Cine y circo en La Torre de Babel de Aragón Radio

 

Nueva sección de cine en el programa La Torre de Babel de Aragón Radio, la radio pública de Aragón, en esta ocasión dedicada a las relaciones entre el circo y el cine: películas ambientadas en el mundo del circo, pero también cineastas e intérpretes para los que el circo fue su puerta de entrada al mundo del espectáculo.

Palabra de Buster Keaton

«Un cómico hace cosas raras. Un buen comediante hace cosas divertidas».

«El silencio es de los dioses, solo los monos charlan».

«La cosa más simple, ejecutada demasiado rápida o demasiado lentamente, pueden tener los efectos más desastrosos».

«Si una persona más me dice que esto es como en los viejos tiempos, juro que voy a saltar por la ventana».

«¿El humor? No sé lo que es el humor. En realidad cualquier cosa graciosa, por ejemplo, una tragedia. Da igual».

«No hace mucho, un amigo me preguntó cuál era el mayor placer que tengo de pasar toda mi vida como actor. Ha habido tantos que tuve que pensar en eso por un momento. Entonces dije: como todo el mundo, me gusta hacer feliz a una multitud».

«El público ha «crecido» y desea en el momento presente hallazgos cómicos más refinados. Evidentemente, se siguen apreciando las caídas graciosas y las tartas de crema porque es humor en acción, pero hay que presentarlas con una originalidad que casi las renueve».

«Nací dentro del mundo del espectáculo. Mis padres hacían números de variedades. A los cuatro años me hice profesional. Y a los veintiuno decidí probar suerte en otra faceta del espectáculo y le pedí a nuestro representante que viera lo que podía hacerse».

«Una película cómica se ajusta, por así decirlo, con la misma precisión que los engranajes de un reloj. (…) Muchas escenas de la mayor comicidad se han malogrado completamente para el público por interpretarse con demasiada precipitación».

«El amor no se ve tampoco en la vida real, está en la frase subordinada, en el bajo de la falda, en el dobladillo del pantalón. Se ve mejor cuando no está».

«Dicen que la pantomima es un arte perdido. Nunca ha sido un arte perdido y nunca lo será, porque es muy natural».

Buster Keaton está encantado

Hace cien años del estreno de la divertida The Haunted House, cortometraje de Buster Keaton absurdamente titulado en España Pamplinas y los fantasmas, codirigido por el propio Keaton junto a Edward F. Cline, que también aparece en el reparto.

Cómicos del cine mudo (II) en La Torre de Babel de Aragón Radio

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Segunda entrega de la sección de cine en el programa La Torre de Babel, de Aragón Radio, la radio pública de Aragón, dedicada a los más grandes cómicos del cine mudo: Mack Sennet, los Keystone Cops y la productora Essanay, Max Linder, Ben Turpin, Charles Chaplin, Harry Landgon, Harold Lloyd, Buster Keaton, Stan Laurel y Oliver Hardy…

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(desde el minuto 15)

Cómicos del cine mudo en La Torre de Babel de Aragón Radio

Keystone Kops | Description, Movies, & Facts | Britannica
Nueva entrega de la sección de cine en el programa La Torre de Babel, de Aragón Radio, la radio pública de Aragón, en este caso dedicada a los más grandes cómicos del cine mudo: Mack Sennet, los Keystone Cops y la productora Essanay, Max Linder, Ben Turpin, Charles Chaplin, Harry Landgon, Harold Lloyd, Buster Keaton, Stan Laurel y Oliver Hardy…

Cine en corto: Vecinos (Neighbors, Buster Keaton y Edward F. Cline, 1920)

Uno de los más célebres cortometrajes del gran Buster Keaton de entre los producidos por Joseph M. Schenck, de ya más de un siglo de edad pero tanto o más fresco y dinámico que cualquiera de las películas actualmente en cartel (más incluso que la mayoría de ellas). Poco más de un cuarto de hora de auténtico disfrute y perplejidad ante el enorme despliegue de ejercicio físico y de talento humorístico de este genio auténticamente moderno.

Cine en corto: Film (Alan Schneider, 1965)

Escrito por Samuel Beckett y filmado en su único viaje a Nueva York, en el verano de 1964, este cortometraje, su única incursión en el cine, supone una reflexión sobre el fenómeno de la percepción, y más propiamente del axioma «ser es ser percibido». El metraje, que carece de diálogos y solo contiene un significativo sonido, muestra las evoluciones de un individuo (Buster Keaton) que, tras una breve huida furtiva por la calle, llega a una habitación, se supone que la suya, y comienza a borrar las huellas de la percepción exterior, de todo aquello que fija su atención en él o requiere la suya.

Misterio gótico-castizo: La torre de los siete jorobados (Edgar Neville, 1944)

Qué grande es el cine español - La torre de los siete jorobados - RTVE.es

Nacido el día de los Inocentes de 1899, hijo de ingeniero inglés y de aristócrata española, condesa de Berlanga de Duero para más señas, Edgar Neville es una de las personalidades más fascinantes de la cultura española del siglo XX, tales fueron la multiplicidad y diversidad de sus intereses y actividades, lo prolífico de su obra literaria y cinematográfica, la amplitud de temas y géneros por él explorados y la variedad de vivencias curiosas y de momentos compartidos con figuras relevantes que jalonan su biografía. De frágil salud –de niño alternaba su infancia madrileña con breves estancias en sanatorios suizos; más adelante, en 1921, una enfermedad le obligó a poner fin a su corta etapa de tres meses como corresponsal en la guerra de Marruecos para el diario La Época–, realizó sus estudios en el célebre Colegio del Pilar y, tras unos tímidos inicios como novelista y dramaturgo, ingresó en la carrera de Derecho. Era un Madrid todavía provinciano que Neville siempre representará con nostalgia en sus obras, en el que abundaban las salas de variedades y las tertulias de los cafés, y fue precisamente en el Café Pombo donde Neville trabó amistad con Ramón Gómez de la Serna y conoció a López Rubio, Tono y Jardiel Poncela –con los que años después iba a compartir experiencias hollywoodienses–, al joven poeta García Lorca –con el que mantendría una estrecha relación tras su asistencia al concurso de cante jondo organizado en Granada por Manuel de Falla en 1922–, al pintor Gutiérrez Solana y al filósofo Ortega y Gasset, amigo íntimo por más de treinta años. También se relacionó asiduamente con Valle-Inclán, Azaña, Pérez de Ayala, los Baroja y Carlos Arniches, con Buñuel, Dalí, Alberti, Max Aub y Pepín Bello.

El escritor Emilio Carrere (1881-1947) gozaba entonces de enorme popularidad. Se inició como poeta modernista y actor aficionado antes de empezar a publicar en las más importantes revistas de su tiempo sus relatos fantásticos y de aventuras de terror y policíacas situados en atmósferas tenebristas y macabras, repletos de humor negro, con tintes surrealistas (años antes del famoso Manifiesto de Breton) y de absurdo, surgidos con clara vocación comercial de entretenimiento popular (La calavera de Atahualpa, La casa de la cruz, La leyenda de San Plácido, Los ojos de la diablesa…). Además de su acentuado sentido de la ironía, otro de los más importantes rasgos estilísticos de Carrere como autor coincide con uno de los máximos intereses de la carrera artística de Edgar Neville, el reflejo del clima popular, del casticismo, el folclore y las costumbres locales de toda España, en particular de su Madrid natal, de modo que no era impensable que los caminos de uno y otro se cruzaran tarde o temprano.

La torre de los siete jorobados se publicó en 1924 gracias a Juan Palomeque, editor de la revista La Novela Corta, y fue un éxito instantáneo a pesar de su accidentada confección y de su naturaleza híbrida, mezcla de una obra previa de Carrere, Un crimen inverosímil, ya publicada en la misma revista en 1922, y de un puñado de escritos inconclusos, textos deslavazados y notas sueltas puestos en orden, completados y cohesionados por la pluma del negro literario Jesús Aragón, autor contratado por Palomeque para darle alguna salida al manuscrito, supuestamente inédito, que el bohemio y caótico Carrere le había endilgado para cumplir de un plumazo y sin demasiados esfuerzos con las continuas exigencias del editor ante la absorbente demanda de su obra por parte de los lectores y el consiguiente buen negocio.

En noviembre 1944, Edgar Neville, ya reconocido poeta, dramaturgo, novelista y cineasta, miembro, además, del Cuerpo Diplomático, estrenó su adaptación cinematográfica. Tras haberse codeado en Hollywood con Charles Chaplin, Douglas Fairbanks, Mary Pickford, Buster Keaton, Ernst Lubitsch, Henry d’Abbadie d’Arrast, Greta Garbo, John Gilbert, Loretta Young, Joan Crawford, William Randolph Hearst, Marion Davies, Samuel Goldwyn o Max Schenk, había regresado a España e iniciado una importante y rentable carrera como director de películas, casi a título por año, cada uno más taquillero que el anterior. Pese a su originalidad al encarar ciertos temas infrecuentes en el cine español de entonces (fantásticos –El malvado Carabel–, policíacos –Domingo de carnaval, El crimen de la calle Bordadores–), el estilo cinematográfico de Neville, alejado de experimentaciones técnicas y de influencias vanguardistas, es eminentemente comercial, centrado en sencillas tramas aderezadas con elementos románticos y de humor blanco y el comentado casticismo popular, tendentes al final feliz, en el que lo más destacable es el uso fluido de la cámara, el desarrollo de los guiones y los apuntes de ironía y sarcasmo. En esta ocasión, sin embargo, no obtuvo el favor del público, y la película cayó en el olvido durante décadas incluso para el propio autor, que raramente se refirió a ella en sus escritos y entrevistas. Continuar leyendo «Misterio gótico-castizo: La torre de los siete jorobados (Edgar Neville, 1944)»