Ejemplo de western psicológico: El valle de la venganza

No cabe duda de que el cine de aventuras fue el lugar predilecto de Richard Thorpe en Hollywood. Desde las películas de Tarzán hasta las epopeyas artúricas o las adaptaciones de Walter Scott con Robert Taylor (uno de sus actores recurrentes) como improbable (visto hoy) héroe medieval con calzas, leotardos y armadura, la filmografía de Thorpe, prolongada a lo largo de cuatro décadas, está asimismo salpicada de incursiones en la intriga criminal, el musical, los productos baratos para cantantes de moda (Bobby Darin o Elvis Presley, por ejemplo), o los bodrios nadadores de Esther Williams. También en su cine hay espacio para el western, y la mejor de todas sus películas en el género es El valle de la venganza, una película que, en contra de la simpleza a la que invita el título, esconde muchos matices que hacen del filme un western atípico, más para una fecha como 1951.

Porque casi casi se trata de un western, no fordiano, sino freudiano, cuya raíz de conflicto hay que encontrarla en la relación de subordinación-dominación que padece Lee Strobie (Robert Walker, que bordaba como nadie los personajes de psicópata perturbado, traumatizado, quizá porque no requería de él demasiado esfuerzo para su composición) con respecto a su padre (Ray Collins), un rico potentado ganadero, una situación que se complica por el culto que papá Strobie, la esposa de Lee, Jen (Joanne Dru) y todo el mundo en general sienten por el juicioso, fornido y valeroso Owen (Burt Lancaster), hijo adoptivo de Strobie y hermano por tanto de Lee, en quien el viejo Arch ve al hijo que le gustaría haber tenido en lugar del tarambana que le ha tocado en suerte. El soterrado juego de rencores, odios, envidias y amores difíciles, agravado sin duda por la ausencia temprana de una figura materna para Lee, se complica cuando éste, más amante de la noche entre cartas y mujerzuelas que del duro trabajo en el rancho, deja embarazada a una joven del pueblo. Owen, acostumbrado a sacarle las castañas del fuego a Lee para que su padre no se entere de sus frecuentes aventuras de violencia regada con alcohol, intenta que Lee reconozca su culpa, pero cuando éste, para salvarse, provoca y permite que la paternidad sea atribuida a su hermano adoptivo, no hace gran cosa para abrir los ojos a la gente por temor a la reacción del viejo Arch y, sobre todo, por atención a Jen. Sin embargo, cuando el hermano de la joven (John Ireland), un pistolero sin escrúpulos, se presenta en el pueblo para vengar la afrenta, es el inocente Owen y no el culpable Lee el objeto de su venganza, mientras éste último hace planes para, cuando falte su hermano, preparar la liquidación del negocio familiar y así poder marcharse lejos a quemar el dinero en juergas eternas.

La película resulta interesante como ejercicio de síntesis: en apenas ochenta minutos plantea un drama de hondas raíces psicológicas, establece relaciones entre múltiples personajes a varias bandas, ofrece alguna trama romántica secundaria, ofrece escenas de acción y violencia, y concluye con un final de culpa y redención. Continuar leyendo «Ejemplo de western psicológico: El valle de la venganza»