Mis escenas favoritas – Viridiana

Aragón es tierra de genios: de genio, de ingenio y, a veces, de mal genio. El bueno de don Luis. Poco más puede añadirse a este momento. Sólo, por si alguien no ha reparado jamás en ello, cosa improbable, la magnífica composición de La última cena con un ciego, para más inri (nunca mejor dicho), sentado en el puesto correspondiente a Jesús. Para quitarse el sombrero ante la genialidad del cineasta aragonés, alguien de quien el director Alex de la Iglesia, cuya obra no transcurre precisamente por los derroteros del calandino (ya quisiera él, De la Iglesia, digo), dijo hace poco que no debería ni aparecer en las listas de los mejores cineastas de la historia por trascender mucho más allá del simple cine, por ser su obra un arte total, global, superlativo, sublime, que excede a lo meramente cinematográfico. Y por más que le pesara a don Luis, que nunca quiso ver demasiada cercanía entre su cine y la obra de otro genio, sordo y aragonés, cuánto del maestro Francisco de Goya hay en estos fragmentos… Y también, cuánto de la tradición de la picaresca española.

La vida de Brian: 30 aniversario

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Se cumplen treinta años, que se dice pronto, de un accidente. Porque esta celebérrima comedia satírica e irreverente de los Monty Python (Graham Chapman, John Cleese, Terry Gilliam, Terry Jones, Michael Palin y Eric Idle), nació como una burla inocente y casual en respuesta a la curiosidad de un periodista inoportuno. Jesucristo: ansias de gloria se convirtió en La vida de Brian por la necesidad de evitar acusaciones de blasfemia o sacrilegio, pero sirvió para ganar en inteligencia y no perder un ápice de mordacidad. En todo caso, no impidió que las productoras británicas, a pesar del tirón popular del sexteto que garantizaba una suculenta taquilla, se desmarcaran de un proyecto que financió finalmente el ex-Beatle George Harrison y su productora HandMade Films.

Como toda comedia que se interne en el restringido reino de la excelencia, es una película muy seria aunque su forma no puede ser más desternillante. De entrada, es estúpido hablar de irreverencia. La fe, como la justicia y el amor, es a la vez ciega, y si hablamos de la fe cristiana oficial, es incluso paranoica (al menos en España). La película, lejos de obsequiar a los católicos con un lúcido y agudo ataque en exclusiva, es en cambio una denuncia general, no deja títere con cabeza, tira contra todos. Pero es que además, no carece de rigor en la construcción de época y manera de pensar, en el reflejo histórico del momento, reflejo que sirve además como vehículo de humor al ser contrastado con gags, chistes y bromas en clave actual.

Por si se da el improbable caso de que alguien no la haya visto, la trama, o más bien el pretexto para hora y media de descojone continuo, se centra en la figura de Brian, un muchacho nacido en Belén el mismo día y a la misma hora que Jesús (de Nazaret, y no de Belén, matiz curioso que daría para mucho pero que no es objeto de este artículo), en un establo dos casas más allá del escogido por José y María. Los Reyes Magos, que se equivocan de portal, son el primer indicio de lo que le aguarda a Brian en su vida, la suplantación, la asunción de un papel que no le corresponde. Hijo bastardo de un noble romano que violó a su madre (bueno, al principio sí la violó, luego…), ciudadano romano en la convulsa (como siempre) Palestina del siglo I, en la que grupúsculos radicales judíos conspiran contra el dominio romano, será considerado un nuevo Mesías al que seguidores de diferentes corrientes (la sandalia y la calabaza) no harán sino pedirle, cual Obama, milagros imposibles de cumplir, fieles por los que se inmolará involuntariamente en la cruz mientras todos lo abandonan, con los acordes de Always look on the bright side of life. Continuar leyendo «La vida de Brian: 30 aniversario»

La tienda de los horrores: El cuerpo (The body)

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Hay que reconocer que todo lo que tiene que ver con misterios, mentiras, secretos y demás engañabobos sobre la Iglesia Católica y la figura de Jesús de Nazaret vende, vende mucho. Siempre ha sido así, de hecho es el personaje histórico que más aparece en la Historia del Cine, justo por delante de Napoleón Bonaparte, aunque desde la aparición de las novelas baratas de Dan Brown y toda la literatura pseudocientífica surgida a raíz de su publicación, puede considerarse casi un género de ficción en sí mismo. Ante tal fenómeno, pueden tomarse tres posturas: la de la fe (cuando uno cree un disparate lo llaman loco, cuando son cien los que lo creen lo llaman secta, cuando son millones lo llaman religión), la de la historia, la filología y la ciencia (recomendable, para interesados en la seriedad y rigor del asunto, visitar el blog de Antonio Piñero), o la de los amantes de los juntaletras que venden ficción con pretensiones de verdad inamovible, como el mencionado Dan Brown o los patéticos documentales de James Cameron y Simcha Jakobovici. A este último apartado pertenece la coproducción entre Estados Unidos e Israel titulada El cuerpo, dirigida en 2000 por el debutante Jonas McCord, basada en la novela de un autor prescindible como es Richard Ben Spair, y cuya única virtud consiste en haber separado, acertadamente, la idea de Dios de la idea de Iglesia, conceptos que siempre han tenido poco que ver más allá de la conveniencia formal de ésta última.
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