Música para una banda sonora vital: La mejor oferta (La migliore offerta, Giuseppe Tornatore, 2013)

A los 85 años, el compositor italiano Ennio Morricone creó una de sus mejores partituras para este controvertido thriller de Giuseppe Tornatore, calificado de genial por algunos y de estúpida mamarrachada por otros. Lo innegable es el talento que Morricone despliega en su composición, que atesora pequeñas joyas como este Ritratti d’autore.

Ocasión perdida: El sastre de Panamá (The tailor of Panama, John Boorman, 2001)

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Prácticamente nada funciona en esta a priori prometedora adaptación a la pantalla de la novela de John Le Carré por parte de John Boorman, otrora uno de los más afamados (justamente) directores británicos de la nueva ola pero cuya filmografía, con el paso de las décadas, se compone tanto de películas más que interesantes como de títulos olvidables, siendo, por desgracia, abrumadora mayoría estos últimos. Una lástima, puesto que el punto de partida de la trama, el escenario escogido y la participación del propio novelista en la escritura del guión (junto con Andrew Davis y el propio director) auguraban un resultado más logrado que la acumulación de elementos fallidos en que se convierte finalmente el filme.

El problema inicial, y que termina por condenar el resultado global de la película, es la indefinición en el tono. Boorman y compañía pretenden contar cosas muy serias con un tono frívolo, casi cómico, en un inmenso error de concepción del proyecto. Así, el agente británico Osnard (Pierce Brosnan), es desterrado por el MI6, el servicio secreto británico, a la zona del Canal de Panamá después de que su destino en Madrid terminara con un escandaloso affaire con la amante del Ministro de Asuntos Exteriores (la película no especifica si se trata del español o del británico). Osnard busca redimirse ante sus superiores dando un golpe de efecto a su carrera con la creación de una infraestructura de información y el descubrimiento de alguna trama decisiva, en un entorno proclive al tráfico de drogas y armas y a la conspiración en todo tipo de asuntos, y para ello entra en contacto con uno de los apenas dos centenares de británicos que viven en Ciudad de Panamá, el sastre Harry Pendel (Geoffrey Rush), a cuyo comercio, heredero de un anterior negocio en el londinense Saville Road, acuden a vestirse los más relevantes financieros, políticos y hombres de negocios del país. La dudosa condición de Pendel y las ansias de Osnard por descubrir lo inexistente y obtener así un billete de regreso a Europa generan una maraña de informaciones falsas, manipulaciones tendenciosas, interpretaciones peligrosas y consecuencias indeseadas que involucran a la esposa de Harry (Jamie Lee Curtis), trabajadora de la entidad que gestiona el Canal tras su devolución por los Estados Unidos, a su familia (como curiosidad, el hijo de la pareja lo interpreta Daniel Radcliffe) y también a algunas de sus amistades, como Mickie Abraxas (Brendan Gleeson), antiguo resistente contra el gobierno de Noriega, y su propia secretaria y asistente, Marta (Leonor Varela), desfigurada en un acto de violencia callejera que pasa por víctima de las torturas del régimen. Un globo de mentiras que no deja de crecer y que termina por amenazar la vida de todos, además de dar el pistoletazo de salida a una nueva invasión norteamericana de la zona del Canal.

Como se ha apuntado, el problema básico de la adaptación es el tono de comedia con que se pretende barnizar, casi siempre sin éxito, una historia que sin duda tenía mucho más que ofrecer por la vía «seria». La dificultad añadida estriba no sólo en lo inadecuado del tono humorístico, sino también en el excesivo,  y por lo general insatisfactorio, protagonismo que el sexo adquiere en ese intento de tratamiento cómico de la historia: Osnard sufre un exilio profesional por culpa de un lío de faldas, y nada más llegar a Panamá comienza flirtear con una empleada de la embajada británica (Catherine McCormack), un personaje que no cumple ninguna otra función en el argumento salvo dar salida a los efluvios románticos del protagonista, y del mismo modo inocuo y ocioso. La elección de Brosnan para el papel también puede considerarse un error en esa línea pretendidamente cómica, al considerar así al personaje por la vía rápida de la identificación física como una especie de anti-Bond, un negativo de sus propias interpretaciones como agente 007 desde mediados de los noventa hasta los inicios del siglo XXI, aspecto este que en ningún momento se desarrolla en el guión más allá de la encarnación de ambos tipos por el mismo actor. Continuar leyendo «Ocasión perdida: El sastre de Panamá (The tailor of Panama, John Boorman, 2001)»

Diario Aragonés: El discurso del rey

Primer artículo resultante de la colaboración de este blog con Diario Aragonés.



Título original:
The King’s speech
Año: 2010
Nacionalidad: Reino Unido / Australia
Dirección: Tom Hooper
Guión: David Seidler
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Danny Cohen
Reparto: Colin Firth, Helena Bonham Carter, Geoffrey Rush, Guy Pierce, Michael Gambon, Timothy Spall, Derek Jacobi
Duración: 118 minutos

Sinopsis: Tras la abdicación de Eduardo VIII de Inglaterra, su hermano menor accede al trono con el nombre de Jorge VI. Su tartamudez le obliga a buscar la ayuda de un excéntrico logopeda que, a través de métodos poco ortodoxos, intenta conseguir que el monarca recupere lo antes posible una dicción correcta, máxime en un momento histórico en que es de crucial importancia el efecto que las palabras del rey puedan tener en la población británica, cuando en el horizonte se cierne la amenaza de Hitler y el fantasma de una guerra de exterminio.

Comentario: Resulta de lo más estimulante encontrarse de vez en cuando en las carteleras con una sólida película británica en la que refugiarse de la epidemia de cintas de animación, de superhéroes, de salvadores del mundo, de comedias románticas de cuarentones que interpretan a treintañeros que se comportan como quinceañeros y de pirotecnias de cristal, chapa y pintura que acaparan el panorama de estrenos en los últimos lustros [continuar leyendo].

La tienda de los horrores – Piratas del Caribe

Quien escribe no ha hecho la prueba, pero sin duda, si pudiera hacerse como con los antiguos discos de vinilo y poder proyectar al revés un DVD de Piratas del Caribe y el resto de su vomitiva saga, cuya cuarta parte se va a honrar además con la presencia de Penélope Cruz, siempre dispuesta a revolcarse en el cine-mierda para conseguir cuatro portadas y un titular, seguramente obtendríamos signos, palabras entrecortadas e imágenes diabólicas procedentes del mismísimo Satán. O en su defecto, de cualquier mamarracho de los que han convertido a Hollywood en la mayor fábrica de cine basura del mundo. Y no diremos que la cinta no contiene acción en dosis y formas estimables, efectos visuales muy trabajados y conseguidos e incluso una dirección artística, computadora aparte, que merezca no sólo el aprobado sino incluso nota. Pero la perversa y asquerosa concepción de la cinta, unida la desfachatez con la cual es vendida y promocionada cada vez que una de sus repugnantes secuelas es regurgitada o proyectada en televisión es tal, que se ha ganado a pulso un lugar de honor en el escaparate de la tienda de los horrores.

Y no puede ser de otra forma si atendemos a la ecuación, a la espina dorsal que recorre el proyecto de principio a fin: Disney, una atracción de parque temático, Jerry Bruckheimer y Gore Verbinski. Es decir, cuatro pilares del mayor de los estercoleros del cine concebido como pasatiempo (que no entretenimiento, cosa que productores y público intentan o insisten en confundir). La cosa, andando Disney de por medio, es un compendio de hipocresías y dólares, de falsedades y vergonzosas componendas. La película se vendió -y se vende- como la recuperación con los medios técnicos actuales y la actualización visual que permiten, del antiguo género del cine de piratas que tantos y tan buenos momentos proporcionó a varias generaciones de espectadores que lo usaban a edades tempranas, junto con el western, el peplum o el cine negro como puerta de entrada al planeta del cine. Para ello se partía de un presupuesto millonario, de un ingente esfuerzo de producción y de un largo proceso de escritura y reescritura de guiones que derivaría, junto a la contratación de un estelar reparto de nombres de primera fila, en un apoteósico retorno de las antiguas historias de tesoros escondidos, galeones de decenas de cañones, y duelos a espada en el puente de mando. Es decir, mucho aparato publicitario generando falsas esperanzas para un público que hacía décadas que no oía hablar del género más allá del fracaso de la cinta de Polanski en los años ochenta o esa cosa concebida para el lucimiento de Geena Davis llamada La isla de las cabezas cortadas, producto mediocre pero más digno que esta bazofia caribeño-digitaloide. Continuar leyendo «La tienda de los horrores – Piratas del Caribe»