Magnífica composición de James Horner para esta popular película de Jean-Jacques Annaud, adaptación de la novela de Umberto Eco, que refleja adecuadamente la áspera y sombría Edad Media que fotografía el gran Tonino Delli Colli. Ya hemos dicho en más de una ocasión que solo el final (no todo, sino el de la trama paralela que afecta al inquisidor Bernardo Gui) lastra la película e impide una valoración todavía mayor de sus grandes méritos, y que además es, probablemente, la película con más feos por metro cuadrado de celuloide de la historia del cine… La música de Horner se cuenta entre sus virtudes.
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Diálogos de celuloide – El nombre de la rosa (1986)
Música para una banda sonora vital – The Rolling Stones
Simpathy for the devil es uno de los más importantes clásicos de la música popular del siglo XX. Además de su aparición, quizá en su mejor interpretación, en The Rolling Stones rock and roll circus (1996), en 1994, Neil Jordan la incluyó, en la versión de Guns N’Roses, en la banda sonora de Entrevista con el vampiro, esa colección de metrosexuales diabólicos interpretados por Tom Cruise, Brad Pitt, Antonio Banderas y Christian Slater a los que se merendaba en la pantalla una jovencísima Kirsten Dunst.
The Rolling Stones, seguramente la mejor banda de rock de todos los tiempos venidos y por venir, son fijos en las bandas sonoras de centenares de directores de todo el mundo, de Scorsese a Gimme Shelter, de Godard a David Fincher, lo cual acrecienta los royalties que reciben desde hace décadas por sus inmortales composiciones. Otro de sus temazos, Paint it black, fue escogido con muy buen tino por Stanley Kubrick como rúbrica a su magistral La chaqueta metálica (1987).
Mis escenas favoritas – El nombre de la rosa
El próximo jueves, 7 de octubre, tendrá lugar a partir de las 18:00 horas una nueva sesión (la quinta ya, exactamente cinco más de las que esperábamos) del ciclo cinépata-literario «Libros Filmados», organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores (& me), con la colaboración de FNAC Zaragoza-Plaza de España cañí.
En esta ocasión, la proyección de la coproducción germano-franco-italiana El nombre de la rosa, dirigida por Jean-Jacques Annaud (1986), además de para demostrar que se trata de la película con más feos por metro cuadrado de celuloide de todos los tiempos venidos o por venir, Apocalipsis (Now) de San Juan incluido, dará pie a un interesante coloquio con José Verón Gormaz y servidora en el que cabrán cuestiones relativas a la historia de la Iglesia catódica (e incluso de la católica), las herejías medievales, Segarelli, los dulcinistas, el Papado y los cismas, los juegos literarios de Umberto Eco, sus tributos a Cervantes, Voltaire, Conan-Doyle, Borges o Mortadelo y Filemón, entre otros, los grandes aciertos y pifias a la hora de trasladar a imágenes la obra del autor italiano, así como del puñetero gusto de Annaud en emular desde Europa al cine americano en lo peor que el cine americano vomita sobre Europa.
Remember: jueves, 7 de octubre, proyección de El nombre de la rosa (18:00 h.) y charla-coloquio-desbarre (20:15 h.) en FNAC Zaragoza-Plaza de España y olé, organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores.
Se os espera (o no).
Música para una banda sonora vital – Amor a quemarropa
En esta magnífica película (aunque menos de lo que hubiera sido si en lugar del incompetente Tony Scott la hubiera dirigido el propio Quentin Tarantino, que ha abominado más de una vez en público del mal uso que el director hizo de su espléndido guión) cuenta con una preciosa partitura de Hans Zimmer, discreto músico de cine que, como en este caso, hace de la copia y del continuo «homenaje», la base de su creación musical.
Además, la película cuenta con algunas otras piezas reseñables en las que Zimmer no tiene nada que ver. La primera, Will you still love me tomorrow, de The Shirelles.
La segunda, es el maravilloso Dueto de las flores de la ópera de aire oriental Lakmé, del compositor francés Léo Delibes, que ese mismo año también apareció en una hermosísima escena de Atrapado por su pasado, de Brian de Palma, en el momento en que Al Pacino, en la lluviosa noche neoyorquina, mientras se refugia del aguacero cubriéndose la cabeza y los hombros con la tapa metálica de un cubo de la basura, descubre desde una azotea a Penelope Ann Miller en la clase de danza que tiene lugar tras las iluminadas ventanas del edificio de enfrente. Una escena sutil, delicada, maravillosa, bellísima.
Diálogos de celuloide – Amor a quemarropa
– ¿Sabe? Los sicilianos son grandes embusteros. Los mejores del mundo. Yo soy siciliano. Mi padre era el campeón del mundo de los embusteros sicilianos. Al crecer con él aprendí cómo hacerlo. Hay diecisiete cosas distintas que uno puede hacer cuando miente. Quien quiera descubrirle tendrá que averiguar las diecisiete formas. La mujer tiene veinte, el hombre diecisiete, pero si las conoces como conoces tu propia cara, puedes mandar los detectores de mentiras al infierno. Lo que intentamos ahora es el juego de mostrar y contar. Usted no quiere mostrarme nada pero así lo cuenta todo. Sé que usted sabe dónde están, así que dígamelo antes de que le haga sufrir. Porque de morir no se libra.
True romance. Tony Scott (1993).
Música para una banda sonora vital – Arma joven 2
Uno de los infructuosos intentos acaecidos en los ochenta para revitalizar el género del western, Arma joven (Young guns, 1988), que combinaba un reparto de nuevas caras jóvenes de Hollywood (Emilio Estévez, Kiefer Sutherland, Lou Diamond Phillips, Charlie Sheen o Dermot Mulroney) con viejas glorias en horas bajas (Terence Stamp o Jack Palance) y relataba de nuevo la historia de Billy el Niño basándose en la leyenda de su supervivencia a la mítica muerte que nos ha contado la historia, logró cierto éxito de público. Dos años más tarde se lanzó su segunda parte, de original título Arma joven 2 (Young guns 2), en la que se profundiza en la historia de su, según la película, presunta muerte a manos de Patt Garrett, antiguo amigo y camarada de correrías, y que cuenta con caras tan conocidas ahora como Christian Slater, Viggo Mortensen o William Petersen (el Grissom de CSI cuando aún se hacía llamar William L. Petersen).
Para esta segunda parte, el rockero metrosexual Bon Jovi compuso Blaze of glory, una recordada canción, tan irregular como la película.
La tienda de los horrores – Very bad things
Una buena idea puede dar de sí grandes películas, como El quinteto de la muerte (The ladykillers, rodada en 1955 por Alexander MacKendrick, con su absurdo, innecesario e intrascendente remake de los hermanos Coen) y una patata de celuloide como este intento de comedia negra, chabacano, vulgar, zafio, sanguinolento, delirante, y por si fuera poco, reaccionario, realizado por el presunto director de cine Peter Berg, autor de un puñado de trabajos irrelevantes, en 1998 y protagonizado por Cameron Diaz, Christian Slater, Daniel Stern y Jeanne Tripplehorn, por citar los rostros conocidos.
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