Música para una banda sonora vital: Misión de audaces (The horse soldiers, John Ford, 1959)

I left my love es el tema principal de esta película de John Ford sobre la Guerra Civil estadounidense, con magnífica fotografía de William Clothier, y basada en una novela de Harold Sinclair sobre la infiltración de una columna de la caballería nordista tras las líneas del Sur. Diversos problemas de producción, guion y rodaje, además de algún que otro desgraciado contratiempo, provocaron el desinterés final del director e impidieron que la película alcanzara la talla de otros clásicos inmortales de Ford cuando todo apuntaba a que iba camino de convertirse en una de sus grandes obras maestras imprescindibles. No obstante, atesora algunos momentos memorables y la siempre grata presencia de John Wayne o William Holden, acompañados de Constance Towers.

Cerrando bocas: El sargento negro (Sergeant Rutledge, John Ford, 1960)

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La mejor manera de desmentir el presunto racismo de John Ford, lo mismo que su supuesto machismo, es ver su cine y utilizar los ojos para mirarlo y el cerebro para entenderlo. Prácticamente todas sus películas (y en lo que no, ahí está su vida personal dentro y fuera del cine para constatarlo) contienen abundantes y elocuentes elementos que permiten descartar esa lectura torpe, facilona y absurda que determinados sectores de la izquierda y del feminismo han querido dar a su cine sin detenerse a verlo con la debida atención, anteponiendo la ideología y el discurso interesado al indudable carácter de sus películas, incluso de aquellas que hacen exaltación (con muchísimo que matizar) del militarismo. Leer algún libro sobre su vida también ayuda a sacudirse prejuicios y quitarse tonterías de la cabeza, además de para aprender que los genios son siempre mentes complejas, desde luego no tan simples como las que pretenden juzgarlos con un titular. Pero si aun así se persiste en las ideas preconcebidas, El sargento negro (1960) constituye una prueba irrefutable de que lo principal, en el cine y en la vida, es saber mirar. Porque en 1960, en plena caldera de ebullición de la lucha por los derechos civiles de la población negra en los Estados Unidos, John Ford presenta esta tesis sobre la igualdad de los hombres y la injusticia racial que tiene como centro al sargento Rutledge (el apellido tampoco se deja al azar, pues coincide con la malograda prometida del presidente Lincoln, una de las figuras de la historia americana preferidas del director), antiguo esclavo reconvertido en suboficial de la caballería de los Estados Unidos cuyo sobrenombre es «Soldado ejemplar», y al que se dedica la canción «Capitán Búfalo», antecedente de Bob Marley y su Buffalo soldier, mientras regala a Woody Strode el plano que en la historia del cine americano antes y mejor ha retratado positivamente a un personaje de raza negra, con toda la épica lírica que solo John Ford ha sabido traspasar adecuadamente a la pantalla.

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Para situar mejor el paralelismo entre este western y el delicado momento de su concepción y rodaje, la historia se sitúa nada menos que en un consejo de guerra al que se somete al heroico sargento, al que se acusa de haber violado y matado a una muchacha adolescente, y del asesinato de su padre, un oficial del fuerte donde se encuentra destinado. Reunido el tribunal, su antiguo superior, el teniente Cantrell (Jeffrey Hunter), ejerce como defensor, mientras que el puesto de incisivo e iracundo fiscal le corresponde a un capitán de infantería (Carleton Young), que busca de todas las maneras posibles una condena que engorde su expediente de éxito profesional. Los diversos testigos intervienen relatando, en distintos flashbacks,  los hechos que permiten colocar en su contexto la figura de Rutledge y conocer los detalles que rodean las muertes de las que se le acusa. De este modo nos encontramos con un western coescrito por un autor de marcada índole racista (James Warner Bellah, que también escribió los relatos originales en que se inspiró la trilogía de la caballería fordiana) al servicio de la reivindicación de la asimilación de los negros (más adelante en la filmografía del director, también de los indios, en El gran combate / Otoño Cheyenne, 1964) a la vida en pie de igualdad con los americanos blancos, y que alterna las luminosas tomas en espacios abiertos características del cine de Ford con destellos expresionistas ya explorados en algunos de sus trabajos de los años 30, El delator (The informer, 1935), y 40, El fugitivo (The fugitive, 1947). El contexto militar, una revuelta india, proporciona la acción y el contexto para la evaluación de Rutledge y la glosa de los méritos del resto de soldados negros del Noveno de Caballería. Continuar leyendo «Cerrando bocas: El sargento negro (Sergeant Rutledge, John Ford, 1960)»

Vidas de película – John Gavin

Este guaperas es John Anthony Golenor, conocido para el cine como John Gavin, californiano nacido en 1928, y esposo de la también actriz Constance Towers. Pero no se limita a ser otro busto parlante que haga poses ante la cámara, porque John Gavin es también un cerebrito. Experto en Historia Económica de Hispanoamérica, ex profesor de la Universidad de Stanford y ex miembro de la marina de los Estados Unidos, en los años 80 fue nada menos que embajador de su país en México, lugar de nacimiento de su madre (su padre era irlandés), por lo que domina el español a la perfección.

Su carrera no es demasiado extensa porque siempre la intercaló con sus estudios y sus ocupaciones intelectuales y académicas, además de con la participación en algunas series televisivas durante los años sesenta (los rodajes en los platós de televisión le resultaban más compatibles con su agenda académica que los viajes y los compromisos de sus proyectos cinematográficos), pero atesora un buen puñado de títulos notables, por ejemplo, la dupla con Douglas Sirk, Tiempo de amar, tiempo de morir (A time to love and a time to die, 1958) y el remake Imitación a la vida (Imitation of life, 1959), que pasa por ser uno de los mejores melodramas de la historia del cine, aunque un poco pesadito y tontito para quien escribe.

Además de algún papel en películas menores con Katharine Hepburn o Julie Andrews, lo más sobresaliente de John Gavin en los sesenta fue su aparición, pecho-lobo de por medio, en Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960) y como un joven Julio César, protegido de Graco (Charles Laughton), en Espartaco (Spartacus, Stanley Kubrick, 1960). Tras varios años retirado de la pantalla, protagonizó en México Pedro Páramo (1967), adaptación de la obra de Juan Rulfo, y después cambió definitivamente el cine por su otra profesión, la de diplomático en la tierra de su madre.

Cine de papel – El sargento negro

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El sargento negro es una de las películas de John Ford consideradas «menores» (qué cuajo pensar que el que es probablemente el mejor director de cine de todos los tiempos pueda tener una película menor; qué decir del noventa por ciento del resto de los cineastas, entonces…). Estrenada en 1960, no es exactamente un western, por más que la acción se enmarque en esa localización histórico-geográfica tan cara al director de origen irlandés. Es más bien un drama sobre el racismo (recordemos, de 1960, pensemos lo que es estrenar una película de esta temática en los Estados Unidos de entonces) en el marco de un consejo de guerra celebrado contra un sargento negro (la imponente presencia de Woody Strode), militar valiente y ejemplar, acusado de haber violado y asesinado a una mujer blanca. Continuar leyendo «Cine de papel – El sargento negro»