Cine y circo en La Torre de Babel de Aragón Radio

 

Nueva sección de cine en el programa La Torre de Babel de Aragón Radio, la radio pública de Aragón, en esta ocasión dedicada a las relaciones entre el circo y el cine: películas ambientadas en el mundo del circo, pero también cineastas e intérpretes para los que el circo fue su puerta de entrada al mundo del espectáculo.

Cine en fotos: Rock Hudson

El hombre esencialmente gris, o del tipo Rock Hudson, es un perfecto catálogo de ausencias, y sobresale más por lo que no es que por lo que es. A saber, no es duro, no es blando, no es divertido, no es serio, no es audaz, no es timorato, ni frío, ni seductor… y no siendo nada de esto, resulta complicado averiguar qué es realmente. Lo más que se puede uno aproximar a él es que, no siendo tampoco ni salado ni dulce, viene a acercarse peligrosamente a lo soso. Suele tener, sin duda, lo que se llama buena planta, y como ella, una planta, se comporta en no pocas ocasiones.

A pesar de su grisura, el hombre Hudson tiene la virtud de que puede maquillarla durante un cierto tiempo, y así, por unos instantes, podría hacerse pasar por el modelo Grant, pero inmediatamente cualquier gesto delatador lo vuelve a colocar en su sitio, esto es, un Gigante de entretiempo.

Le ocurre al hombre Hudson algo parecido a lo que le ocurrió a los Beatles, que se disolvió a finales de los sesenta y que, como ellos, una vez disuelto ganó gloria futura, pero la historia siempre lo acabará dejando en un lugar ciertamente melodramático.

Y es ahí, en el melodrama, en el único género cinematográfico en el que usted lo podrá colar con una cierta garantía. Mínima, pero cierta. En películas como Solo el cielo lo sabe o Escrito sobre el viento, donde adquiere entre los tonos pastel de Douglas Sirk un más que aceptable color que oponer a su gris esencial. En cambio, con la comedia, que tal y como se dijo funcionaba para todo el mundo, con él será poco menos que fatal, pues películas como Pijama para dos le harán sentirse tan ridículo como un pollo mojado.

(Oti Rodríguez Marchante, Tres para la dos. Editorial Nickel Odeon, 1992)

Mis escenas favoritas: Tú y yo (An Affair to Remember, Leo McCarey, 1957)

Divertido momento de este drama romántico, con toques de comedia, auto-remake de Leo McCarey de su propia película de 1939, el de la llegada al puerto del transatlático Constitution, y el consiguiente reencuentro, más o menos disimulado, de los amantes con sus respectivas parejas (por poco tiempo). Un simpático instante de esta maravillosa joya del cine romántico obra de un clásico a la altura de los más grandes.

Mis escenas favoritas: Arsénico por compasión (Arsenic and Old Lace, Frank Capra, 1944)

Una de las muchas divertidas secuencias de esta desternillante comedia de Frank Capra, que además de una continua sucesión de gags, diálogos chispeantes y situaciones chuscas, reflexiona sobre el carácter de caridad y de ayuda al prójimo de una forma ácida y cínica muy alejada del habitual sentimentalismo y del idealismo recurrente del director.

Cine en fotos: La pícara puritana (The Awful Truth, Leo McCarey, 1937)

The Awful Truth (1937)

Cary Grant desconfiaba tanto de la viabilidad de La pícara puritana (The Awful Truth, Leo McCarey, 1937), que tras una sola semana de rodaje, al que se había sumado obligado por Columbia Pictures, envió al estudio un memorando de ocho páginas donde explicaba las razones por las que debía abandonar el proyecto de una película que consideraba de lo más inverosímil, destinada al fracaso en taquilla. Junto al memorando incluía un cheque de cinco mil dólares (dato a tener en cuenta en el caso de alguien tan fenomenalmente tacaño) en compensación por el trabajo que pudiera suponer sustituirle y volver a filmar las tomas ya acabadas. Rechazada su petición y forzado a terminar la película, esta fue un gran éxito, y aun hoy es una de las películas más recordadas de su filmografía, así como de la de su compañera protagonista, Irene Dunne, y también de su director, McCarey, hoy casi olvidado pero admirado por colegas como Hitchcock, Hawks, Capra, Ford o Cukor.

De cine y literatura, de elefantes y de surf

GRANDES AMORES, GRANDES PASIONES: DEBORAH KERR Y PETER VIERTEL

Las de su salón eran, en expresión de Billy Wilder, las mejores butacas de California. John Huston, citado por el Comité de Actividades Antiamericanas durante la época macarthista para ser interrogado, entre otras cosas, respecto a lo que allí ocurría, declaró que se trataba de una de las personas más hospitalarias y generosas que había conocido.

El hogar de Salomea Steuermann, Salka Viertel, en el 165 de Mabery Road, Santa Mónica, fue centro de acogida y encuentro de exiliados europeos, gente del cine e intelectuales de paso por Hollywood durante el ascenso del nazismo y la Segunda Guerra Mundial, algo así como lo que la mansión de Charles Chaplin (The House of Spain, en palabras de Scott Fitzgerald) supuso para los españoles que acudieron a la llamada de los grandes estudios para rodar talkies (las versiones de las películas en otros idiomas, práctica previa a la instauración del doblaje). Greta Garbo, Marlene Dietrich, Thomas Mann, Bertolt Brecht, Aldous Huxley, André Malraux, Sergei M. Eisenstein, Billy Wilder, Sam Spiegel, Christopher Isherwood, Irwin Shaw, John Huston, James Agee, Katharine Hepburn, Norman Mailer… Todos ellos frecuentaron las tertulias dominicales en casa de los Viertel y se deshicieron en elogios cantando las alabanzas de su anfitriona, auténtica alma máter de aquella burbuja cultural surgida junto a las soleadas playas californianas.

Berthold y Salka Viertel se instalaron en Hollywood atraídos nada menos que por B. P. Schulberg, entonces dueño de la Paramount, padre de Budd Schulberg, periodista y escritor célebre por ser autor del reportaje y la novela que dieron origen a La ley del silencio (Elia Kazan, 1954) y por ser la última persona que estuvo a solas con Robert Kennedy antes de su asesinato en 1968, y cuñado del agente de actores e intérprete Sam Jaffe, conocido por sus personajes en Gunga Din (George Stevens, 1939) o La jungla de asfalto (John Huston, 1950). Los Viertel formaron parte aquella oleada de profesionales y de intelectuales centroeuropeos que irrumpió en Hollywood en aquellos años, que tanto harían por el cine americano y que tan decisivos resultarían en el tránsito del mudo al sonoro. Ambos eran oriundos del Imperio austrohúngaro y pertenecientes al mundo de la cultura, la literatura, el teatro y el cine, Berthold como poeta y director cinematográfico y teatral, y Salka como actriz y guionista. Hija de un abogado judío, crecida en un ambiente acomodado, políglota y culto, Salka Steuermann comenzó su carrera de actriz a los 21 años, en 1910, y en Berlín, Viena, Dresde o Praga se codeó con Max Reinhardt, Bertolt Brecht, Oskar Kokoschka, Rainer Maria Rilke, Franz Kafka o su futuro marido, Berthold Viertel. Tras su llegada a Hollywood en 1928, Berthold trabajó para Paramount, Fox y Warner Bros. adaptando para el público alemán películas en lengua inglesa y colaborando con el maestro F. W. Murnau en los guiones de algunos de sus proyectos en América, como Los cuatro diablos (1928) y El pan nuestro de cada día (1930), antes de iniciar su propia carrera en Hollywood como director con un puñado de películas de las que la más estimables son las últimas, producidas en el Reino Unido, en especial Rhodes el conquistador (1936), epopeya protagonizada por Walter Huston (padre del guionista y director John Huston) sobre el famoso colonizador de África del Sur. Por su parte, Salka Viertel coescribió varios guiones y actuó en algunas películas (en general, talkies para el público alemán) como Anna Christie, adaptación de la obra de Eugene O’Neill en la que intervino junto a Greta Garbo. Precisamente, en 1931 fue Salka Viertel quien le presentó a Garbo a la escritora Mercedes de Acosta, con la que mantuvo una larga y accidentada relación sentimental. Continuar leyendo «De cine y literatura, de elefantes y de surf»

Cómo se hizo Con la muerte en los talones (North by Northwest, Alfred Hitchcock, 1959)

Breve documental sobre esta joya del cine de Alfred Hitchcock, conducido por Eva Marie Saint, coprotagonista de la película.

Mis escenas favoritas: Charada (Charade, Stanley Donen, 1963)

Un Hitchcock sin Hitchcock. Stanley Donen siguió la plantilla del director británico para esta comedia de intriga repleta de eso que llaman glamur (que no se sabe qué es) y que gira en torno a un asesinato y a la desaparición de un dinero. Con Cary Grant y Audrey Hepburn el estilo y la elegancia están asegurados, incluso en las situaciones más insospechadas…

Alfred Hitchcock presenta: Hitchcock, Selznick y el final de Hollywood (Hitchcock, Selznick and the End of Hollywood, Michael Epstein, 1998)

Excelente documental que repasa la relación entre el director británico y el productor norteamericano y explica alguna de las claves del funcionamiento y de la extinción del Hollywood clásico.

Música para una banda sonora vital: Bob, Carol, Ted y Alice (Bob & Carol & Ted & Alice, Paul Mazursky, 1969)

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Burt Bacharach y Hal David andan detrás de What the World Needs Now Is Love, canción interpretada por Jackie DeShannon que cierra esta comedia, debut de Paul Mazursky en la dirección, sobre la liberación sexual de un matrimonio con un gusto de lo más esnob por todo lo que implique modernidad y sofisticación (Natalie Wood y Robert Culp) que, tras asistir a una terapia comunal, cambia su postura sobre la moral y las relaciones para escándalo y conmoción de sus mejores amigos (Dyan Cannon -recién divorciada de Cary Grant- y Elliott Gould). Polémica y ácida para el año de su estreno, aunque bastante descafeinada medio siglo después, la película, además de contar con la música de Quincy Jones y una de las versiones más bellas de Natalie Wood en la pantalla, supuso en particular el trampolín a la fama de Gould, uno de los actores más importantes y populares del Nuevo Hollywood de los setenta, y el punto más alto de la carrera de un Paul Mazursky que se vino abajo demasiado pronto.