiosa caricia sus bellísimos ojos me miraron con absoluta inexpresividad.
Cuando Juan Estelrich y yo entrábamos en nuestro taxi, Luis Miguel me murmuró al oído:
-Espera y verás.
Fuimos al piso de Lola Flores, lujosísimamente decorado. Frank Sinatra se había negado a ir, se había marchado solo, sin nadie que le acompañara, al hotel. Ava Gardner se quedó con nosotros. (Espera y verás.)
Lola Flores tenía en su piso un bar americano. Empezaron a servir bebidas. Ava se quedó un instante sola en el bar americano. Me atreví a acercarme, a estar unos instantes frente a ella, que volvió hacia mí la cara. La miré con lentitud, con delectación, gozando plenamente en la contemplación de aquella belleza inconcebible en sus colores naturales y en relieve. Me sostuvo la mirada y me habló despacio, en melodioso inglés. Ante mi silencio, preguntó si entendía aquel idioma. Con profundo rencor hacia mí mismo le respondí que no. Hizo Ava una seña y se acercó a nosotros su amigo, el de aspecto americano, a servir de intérprete. Ava volvió a mirarme y repitió la frase.
El amigo tradujo:
-Dice Ava que si tiene usted ganas de joder, ahí tiene a mi mujer, que está siempre dispuesta.
Ava dejó de mirarme y se volvió hacia su copa de ginebra. No había comprendido la complicada delicadeza de mis sentimientos y mis deseos. No obstante, yo seguí esperando para ver, según me había aconsejado Dominguín. Pero de pronto Ava lanzó un grito. Yo ya no estaba cerca de ella. Se formó un revuelo. ¿Qué había ocurrido? Como siempre, como casi siempre, Ava Gardner había perdido una joya. Todo el mundo empezó a buscar. Alguien llamó por teléfono a Villa Rosa. Otro bajó a mirar en el coche. A partir de ese momento se acabó la fiesta y la esperanza. Ya no hubo nada que esperar, nada que ver.
El tiempo amarillo, de Fernando Fernán-Gómez (Debate, 1998).
–Montague, si hay algo que conozco es al público medio. Quiere a gente limpia en pantalla para sus hijos. Que el cerebro no te diga que quiere grandes interpretaciones y diálogos. Quiere olvidar sus problemas, ver a gente sana, escapar. No borrachos, maníacos sexuales, divorciados, comunistas, asesinos. Ni hijas de asesinos. Ya tienen bastante en casa.
The barefoot contessa. Joseph Leo Mankiewicz (1954).