Y así seguimos, más preocupados por las victorias que por las paces, y aguardando que llegue por fin ese verano…
Reflexiones desde un rollo de celuloide
Con nuestros «mejores» deseos para quienes inventaron la Navidad a la imagen y semejanza del volumen del buche que llevan llenándose gratis y sin dar un palo al agua desde hace dos mil años largos. Pero para eso está la fe… del que paga, claro.
With love.
Pues eso, no hace falta decir más. Cantante mítico, actor en ocasiones notable, su inolvidable versión de I’ve got you under my skin, un tema clásico de Sinatra siempre muy presente en el cine. Por ejemplo, es perpetrado en versión castiza y un tanto lamentable por Gabino Diego en esa amable comedia titulada Los peores años de nuestra vida, dirigida por Emilio Martínez-Lázaro en 1994. Nada que ver con el viejo Sinatra.
Dedicado, cómo no, a Marcos, amigo y fiel camarada bloguero.
– Que Dios me perdone, pero ese hombre no cree en Dios.
– Qué dice, padre Almeida…
– Ese hombre sólo cree en la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, dentro de la cual espera medrar, y sobre todo, mandar.
– Para haber vivido tanto tiempo entre salvajes, su paternidad manifiesta un profundo conocimiento de los hombres civilizados.
– Es que los salvajes no creerán en nuestro Dios, pero sí creen de verdad en los suyos.
Este diálogo publicado en esta misma escalera hace algo más de un año no se refiere a José María Escrivá de Balaguer, fundador de una secta católica denominada Opius Dei que años después compró su santidad al Vaticano con cuantiosos emolumentos y oscuros y subterráneos servicios prestados, polémica figura a la que se ensalza y critica por igual (aunque las críticas vengan sostenidas con un rigor y unos hechos difícilmente rebatibles con otra cosa que no sea la fe, que, como ya se sabe, es a medida de uno mismo, o el fanatismo, que es a medida de otros) y al que una mente preclara del Ayuntamiento de la «siempre heroica» e «inmortal» (aunque con hechos como éste lleva camino de perder la «t» de su histórico apelativo) ciudad de Zaragoza ha decidido ponerle una calle en pleno centro urbano en sustitución de su actual nombre tributario de un general golpista y en aplicación de la Ley de Memoria Histórica: utilizando la paradoja evangélica, una vez más se sale de la sartén para caer en las brasas; se pasa de nombrar a una calle como un partidario, discreto y de segunda fila, de Franco, a sustituirlo, con grandes dosis de maquillaje mercadotécnico y con un estrafalario argumentario pseudopolítico aparentemente democrático de la Señorita Pepis, por el de uno de sus más firmes apoyos y sostenes durante cuarenta años de larga y criminal dictadura. Lo cual está dicho y escrito por él mismo, por si acaso alguien cae en la tentación (lo cual es pecado, recuerdo) de discutirlo o de intentar matizar una verdad histórica indiscutible o de rehabilitar con deformaciones interesadas a semejante personaje al que la Iglesia ha elevado a los altares sin que la necesidad de inventarle un milagro sobrenatural haya sido obstáculo para ello en pleno siglo XXI. El favor con favor se paga.
Y decimos que el diálogo no va sobre este individuo, pero bien podría ser. La conversación tiene lugar en el breve descanso de una Consulta de Teólogos convocada por el Conde Duque de Olivares (espléndido como nunca Javier Gurruchaga), valido del rey Felipe IV de Castilla y III de Aragón, que tiene como objeto dilucidar si el augusto soberano tiene derecho a ver a su esposa desnuda, «por muy francesa que sea», y si tal antojo responde a la sospechosa presencia del Maligno en la Villa y Corte, tal como parecen augurar las inusuales señales en el cielo vistas en las pasadas noches. El padre Almeida (el actor portugués Joaquin de Almeida), un jesuita recién llegado de Brasil, habla con el Gran Inquisidor (el gran Fernando Fernán Gómez) sobre el capellán de la Corte, Villaescusa (superlativo Juan Diego), hombre intolerante, autoritario y que no vacila en la utilización de métodos criminales para la imposición de la recta fe. Continuar leyendo «Cine para pensar – El rey pasmado»
Antológico momento de esta magnífica película de Fernando Fernán-Gómez, dirigida en 1986, y gran triunfadora de la primera edición de los premios de la Academia de las Ciencias y Artes Cinematográficas de España, vamos, los Goya. Inspirada en sus propias vivencias, en Cómicos (1954), de Juan Antonio Bardem y en El viaje de los comediantes, de Angelopoulos (1976), esta gran obra, que cuenta además con un extraordinario reparto (Fernando Fernán-Gómez, José Sacristán, María Luisa Ponte, Juan Diego, Nuria Gallardo, Gabino Diego, Laura del Sol, Agustín González, Queta Claver, Simón Andreu, Carlos Lemos), narra las vivencias de un grupo de actores itinerantes en la España de postguerra.
En este fragmento podemos ver a un estupendo Fernán-Gómez, y en papeles pequeños, a José Mª Cafarell, Óscar Ladoire, y a un primerizo Carmelo Gómez como mozo del pueblo. Fantástica, hilarante.
ALMEIDA: Que Dios me perdone, pero ese hombre no cree en Dios.
GRAN INQUISIDOR: Qué dice, padre Almeida…
ALMEIDA: Ese hombre sólo cree en la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, dentro de la cual espera medrar, y sobre todo, mandar.
GRAN INQUISIDOR: Para haber vivido tanto tiempo entre salvajes, su paternidad manifiesta un profundo conocimiento de los hombres civilizados.
ALMEIDA: Es que los salvajes no creerán en nuestro Dios, pero sí creen de verdad en los suyos.
El rey pasmado. Imanol Uribe (1991).