
La soberbia y los complejos habituales de nuestro público provocan habitualmente un doble efecto: el rechazo frontal y casi total al cine proveniente de países que consideramos menos avanzados que el nuestro, en la creencia de que no pueden ofrecernos nada que nosotros no conozcamos ya lo suficiente y que además no son capaces de hacerlo tan bien como nosotros, y por otro lado, la adoración, casi idolatría, hacia cinematografías de países frente a los que nos vemos atrasados, como es la norteamericana. Y para ello no obsta la realidad de que en las últimas dos décadas nos han llegado magníficas producciones desde países «fuera de circuito» como Bosnia, Rumania, Brasil, Colombia, Sudáfrica, Thailadandia, etc., mientras que las mayores y más ingentes cantidades de basura enlatada nos llegan de Estados Unidos.
A España, sin embargo, aunque con cuentagotas muy selectivos, siempre ha llegado cine latinoamericano, principalmente de México, Brasil y Argentina, en los últimos años con gran reconocimiento por parte de la crítica y también del público. Pero hay un gran mercado de cine latinoamericano del resto de países de aquel continente, principalmente de Venezuela, Chile, Uruguay o Colombia, y en una gran parte coproducido por España, que si bien es cierto que sus niveles de calidad no siempre llegan a lo mínimo exigible para un estreno comercial, sí dejan de vez en cuando interesantes películas que quedan relegadas al video-club o a las emisiones marginales de madrugada del Canal Internacional de Televisión Española. Una de las mejores películas de este grupo en los últimos tiempos es Tinta roja, de Francisco J. Lombardi.
Esta cinta peruana coproducida por España (a ello se debe la presencia en el reparto de Lucía Jiménez o de Fele Martínez, entre otros) nos cuenta la historia de un joven aspirante a escritor (Giovanni Ciccia) que mientras espera su gran momento como autor pasa el tiempo trabajando como redactor en prácticas en la sección de sucesos de un diario sensacionalista. Sin embargo, choca con su jefe (Gianfranco Brero, Concha de Plata al mejor actor en el Festival de San Sebastián de 2000), un veterano desencantado, quemado por la profesión, que sobrevive dejando los trabajos más desagradables para los más jóvenes en la creencia de que deben curtirse, y que ve en el muchacho un recuerdo vivo de su propio inicio en la profesión, mientras que para el joven él es el ejemplo a evitar para el futuro. Continuar leyendo «‘Tinta roja’, crónica de sucesos desde Perú» →