Diálogos de celuloide – La ley del silencio

TERRY: Las hermanitas me molían a estacazos. Tenían este lema: «La letra, con sangre entra». Pero las fastidié bien.

EDIE: Quizá no supieran manejarte.

TERRY: ¿Cómo lo harías tú?

EDIE: Con algo más de paciencia y ternura. Si no se pone un poco de bondad, se fracasa.

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TERRY: ¿No ve que me pide que delate a mi propio hermano? Y Johnny Friendly solía llevarme al béisbol de pequeño…

PADRE BARRY: Dejémoslo; no puedo aconsejarte nada. Ha de pedírtelo tu propia conciencia.

TERRY: ¿Conciencia? ¿Conciencia? Si uno la oye se vuelve loco.

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On the waterfront. Elia Kazan (1954).

Diálogos de celuloide – Calle Mayor

JUAN: ¿Y qué te parece?

TONIA: ¿Eh?

JUAN: La broma, lo de esa chica, Isabel.

TONIA: Ya te lo he dicho. Una canallada.

JUAN: ¿Sí?

TONIA: Sí, una canallada. Esos tíos son unos cabestros, pero tú…

JUAN: ¿Qué?

TONIA: Nada, que creía que eras de otra manera.

JUAN: ¿Cómo?

TONIA: Más hombre, más…, entero.

JUAN: Pero si, total, todo es una broma, para reírnos…

TONIA: ¿Todos?

JUAN: No te entiendo.

TONIA: ¿Ellla también se va a reír?

JUAN: ¡Bah! No le va a pasar nada.

TONIA: ¿Tú que sabes? ¡Me dais asco!

Calle Mayor. Juan Antonio Bardem (1956).

Diálogos de celuloide – Plumas de caballo

¿Tiene usted alguna experiencia como raptor?

Pues claro. ¿Sabe lo que hago cuando rapto a alguien? Primero le llamo por teléfono y luego le mando a mi chófer.

Ah, tiene usted chófer. ¿Qué marca de coche tiene?

No tengo coche, sólo tengo chófer.

A lo mejor es una tontería pero, si tiene chófer, ¿no sería lo normal tener coche?

Ya tuve uno, pero sale demasiado caro tener coche y chófer, así que vendí el coche.

Pues ya ve si soy ingenuo: yo hubiera conservado el coche y hubiera vendido al chófer.

Eso es imposible. El chófer tiene que llevarme al trabajo por las mañanas.

Pero si no tiene coche, ¿cómo le lleva al trabajo?

No tiene que llevarme al trabajo. Estoy en paro.

Escúcheme, voy a proponerle una cosa. ¿Cuánto quiere por hacer de blanco en un tiro al blanco?

Horse feathers. Norman Z. McLeod (1932).

Diálogos de celuloide – A los que aman

Dicen que a través de las palabras el dolor se hace más tangible. Que podemos mirarlo como a una criatura oscura, tanto más ajena a nosotros cuanto más cerca la sentimos. Pero yo siempre he creído que el dolor que no encuentra palabras para ser expresado es el más cruel, el más hondo, el más injusto. Pasé mi vida amando a una mujer que amaba a otro que no la amaba, sino que amaba a otra de la que nunca supo si le correspondía. Era un tiempo en el que miraba al futuro con más esperanza que miedo.

A los que aman. Isabel Coixet (1998).

Diálogos de celuloide – Deseando amar

ÉL: Le parecerá raro pero quiero preguntarle algo. El bolso que llevaba esta noche, ¿dónde lo compró?

ELLA: ¿Por qué lo pregunta?

ÉL: Es tan elegante, quiero comprarle uno a mi mujer.

ELLA: Es usted tan bueno con su mujer…

ÉL: No realmente. Mi mujer es muy difícil (…). Prontó será su cumpleaños. No sé qué comprarle (…). ¿Podría usted comprar uno?

ELLA: A lo mejor no le gusta que sea exactamente igual.

ÉL: Es cierto, no se me había ocurrido (…). Eso no les gusta a las mujeres.

ELLA: Sobre todo si son vecinas.

ÉL: ¿Los hay de otros colores?

ELLA: Se lo preguntaré a mi marido.

ÉL: ¿Por qué?

ELLA: Me lo compró él en el extranjero. Aquí no los hay (…). El caso es que… (…). Yo también quiero preguntarle algo.

ÉL: ¿El qué?

ELLA: ¿Dónde se compró su corbata?

ÉL: No sé de dónde viene. La compró mi mujer.

ELLA: ¿De verdad?

ÉL: Me compró ésta en el extranjero. Aquí no las hay.

ELLA: ¡Qué coincidencia!

ÉL: Sí.

ELLA: El caso es que… mi marido tiene una igual. Dijo que era un regalo de su jefe. Se la pone todos los días.

ÉL: Y mi mujer tiene un bolso igual al de usted.

ELLA: Ya lo sé. Lo he visto (…). ¿Adónde quiere ir a parar? (…) Creía que era la única que lo sabía.

Deseando amarIn the mood for love (Dut yeung nin wa). Wong Kar-Wai (2000).

Diálogos de celuloide – Annie Hall

Comprendí que era una persona estupenda y lo agradable que había sido conocerla, y me acordé de aquel viejo chiste, ya saben, el del tipo que va a ver al psiquiatra y le dice: «Doctor, mi hermano se ha vuelto loco. Se cree que es una gallina». Y el médico le contesta: «Bueno, ¿y por qué no hace que lo encierren?». Y el tipo le replica: «Lo haría, pero es que necesito los huevos». En fin, creo que eso expresa muy bien lo que siento acerca de las relaciones entre las personas. ¿Saben? Son completamente irracionales, disparatadas, absurdas y…, pero, ah, creo que las seguimos manteniendo porque, ah, la mayor parte de nosotros necesitamos los huevos.

Annie Hall. Woody Allen (1977).

Diálogos de celuloide – El último tren de Gun Hill

Busco a Rick Belden. ¿Le conoces?

No. Tal vez se ha equivocado usted de ciudad.

No me he equivocado de ciudad. Tal vez de informador.

Aquí todos somos iguales, sheriff.

¿Sí? En este caso será un placer suprimir a unos cuantos.

Yo no le diría a usted dónde está Rick Belden ni aunque estuviera a su espalda.

Ya veo que Belden tiene buenos amigos aquí.

Los tiene.

¿Y ningún enemigo?

Sí. ¡Muchos!

¿Y dónde están?

A las afueras del pueblo, en el cementerio.

Last train from Gun Hill. John Sturges (1959).

Diálogos de celuloide – La comedia sexual de una noche de verano

sex

MAXWELL: Andrew, estoy enamorado de Ariel.

ANDREW: Claro, es una preciosidad.

MAXWELL: De veras. Estoy enamorado de ella.

ANDREW: Sí, te entiendo. Es una mujer excepcional.

MAXWELL: No me has entendido. La quiero. Estoy enamorado de ella, no quiero que se case.

ANDREW: Maxwell, ¿te importa tirar, por favor? Quiero ir a bañarme.

MAXWELL: Jamás había sentido eso, es asombroso. En el momento que la olí, la amé.

ANDREW: Sí, pues vete a oler a otra porque esa está comprometida.

MAXWELL: Y con ese pedante que es un cretino…

ANDREW: Ya lo sé, pero mañana por la noche ella ya se habrá convertido en la señora Pedante.
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Diálogos de celuloide – Tristana

tristana

Pobres trabajadores. ¡Cornudos y apaleados! El trabajo es una maldición, Saturno. ¡Abajo el trabajo que se hace para ganarse la vida! Ese trabajo no dignifica, como dicen, no sirve más que para llenarles la panza a los cerdos que nos explotan. Por el contrario, el trabajo que se hace por gusto, por vocación, ennoblece al hombre. Todo el mundo tendría que poder trabajar así. Mírame a mí: yo no trabajo. Y, ya lo ves, vivo, vivo mal, pero vivo sin trabajar.

Tristana. Luis Buñuel (1970).

Diálogos de celuloide – Al otro lado del túnel

tunel

MARIANA (disfrazada de cura): ¿De qué te acusas?

MIGUEL: Puede decirse que soy un blasfemo, que la lujuria me posee y que la envidia no me deja dormir.

MARIANA: Vamos al tema de la lujuria. ¿Ocurrió algo anoche en esta casa relacionado con el sexto mandamiento?

MIGUEL: Tengo mala memoria, padre.

MARIANA: Procura recordar.

MIGUEL: Tal vez, llevado por mi curiosidad o por puro placer estético, asomé el ojo por el de la cerradura.

MARIANA: ¿Y qué viste?

MIGUEL: Vi una hermosa mujer que se estaba desnudando y que realizó para mí un espectáculo de eso que llaman strip-tease.

MARIANA: ¿Estás seguro de que era para ti?

MIGUEL: Ahora que me lo dice me hace pensar. Tal vez me apropiara de una pieza que alguien levantó.

MARIANA: ¿Y qué ocurrió después?

MIGUEL: Cuando me quedé solo, padre, con todos los respetos…

MARIANA: Ya… ¿De pensamiento o de obra?

MIGUEL: De obra.

MARIANA: ¿Sólo o acompañado?

MIGUEL: Yo siempre huyo de las malas compañías.

MARIANA: ¿Cuántas veces?

MIGUEL: A mi edad, padre, una es un lujo, dos un banquete, y tres propaganda.

MARIANA: Antes pierde el viejo el diente que la simiente.

MIGUEL: Cuentos de Calleja.

MARIANA: ¿Tuviste malos deseos, hijo?

MIGUEL: Malos no, que bien buenos fueron. El espectáculo no era nada del otro mundo, sobre todo para un hombre que vive del espectáculo. Pero aquella señorita tenía unas tetas, unos muslos, un culo, que elevaron a este pobre anciano hasta las alturas de San Juan de la Cruz tocando la guitarra en presencia de la Virgen Santísima… Y si es una blasfemia, que Dios me perdona.

MARIANA: Ni yo ni Dios te podemos perdonar.

Al otro lado del túnel
. Jaime de Armiñán (1994).