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Cazador blanco, corazón negro (Clint Eastwood, 1990) en Libros Filmados
Para resarcirse del rencor incubado y del sufrimiento padecido durante el rodaje de La reina de África (John Huston, 1950), el guionista Peter Viertel escribió la novela Cazador blanco, corazón negro, en la que narraba sus experiencias en Uganda, Kenia y Congo junto a Huston, el productor Sam Spiegel, la pareja Bogart-Bacall y Katharine Hepburn, entre otros miembros del equipo, además de lugareños y residentes locales, y que con el tiempo se ha convertido en una de las novelas clásicas tanto sobre el mundo de Hollywood como acerca del colonialismo y la pervivencia del racismo en África en los años cuarenta-cincuenta.
La biografía de Peter Viertel es apasionante. Crecido en el hogar californiano de una pareja de refugiados alemanes, referencia para toda la intelectualidad de habla germana residente o de paso en Estados Unidos (Thomas Mann, Bertolt Brecht, Billy Wilder, entre muchísimos otros), novelista vocacional, escribió guiones para costear sus proyectos literarios, entre otros, para John Huston, Alfred Hitchcock, Henry King, John Sturges o Clint Eastwood. Durante la Segunda Guerra Mundial, y gracias a su dominio del alemán, trabajó para la O.S.S., la agencia de inteligencia antecesora de la C.I.A. Enamorado de España desde entonces, vivió durante décadas en Marbella junto a su esposa, la actriz Deborah Kerr (ambos fallecieron en 2007, con apenas unos días de diferencia), y trabó amistad con cineastas y guionistas españoles como José Luis Garci o Juan Cobos.
Diálogos de celuloide – Cazador blanco, corazón negro
JOHN: Sabes, Pete, jamás serás un buen guionista, ¿y sabes por qué?
PETE: No, John. ¿Por qué no me lo explicas tú?
JOHN: Porque dejas que ochenta y cinco millones de aficionados al cine influyan en ti. Para escribir una película tienes que olvidarte de que alguien va a ir a verla.
PETE: Pues tú vas a conseguir que nadie vaya a ir a ver esta.
JOHN: Puede que sí, pero yo creo que hay dos modos de vivir en este mundo: uno es arrastrándose, besando culos y escribiendo finales felices, firmando contratos largos, no arriesgándose nunca a nada, no volando, no saliendo de Hollywood y ahorrando dinero hasta el último céntimo. Y cuando eres un cincuentón bien conservado te mueres de un infarto porque tu parte salvaje se ha comido los músculos de tu corazón. El otro modo de vivir es haciendo lo que te salga de los cojones, negándote a firmar contratos, peleándote con aquél que puede degollarte, halagando al desgraciado que pende del hilo que sostienes.
PETE: Quizá no deberás estar en el mundo del cine.
JOHN: Quizá tengas razón, chico, quizá no debería. Quizá debería dedicarme a recorrer el planeta invirtiendo en pozos de petróleo, diamantes robados y proporcionando mujeres a majarajás.
PETE: Sí, pero ¿sabes por qué no lo has hecho? Porque en algún rincón de tu ser todavía queda un pequeño átomo de esperanza.
JOHN: Al diablo la esperanza. Yo moriré pobre en algún sucio hotelucho de Los Ángeles… No quiero ser amargo. Habré contribuido a unas cinco o diez buenas películas, darán mi nombre a algún premio especial de la Academia, y ¿sabes una cosa? Se lo darán a algún incompetente y yo estaré en el infierno cagándome de risa.
White hunter, black heart. Clint Eastwood (1990).