Cortometraje nominado al Oscar en la categoría de animación que plantea una sencilla pregunta de respuesta nada fácil: ¿qué es el amor? Una serie de viñetas y de momentos capturados intentan dar una idea panorámica de la complejidad de este concepto.
Este cortometraje de animación, basado en la canción del mismo título del mexicano Armando Domínguez, es fruto de la colaboración que Walt Disney y Salvador Dalí emprendieron en 1948. Combinación de ballet y dibujos, debía formar parte de un largometraje de relatos breves, pero el proyecto quedó inconcluso. No fue hasta 2003 que se retomó el proyecto, mucho después del fallecimiento de ambos, y gracias a los bocetos e instrucciones que había dejado el pintor.
Tema optimista, lleno de vida, de simpatía, de afabilidad, de las cosas que importan, para, desde aquí, mandar una gran mierda virtual -la real, ya les llegará- a todos los que intentan día a día jorobarnos la vida con su pesadez, su estupidez, su incompetencia o su simple presencia: los banqueros, los políticos, los sectarios, los borregos, los fanáticos religiosos, los nacionalistas nazi-onanistas, los analfabetos funcionales pegados a maquinitas de pantallitas y botoncitos, los entrenadores portugueses, los fashion-delanteros portugueses, las agencias de (des)calificación, los que otorgan premios estúpidos, los que acuden a recibirlos, los periodistas propagandistas, los matones de patio de colegio, los palurdos de la caverna mediática, los incultos que confunden prosperidad con hacer dinero, los actores y actrices monigotes, los directores de academia que no leen libros y que por eso nunca serán cineastas, los músicos y cantantes hechos con molde, los cocineros que deconstruyen, los modistos que no modelan, los escritores que copian, los escritores que no saben escribir porque no saben pensar porque no saben leer…
Porque la vida sigue siendo bonita cuando vosotros no estáis, no salís, no os nombran ni os buscan ni os retratan ni hablan de vosotros. Es bonita gracias a gente como tú, que madrugas cada mañana para trabajar o para hacer la cola del paro, que cuidas de tu gente, que no haces daño a nadie, que todavía conoces conceptos como la vergüenza, la piedad, la compasión, el altruismo o el desinterés, que te enamoras y te dan calabazas o que tienes suerte y te retrasan el momento días, semanas, meses o incluso años, que vives por y para los tuyos, que ríes y sueñas con trabajo y pundonor, que construyes, creas, piensas, sientes y anhelas, que miras y sabes ver, que lees y entiendes, que escuchas y disciernes, que disfrutas con tus amigos o en la soledad de tu pensamiento y tu reflexión. Que sigues siendo persona y no consumidor de productos, ideas, modas, películas, videojuegos o panfletos. Para ti, esta canción. Porque, amigo o amiga, I wanna be like you [de El libro de la selva (The jungle book, Wolfgang Reitherman, 1967), lejana -y ligera- adaptación de Rudyard Kipling made in Walt Disney].
A los demás, a los parásitos, a la morralla, como decía el gran Antonio Ozores, que les vayan dando…
Valga esta secuencia musical de Pesadilla ante de Navidad (The nightmare before Christmas, Henry Selick, 1993) titulada Esto es Halloween para conmemorar, cinematográficamente hablando, el día de Todos los Santos, fiesta que, acompañada del Día de Difuntos, antaño excusa para el tétrico y siniestro culto cristiano a la muerte, parte de su repertorio para el oscurantismo con el que ha fomentado la intimidación y la manipulación de los seres humanos, está siendo sustituida por la arrolladora máquina mercadotécnica de la mamarrachada esa de Halloween, antigua festividad celta convertida hoy en día en orgía del consumismo más chabacano y entontecedor. A ello ha contribuido decisivamente el cine yanqui, y con él el sobrevaloradísimo Tim Burton, productor de esta película, de lo mejorcito que ha salido de sus garras y su pelo alborotado.
Vaya por delante que, personalmente, detesto el humor vulgar y soez de esta película, aunque simpatizo con sus cargas de profundidad contra la política del gobierno norteamericano y con su disección mordaz, irreverente y perspicaz sobre las contradicciones de la sociedad capitalista. Por eso, a pesar del gusto personal y de que uno, en su papel de cenizo habitual, no cree que muchas cosas vayan a cambiar en el mundo aunque cambie el color de la piel de un presidente (y que conste que deseo enormemente equivocarme en este punto), en el día en que George W. Bush se larga y nos deja algo más tranquilos (aunque sea poco visto lo que está cayendo), le dedicamos esta performance de una de las escenas de la peli a ese ser abominable con todo el desprecio del mundo para él y los suyos, norteamericanos o no, deseándole, eso sí, que tenga una vida larga llena de introducciones masivas y continuas de adminículos gruesos y rasposos por donde le amargan los pepinos.
Aprovechamos para congratularnos de que ninguno de estos pazguatos haya formado parte de las 300.000 visitas que hemos tenido el honor de recibir en el año, nueve meses y quince días que esta escalera lleva abierta a todo aquel que quiera subirla y bajarla, y donde son bienvenidos todos los amantes del cine, de la música o de cualquier otra faceta de la vida que excluya la mala fe y el daño gratuito.