Una de las mejores bazas de este buen thriller con toques fantásticos, del que ya hablamos aquí, es la música incluida en su banda sonora, que atesora todo el sabor de la naturaleza mestiza y criolla del Estado de Luisiana en el que se desarrolla el metraje. Recuerdos del pasado francés y español en un presente en el que indios, negros y blancos no siempre conviven en deseable armonía, a los que remite directamente La terre temblante, tema principal del filme.
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Canto a la enseñanza – Hoy empieza todo (Ça commence aujourd’hui, Bertrand Tavernier, 1999)
Hermosísima película, bellísima, de una contención prodigiosa, de una impresionante mirada, profunda, limpia, también cruda, sobre la importancia crucial de la enseñanza como mayor oportunidad, tal vez única, en un entorno de calles sin salida, zancadillas y barricadas socioeconómicas. Una reivindicación necesaria, imprescindible, del papel del educador, de su función formativa, cultural, social, como uno de los pilares básicos de la vida en democracia y libertad, como acicate primordial del crecimiento personal. Y una llamada de atención sobre las trabas de la burocratización, los presupuestos recortados, las trampas políticas, los recovecos administrativos, los pretextos alegales con que los poderes interesados en la desigualdad minan todo desarrollo, toda iniciativa, toda vocación para la construcción de un horizonte más abierto, plural y lleno de posibilidades para todos. La puesta en escena de Tavernier, sencilla (que no simple), naturalista, próxima en muchos aspectos al documental, transmite al espectador una sensación de proximidad, de autenticidad, de verdad narrativa, contraria a toda idea de proceso fílmico manufacturado, a los postulados dramáticos de la tragicomedia lacrimógena de diseño. La película respira poesía cotidiana, el lirismo de las pequeñas cosas, pero también la fuerza del alegato, del discurso crítico. La contundencia de la determinación, la sensibilidad del combatiente por una causa justa, irrenunciable.
En una comarca minera del norte de Francia, sacudida por la reconversión industrial, con altísimas cifras de paro, escasez de subsidios, tijeretazos gubernativos en gasto social y educativo, Daniel Lefevre (Philippe Torreton) es maestro y director de una escuela infantil situada en un barrio marginal de una pequeña ciudad afectada por el cierre de las minas. Su día a día transita entre la debida atención a sus alumnos, sus funciones de supervisión y gestión de los recursos de la escuela y el continuo diálogo con padres e instituciones educativas y sociales, siempre complicado, siempre dificultoso, inevitablemente frustrante. La delicada coyuntura económica y social de la región tiene consecuencias terribles: niños mal alimentados, otros que presentan huellas de maltrato, padres carentes de recursos que no pueden satisfacer las cuotas de la escuela pendientes de abono… El mayor drama lo presenta la familia Henri: la madre, alcohólica, desatiende a sus hijos. Una tarde, incluso llega a abandonarlos en la escuela, al cuidado de Daniel, dándose a la fuga. Daniel, junto a otros compañeros, viven su oficio como una vocación integral, no vacilan en invertir tiempo, esfuerzos, a veces incluso dinero de su propio bolsillo, en ayudar en lo que pueden a las familias menos favorecidas. No tanto por un sentimiento de deber cívico, por valores de solidaridad asociados a determinadas ideas políticas, por piedad o por compasión; es el bienestar de los niños, el sentido de su trabajo, de su razón de ser profesional, lo que pretenden salvaguardar y proteger. La esperanza (el padre de la familia Henri encuentra trabajo como conductor de camión) convive cotidianamente con la frustración (el combate desesperado contra la administración en busca del mantenimiento de los recursos que permitan prestar un servicio digno), la lucha (la ayuda de una trabajadora social que, como Daniel, hace de su empleo el sentido de su vida), con la resignación y el fracaso (el triste destino de la familia Henri). La película presenta un mosaico de situaciones, pedacitos de vida, trozos de realidad, un prisma de territorios humanos sometidos a la presión de un mundo injusto y desigual, tomando como vehículo la vida de un profesor y director de escuela que ve cómo sus problemas laborales saltan la frontera de la vida privada (he aquí, probablemente, el aspecto más débil de la película, el tópico más o menos folletinesco del contraste entre su relación con los alumnos y los padres y la que mantiene con su pareja y el hijo de esta, o su propia condición de hijo afrontando la hospitalización de su padre).
Bertrand Tavernier construye su relato con sensibilidad pero sin sentimentalismo, sin escatimar en dureza ni hacer ascos a pequeñas chispas de humor, la tragicomedia de la vida, con un explícito espíritu crítico que funciona en múltiples direcciones (de la ceguera interesada de las administraciones a la frustración de los gestores bienintencionados y honestos que se ven atados por las decisiones políticas y las reducciones presupuestarias; de los padres que luchan y no se resignan a los que se rinden a la desesperación o hacen caso omiso de su responsabilidad permitiendo que sus hijos crezcan embrutecidos, violentados frente al entorno hostil que los coarta y corrompe), Continuar leyendo «Canto a la enseñanza – Hoy empieza todo (Ça commence aujourd’hui, Bertrand Tavernier, 1999)»
Vidas de película – Robert Parrish
A lo largo de una carrera irregular pero tremendamente personal, Robert Parrish (1916-1996) dirigió una veintena de películas, desde los primeros cincuenta hasta mediados de los setenta, dejando especial huella en el cine negro –Grito de terror (Cry danger) o El poder invisible (The mob), ambas de 1951- y el western –Historia de San Francisco (The San Francisco Story, 1952), Más rápido que el viento (Saddle the wind, 1958) o su celebrada Más allá de Río Grande (The wonderful country, 1959)-, pero también en una línea más particular que entremezclaba géneros y elementos muy diversos de manera solvente y efectiva -el bélico Llanura roja (The purple rain, 1954), Orgullo contra orgullo (Lucy Galiant, 1955), el documental, codirigido con Bertrand Tavernier, Mississippi Blues (1984) o la cinta al estilo de la nouvelle vague, rodada en Francia y, que sepamos, nunca estrenada en España, In the french style (1963)-. Más conocidas, aunque de peor nivel, son su contribución al accidentado rodaje de Casino Royale (1967) y Contrato en Marsella (The Marseille contract, 1974).
Atípico cineasta que genera sorpresas agradables con prácticamente cualquiera de sus títulos gracias a un estilo a un tiempo tremendamente personal e inusualmente atractivo, fue galardonado en nada menos que cuatro ocasiones con el Óscar de la Academia por su trabajo como montador, labor en la que trabajó para directores como John Ford, Robert Rossen, George Cukor, Lewis Milestone o Max Ophüls, entre otros. Antes de dedicarse al montaje, no obstante, ya había hecho sus pinitos como actor infantil junto a estrellas como Rofolfo Valentino, Charles Chaplin y Douglas Fairbanks, y como intérprete adolescente para cineastas de la talla de Cecil B. DeMille, Raoul Walsh o Allan Dwan.
Lo que se dice un auténtico «hombre de cine».
Tortilla francesa: En el centro de la tormenta (In the electric mist, Bertrand Tavernier, 2009)
Dirigida en Estados Unidos por el francés Bertrand Tavernier, uno de los grandes cineastas europeos que nos quedan de la vieja escuela y también uno de los más importantes eruditos sobre la historia del cine, En el centro de la tormenta (In the electric mist, 2009) revela su híbrida naturaleza cultural desde el primer fotograma.
Porque Luisiana, la antigua colonia francesa -y, por momentos, también española- en territorio hoy estadounidense (en realidad el dominio francés no se limitaba al actual Estado de ese nombre, sino que era una enorme franja de territorio que ocupaba la mayor parte del centro de los Estados Unidos y que, ante las dificultades que entrañaba su defensa en sus planes imperiales, Napoleón Bonaparte decidió vender al país americano como años más tarde España y Gran Bretaña venderían, respectivamente, Florida y Oregón…; a título de ejemplo: los indios lakota son conocidos en América y en todo el mundo por su denominación francesa: sioux) es el escenario que Tavernier escoge para esta atípica (no pocos dicen que fallida) intriga policíaca que conjuga elementos muy heterogéneos, quizá demasiado, y que transforma la investigación puramente criminal en una búsqueda personal de índole espiritual.
Pocos meses después del paso del huracán Katrina, Dave Robicheaux (Tommy Lee Jones; nótese el apellido francés del personaje), un detective de la policía de un pequeño condado de Luisiana, sigue la pista al asesino de una joven de la zona de vida licenciosa y prostituta ocasional, cuyo cadáver ha aparecido atado y salvajemente mutilado. Al mismo tiempo, Elrod Sykes (Peter Sarsgaard), un famoso actor que se encuentra en las cercanías rodando una película, le comunica el hallazgo en un paraje remoto de los manglares de un cuerpo en avanzado estado de descomposición y atado por una cadena, en el que Dave reconoce un homicidio del pasado del que él mismo fue testigo… La sospechosa coincidencia de ambas noticias llevan a Dave a la convicción de que los dos hechos guardan alguna relación, y de inmediato se encuentra en un embrollo en el que se mezclan de manera desconcertante un asesino en serie, un crimen del pasado, un importante hombre de negocios del lugar (el gran Ned Beatty), el rodaje de una película, la presencia del crimen organizado en la persona de ‘Baby Feet’ Balboni (John Goodman), el FBI, policías de otros condados, la vida familiar del propio Robicheaux (es padre adoptivo de una niña salvadoreña), las labores de reconstrucción que siguieron al huracán y un curioso elemento sobrenatural, la existencia de una unidad derrotada del ejército sudista en la Guerra de Secesión, congelada en algún momento del pasado de los pantanos y comandada por un oficial que camina ayudado de una muleta y que se erige en augur y consejero de aquellos personajes que andan lo suficientemente drogados o borrachos como para verlo, pero que después les acompaña en el momento menos pensado.
La mixtura de tantas y tan diversas fuentes hace que la película, según avanzan sus 118 minutos de metraje, se vaya abriendo como un abanico, al mismo tiempo que hace que la intriga criminal se disuelva progresivamente entre otras cuestiones existenciales y espirituales, diálogos grandilocuentes y con vocación de solemnidad, y el preciosismo de un trabajo de cámara y de puesta en escena que, como suele ocurrir con los grandes estudiosos del cine que además son directores, aspira a la perfección estético-artística en cada uno de sus planos, sus ángulos y sus luces, de modo que el argumento estrictamente policial sólo recupera intensidad e interés puntualmente, acompañado en ciertos momentos por una violencia brutal, de estallidos repentinos y salvajes, que rompen de alguna forma el bello marco visual que proporcionan los hermosos paisajes naturales de las zonas pantanosas de Luisiana. Continuar leyendo «Tortilla francesa: En el centro de la tormenta (In the electric mist, Bertrand Tavernier, 2009)»