Uno de los más vibrantes momentos de este fantástico (y fantasioso) «western medieval» inspirado en la legendaria figura de Rodrigo Díaz de Vivar es el combate entre el paladín castellano (el mismísimo Cid, Charlton Heston) y el aragonés por la posesión de la ciudad de Calahorra (aunque en algún momento del guion hay confusiones, absurdas y desconcertantes para el espectador español, y no digamos ya para el iniciado en el medievo peninsular, entre Calahorra y Zamora).
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Música para una banda sonora vital: El Cid (Anthony Mann, 1961)
Miklos Rozsa pone sus fanfarrias y trompeteos habituales, con algún que otro interludio lírico, al servicio de este western medieval dirigido por Anthony Mann que fantasea en torno a la figura de Rodrigo Díaz de Vivar (Charlton Heston), en la que fue una de las más esplendorosas producciones de la aventura española de Samuel Bronston.
Mis escenas favoritas: Jasón y los argonautas (Jason and the Argonauts, (Don Chaffey, 1963)
Aquel cine de aventuras, de orientación juvenil, inspirado en mitos y leyendas griegos que se produjo en Europa en los años sesenta al calor del éxito de las grandes superproducciones ambientadas en la Antigüedad, servía a los jóvenes de puerta de entrada a un rico y complejo mundo, descartado en los planes de estudio, que fusionaba pasado y presente, mito e historia, cultura y vida. Esta película de 1963 contó para ello con la imaginación y la pericia técnica del gran Ray Harryhausen, creador de, entre otros, los famosos esqueletos armados que atacan a Jasón y sus compañeros, de viaje hacia la Cólquide en persecución del Vellocino de Oro. Junto a esta secuencia, otras muy recordadas, como la de Poseidón sosteniendo los acantilados para abrir camino a la nave Argos en un estrecho canal, o las de los dioses jugando con el destino de los hombres como piezas de ajedrez desde sus tronos en lo alto del monte Olimpo. Una prueba más de que el cine de entretenimiento, para resultar atractivo, no tiene por qué estar vacío.