Mis escenas favoritas: Doctor Zhivago (David Lean, 1965)

Una de las varias clases prácticas sobre el comunismo que contiene esta obra maestra de David Lean, basada en la novela de Boris Pasternak. Una secuencia con múltiples rostros reconocibles, de cinematografías diversas, que encajan muy bien todos juntos bajo el sello de Hollywood.

Crónica de un rodaje accidentado: La hija de Ryan, de David Lean (1970)

Gracias al indispensable blog irlandés-aragonés Innisfree, hemos llegado a este estupendo artículo de Marcos Ordóñez, publicado en el blog de El País Bulevares periféricos que recoge las impresiones de Perico Vidal, ayudande de dirección de David Lean durante el rodaje de La hija de Ryan, su incomprendida pero cautivadora epopeya irlandesa. La aventura no tiene desperdicio.

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En marzo de 1969 comenzó el rodaje de La hija de Ryan en la península de Dingle, en County Kerry, frente a la costa atlántica de Irlanda, y duró un año o más. Fui feliz con Susan, fui feliz por mi amistad con Lean y por la confianza que había depositado de nuevo en mí, y fui muy, muy feliz cuando nació Alana, mi hija, en noviembre de aquel año, pero no fue un rodaje feliz para mí. Con una excepción: conocí a Robert Mitchum, uno de los tipos más extraordinarios y maravillosos con los que he tenido la suerte de cruzarme.
Buena parte del equipo nos instalamos en County Kerry, en casas particulares o en los dos únicos hoteles que había entonces, el Skelling y el Mill House. Sarah Miles y Robert Bolt alquilaron una preciosa casa llamada Fermoyle House; Mitchum tenía otra, igualmente espléndida, cuyo nombre no recuerdo.

La gente de Dingle estaba encantadísima con nuestra llegada, porque significaba dinero por primera vez en mucho tiempo, y se desvivieron por nosotros. Roy Walker y Eddie Fowlie, al frente de una brigada de doscientos obreros, levantaron un pueblo imaginario, Kirrary, en una colina de la zona de Dunquin. Me recordó al trabajo de Doctor Zhivago, con la diferencia de que esta vez las tiendas, la iglesia, el pub o la escuela no eran de madera sino de piedra, construidas a la manera de principios del diecinueve. ¿Problemas en el rodaje? Todos los que quieras y veintisiete más de propina. Para empezar, Lean intentó filmar la historia cronológicamente, y el clima irlandés decidió no ajustarse al plan. Luego hubo incontables problemas actorales. Problemas de Lean con Christopher Jones, y de Sarah Miles con Christopher Jones, y de Christopher Jones con Christopher Jones. Problemas de John Mills con este y con el otro (el otro era yo). Problemas de Trevor Howard con todo el mundo. Problemas míos con buena parte del equipo inglés: ahora yo mandaba mucho, como jamás había mandado, y a unos cuantos no les hacía maldita gracia que les diera órdenes un español. Me recibieron de uñas y me montaron una guerra continua. Guerra de zapa, de decir que sí y que vale y hacer lo contrario o no hacerlo. Tuve la suerte de que allí tenía varios amigos fidelísimos, con Ernie Day, el gran operador, a la cabeza. Y Lean, por encima de todo, claro. Continuar leyendo «Crónica de un rodaje accidentado: La hija de Ryan, de David Lean (1970)»

CineCuentos – La tumba de Pasha ‘el perdedor’

En un rincón apartado y descuidado del Memorial Mamayev Kurgan de Volgogrado hay una tumba sin nombre apenas visible bajo la capa de tiempo que ha ido amontonándose sobre ella. Pero, según me cuenta Irina, la traductora sin cuya ayuda estaría perdido en mi viaje, Vasili, el anciano achacoso y encorvado que, luciendo orgulloso sus medallas descoloridas y oxidadas en el bolsillo de su raída americana oscura, hace de cicerone por este monumento al horror y la muerte, jamás deja de enseñarla a quienes, cada vez en menor número, se acercan a rendir homenaje a los dos millones de espectros de un pasado que nutre nuestro presente. Síganme, síganme, va repitiendo mientras asciende por la colina con un ánimo y una fuerza impropios de su edad en dirección al último muro de ladrillo que separa el complejo funerario de la hermosa pradera de flores silvestres que brotan para honrar los recuerdos, justo al otro extremo de la impresionante figura de piedra que, representando a la Madre Patria, desde lo alto de la colina, blande una enorme espada al cielo ruso. Al llegar por fin junto a la tumba, apenas una baldosa cuadrada de ni un metro de lado cubierta de césped y hierbajos, Vasili se detiene y nos observa curioso y divertido. ¿Sabe quién descansa aquí?, pregunta por la dulce voz de Irina. Aguarda con su sonrisa metálica y desdentada que me dé por vencido y entonces añade: el buen Pasha, el hombre cuya desgracia salvó mi vida.

A los diecisiete años, relata el anciano a través de Irina, yo había matado ya a media docena de hombres, casi todos alemanes, pero nunca había besado a una chica. Cuando llegué en el invierno del 42 no me hacía ilusiones de que fuera a salir de aquí con vida; nadie se las hacía. Pensé que moriría sin sentir los labios de una joven contra los míos, el calor de su cuerpo, la tensión de sus muslos… Y casi estuvo a punto de ser así, si Pavel, porque ya no era tan joven como para seguir llamándolo Pasha, no se hubiera cruzado en mi camino. Y jamás hubiera venido a Stalingrado a encontrar la muerte en mi lugar si, muchos años atrás, Larissa no le hubiera abandonado por Yuri Zhivago.

El viejo notó mi sorpesa cuando escuché por boca de Irina el nombre de Zhivago. La novela de Pasternak, la película de David Lean, con Omar Sharif, Julie Christie, bellísima, Alec Guinness, Rod Steiger… Una historia de amor ambientada en la Revolución Rusa y la posterior guerra civil, rodada en buena parte en Soria y con equipo y actores españoles. Pero, yo al menos, desconocía que la obra de Pasternak estuviera basada en personajes reales, de carne y hueso, personas a las que él hubiera podido conocer y tratar, y mucho menos que, a la larga, su historia fuera a desembocar entre las ruinas de Stalingrado, hoy Volgogrado, en el invierno de 1942-43, con la derrota de Paulus y el principio del fin del III Reich. Además, por lo que yo recordaba, Pasha había muerto mucho antes, se había suicidado al enterarse de la marcha de Lara con Komarovski o, capturado en la guerra civil por los rusos blancos, había logrado matarse antes de que lo fusilaran cerca de Yuriatin. Por supuesto, me dispuse a escuchar con la mayor atención todo lo que el anciano tuviera a bien decir mientras intentaba hacer memoria y recordar quién daba vida a Pasha en la película, el jovencito con gafas redondas y gorra a lo Trotski que, enamorado de Lara, la hermosa Lara, volcaba en la causa bolchevique toda su frustración, el desamor acumulado durante años… Sí, recordé al fin, Tom Courtenay. Un revolucionario por amor, quién lo diría viendo a Lenin o Stalin, a Beria o Molotov, los crímenes de Magadán o Kolymà.

Pero el viejo no dijo nada más. Hizo el signo ortodoxo de la cruz y ya daba media vuelta cuando, con la ayuda de Irina, le pedí que me contara algo más de Pasha. Pavel Antipov, se limitó a contestar, un perdedor. Se hizo bolchevique para olvidar el amor, dio lo mejor de su vida por una causa que creyó justa pero que terminó por desengañarle como a todos, para terminar aquí, uno más entre millones de fantasmas, sin nadie que lo recuerde, que sepa que, si Lara le hubiera amado, si él hubiera dedicado su vida a hacerla feliz, yo llevaría años muerto. Él me salvó, ni siquiera se sacrificó por un general, por el partido o por la patria; lo hizo por un humilde y desconocido carpintero de Novosibirsk. Gracias a él sobreviví a Stalingrado, y a Varsovia, y al frente húngaro, y al cruce del Elba, y a la toma de Berlín. Gracias a él me casé con una buena mujer, trabajé décadas en una fábrica de tractores. Gracias a él tuve dos hijos que ahora se ganan la vida en occidente…

¿Cómo ocurrió? ¿Cómo le salvó la vida?, le preguntó Irina traduciendo mis palabras. ¿Qué más da?, contestó. En la guerra ocurren esas cosas continuamente. A nadie le importan de verdad los Pavel Antipov de este mundo, sólo a mí. Ni siquiera quien relató su historia tuvo el detalle de dejar constancia para la posteridad del digno y heroico final que tuvo. Perdió su amor, perdió su vida y ha perdido hasta el recuerdo.

Tras limpiarse las lágrimas con un pañuelo sucio y lleno de agujeros, sacó algo del bolsillo de su americana, un libro pequeño y de pocas páginas. Trabajosamente, se inclinó sobre la tumba y lo colocó encima sujeto con una piedra. Sin más, echó a andar colina abajo.

Un momento después, levanté la piedra y ojeé el libro, una vieja edición de los poemas de Yuri Zhivago. En la primera página, la fotografía de una hermosa mujer de rasgos delicados, rubia, con el pelo recogido. Al pie, un texto. Irina lo leyó: «Larissa Fiodorovna Guishar». Lara Antipovna.

Mis escenas favoritas – Doctor Zhivago

La grandiosa novela de Boris Pasternak fue llevada al cine en 1965 de forma magistral por el cineasta David Lean, financiada por el productor italiano Carlo Ponti con la colaboración de la infraestructura industrial montada en España por Samuel Bronston (la película está rodada, entre otras localizaciones, en Soria y alrededores). En su reparto cuenta con Omar Sharif, Rod Steiger, Geraldine Chaplin, Alec Guinness y una hermosísima Julie Christie, entre otros.

Junto a la escena de la carga de caballería, la represión por parte de las fuerzas zaristas de una manifestación pacífica organizada por el incipiente movimiento obrero ruso durante la crisis de la guerra rusojaponesa de 1905, una de mis favoritas en cuanto al retrato de la represión por parte del poder ejercida contra quienes reclaman justas demandas de igualdad, la primera escena de la cinta, el entierro de la madre de Yuri, resulta verdaderamente sobrecogedora. No sólo por tratarse de un funeral, sino porque en apenas unas pinceladas apunta dos de los hilos narrativos de la película y del momento histórico que retrata: la soledad del personaje central, por un lado, y la insignificancia del ser humano en relación con la inmensidad del enorme espacio ruso, detalle que resulta imprescindible para la comprensión de la idiosincrasia y de los avatares políticos de aquel país. Las grandes obras suelen tener comienzos formidables. Y este lo es.