Diario Aragonés – Cisne negro

Título original: Black swan

Año: 2010

Nacionalidad: Estados Unidos

Dirección: Darren Aronofsky

Guión: John McLaughlin y Mark Heyman

Música: Clint Mansell

Fotografía: Matthew Libatique

Reparto: Natalie Portman, Mila Kunis, Vincent Cassel, Winona Ryder, Barbara Hershey, Christopher Gartin, Sebastian Stan

Duración: 103 minutos

Sinopsis: La joven Nina es escogida como figura principal de un importante ballet de Nueva York. A medida que se acerca el estreno de El lago de los cisnes, sin embargo, mientras crecen sus inseguridades y temores, también lo hace su rivalidad con su compañera Lily. La tensión y los nervios sumen a Nina en el agotamiento y en una confusión mental que termina mezclando en su cabeza realidad e ilusión.

Comentario: Tras la austeridad narrativa y la profundidad humana de El luchador (The wrestler, 2008), Darren Aronofsky vuelve por donde solía. En Cisne negro, despliega el enorme potencial de su innegable imaginación visual al servicio de un cóctel que por un lado hereda ciertos lugares comunes de los melodramas situados en los entresijos de los escenarios, y por otro recoge ecos del thriller psicológico en la línea, por ejemplo, de Roman Polanski. El conjunto viene aderezado por una apabullante estética, tan sombría y siniestra como poseedora de una notable carga erótica, y por el gusto de Aronofsky por el mundo de la alucinación vinculado al trastorno mental de los personajes y a su psicosomática plasmación en cambios físicos o lesiones, como ya hiciera en Pi (Pi: faith in Caos, 1998) o en la celebrada Réquiem por un sueño (Requiem for a dream, 2000). Todo ello como vehículo de un guión que, como mayor acierto, consigue encadenar simbólicamente la trama principal de la película con el libreto de la insigne partitura de Tchaikovsky y el antagonismo entre el cisne blanco y su rival negro [continuar leyendo].

Diario Aragonés: The fighter

Título original: The fighter
Año: 2010
Nacionalidad: Estados Unidos
Dirección: David O. Russell
Guión: Scott Silver, Paul Tamasy y Eric Johnson
Música: Michael Brook
Fotografía: Hoyte Van Hoytema
Reparto: Mark Wahlberg, Christian Bale, Melissa Leo, Amy Adams, Robert Wahlberg, Jenna Lamia, Jack McGee
Duración: 115 minutos

Sinopsis: Historia real de los hermanastros Dicky Eklund y Micky Ward. El primero es una vieja gloria local del boxeo que peleó una vez contra Sugar Ray Robinson. El segundo intenta que la decadente vida de Dicky, sumido en la delincuencia y las drogas, y los egoísmos de su madre y hermanas no le perjudiquen en su propia carrera como boxeador. Junto a Dicky y el resto de su familia y amigos, y de la mano de su novia Charlene, Micky alcanzará el reconocimiento mundial a mediados de los ochenta gracias a sus memorables combates con Arturo Gotti.

Comentario: A estas alturas es muy complicado que una película situada en el mundillo del boxeo resulte innovadora, que logre eludir lugares comunes, tópicos y caracteres convertidos en clichés: una vida difícil, una oportunidad de salir de un barrio deprimido, el entorno de violencia y delincuencia, las relaciones con el entrenador, el antagonismo entre la vida sentimental y la profesional, la gloria y la decadencia… The fighter no lo consigue, aunque sí constituye el mayor acierto de David O. Russell hasta la fecha. El director apuesta por los entresijos de la vida personal del futuro campeón Micky Ward (Mark Wahlberg, más solvente de lo habitual) y de sus complicadas relaciones con su hermanastro Dicky (sobresaliente Christian Bale), su madre (espléndida Melissa Leo), su novia Charlene (Amy Adams), sus siete hermanas, ayudantes, preparadores físicos, etc., por delante de la presunta épica y brutal espectacularidad del boxeo, acercándose más al deprimente mundo de El luchador (The wrestler, Darren Aronofsky, 2008) –de hecho Aronofsky es productor ejecutivo de The fighter– que a los retratos de ascenso y caída de Kirk Douglas en El ídolo de barro (Champion, Mark Robson, 1949) o de Robert De Niro-Jake LaMotta en Toro Salvaje (Raging Bull, Martin Scorsese, 1980) [continuar leyendo]

Dos píldoras de Charles Bukowski: El borracho y Factótum

barfly

Si la expresión «escritor de culto» es aplicable a alguien es sin duda a Charles Bukowski, paradigma del llamado «realismo sucio» de la literatura norteamericana contemporánea. Autor de decenas de novelas (La máquina de follar, Factótum o Pulp, por citar tres), multitud de relatos cortos e incontables poemas, era cuestión de tiempo que sus libros o la atmósfera que retrata en los mismos fueran llevados al cine, directamente o por imitación. El no menos de culto cineasta francés nacido en Teherán Barbet Schroeder (convertido en cineasta en plena nouvelle vague junto a Jean-Luc Godard y Jacques Rivette, y autor de películas tan variopintas, tanto en Hollywood como fuera de él, como More, La Vallé, Mujer blanca soltera busca, El misterio Von Bülow, La virgen de los sicarios o la impresionante dupla de documentales General Idi Amin Dada, sobre el dictador ugandés, y El abogado del terror, sobre el abogado Jacques Verges) llevó a la pantalla El borracho (Barfly, 1987), con guión del propio Bukowski inspirado en su propia biografía.

Su trasunto, Henry Chinaski (interpretado por Mickey Rourke en lo que bien podría haber sido el mejor papel de toda su carrera hasta su reciente y magistral caracterización de la derrota en El luchador), es un joven escritor, genial y lúcido, cuyas virtudes son favorecidas por el ingente consumo de alcohol y la vida nocturna a borbotones. Su local favorito es El cuerno de oro, lugar frecuentado por un conjunto de múltiples territorios humanos de la noche de lo más exótico: vagabundos, putas, tipos solitarios, desechos sociales y demás individuos marginales (incluido el propio Bukowski sentado en un taburete ante la barra). El aliciente de la noche suelen protagonizarlo Henry y Eddie, el barman del turno de noche, cuyas peleas son objeto de apuesta por el resto de los clientes. Si Henry gana, se gasta los pavos ganados en copas o putas. Si pierde, Jim, el barman del turno de día, le cura las heridas y le da alguna que otra copa gratis. Y así es la vida de Henry hasta que una noche conoce a Wanda (Faye Dunaway), una mujer de de belleza residual que tiene tanta afición a la soledad y al alcohol como él mismo.

La película es un catálogo de excesos interpretativos y narrativos, aunque para apreciarlos en lo que valen y no llevarse la impresión de que asistimos a una pantomima artificiosa, a un desbocado tributo a una vida al límite de alcohol, drogas y agresividad social, es imprescindible verla en versión original (la diferencia es tal, que la gran interpretación de Rourke se convierte en una nulidad en la versión doblada). Por lo demás, la película es más bien un producto para lectores fieles de Bukowski (o de la música: la banda sonora contiene piezas de Mahler, Beethoven, Mozart o Händel, entre otros), acostumbrados a esos personajes derrotados, a la figura del perdedor en escenarios de tugurios nocturnos, moteles, habitaciones cochambrosas, cucarachas, suciedad y barrios marginales de naves vacías, bares poco frecuentados y calles semidesiertas, retratado como un hombre desaliñado, sin afeitar, de ropa arrugada y llena de lamparones, de talento e inteligencia innegables pero de vida anárquica, sostenida por el alcohol, una vida en la que la comida pinta poco y el agua todavía menos, ni para beber ni por higiene. Y desde esa perspectiva, pequeñas dosis de lucidez en forma de reflexiones interesantes, de píldoras de sabiduría concentrada en lo que es un análisis demoledor de la sociedad actual, críticas devastadoras a una hipocresía instalada como valor fundamental y único de un desierto intelectual en el que los individuos ya no saben vivir como tales, sino produciendo por objetivos, vitales o económicos, utilizando para ello ese ser acabado como metáfora del alma del hombre contemporáneo, consumido por enormes debilidades sin que lo sepa o bien acomodándose a ello, resignándose, entregándose, revolcándose en ellas, asumiendo el final pero disfrutando de todo lo que le dan hasta que ese inevitable momento llegue. Un personaje, un esperpento deliberado cuyo rechazo por parte de la «gente bien» es una inteligente forma de retratar el inconsciente autorrechazo por sí mismos. Continuar leyendo «Dos píldoras de Charles Bukowski: El borracho y Factótum»