Música para una banda sonora vital: Tora! Tora! Tora! (Richard Fleischer, Kinji Fukasaku y Toshio Masuda, 1970)

En el 75º aniversario del bombardeo japonés a Pearl Harbor que impulsó la participación norteamericana en la Segunda Guerra Mundial, recuperamos la música compuesta por Jerry Goldsmith, en este caso el tema que abre la película, para esta producción de 1970 que retrata aquel acontecimiento combinando los puntos de vista de ambos contendientes. Además de Richard Fleischer, codirigen Kinji Fukasaku y Toshio Masuda, que sustituyeron al director japonés inicialmente previsto, nada menos que Akira Kurosawa.

 

 

 

Vidas de película – Martin Balsam

martin_balsam_39

Aquí tenemos al detective Arbogast de Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960), interpretado por Martin Balsam, uno de los más recordados secundarios del cine de Hollywood de los años 50 y 60, con una filmografía que atesora títulos importantísimos además de una faceta televisiva muy amplia tanto en Estados Unidos como en Italia.

Forjado en el Actors Studio, este neoyorquino del Bronx nacido en 1919 debutó en el cine nada menos que en La ley del silencio (On the waterfront, Elia Kazan, 1954), y participó en producciones tan inolvidables como Doce hombres sin piedad (12 angry men, Sidney Lumet, 1957), como jurado número uno y conductor de las deliberaciones, Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s, Blake Edwards, 1961), El cabo del terror (Cape fear, J. Lee Thompson, 1962), la intriga política Siete días de mayo (Seven days in may, John Frankenheimer, 1964), los westerns Un hombre (Hombre, Martin Ritt, 1967), protagonizado por Paul Newman, Un hombre impone la ley (The good guys and the bad guys, Burt Kennedy, 1969) y Pequeño gran hombre (Little big man, Arthur Penn, 1970) y el bélico Tora! Tora! Tora! (Richard Fleischer, Kinji Fukasaku y Toshio Masuda, 1970).

Después de un paréntesis en el cine italiano, en el que apareció, por ejemplo en Confesiones de un comisario (Confessione di un commissario di polizia al procuratore della repubblica -caramba con el titulito-, Damiano Damiani, 1971), entre otros muchas películas e incluso series de televisión, regresó a América para aparecer en otros títulos imprescindibles como Pelham 1, 2 , 3  (The taking of Pelham one two three, Joseph Sargent, 1974), Asesinato en el Orient Express (Murder on the Orient Express, Sidney Lumet, 1974) o la sensacional Todos los hombres del presidente (All the president’s men, Alan J. Pakula, 1976). Su etapa de decadencia culminó acompañando a Chuck Norris y Lee Marvin en Delta force (Menahem Golam, 1986).

Este fenomenal actor, especializado en papeles de sabueso o de militar, pero con una interesante vis cómica, especialmente ligada a los personajes de viejo verde y carcamal, falleció en 1996 a los 76 años, tras haberse casado tres veces con mujeres de diferentes ámbitos del cine, una actriz, una diseñadora de vestuario y una guionista.

Era un 7 de diciembre de 1941…

El 7 de diciembre del próximo año se cumplen setenta del ataque japonés a Pearl Harbour, que supuso la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y la inclinación de la balanza hacia los enemigos del Eje, pero nosotros, para no seguir la corriente en plan oveja del rebaño, nos acordamos hoy. Dejando de lado la más que probable verdad histórica, el hecho de que los norteamericanos conocían el plan de ataque y dejaron morir a alrededor de tres mil de sus compatriotas para conseguir que la población se tornara favorable a la intervención en una guerra que no quería mientras el Gobierno ponía a salvo en California lo mejor de su flota y dejaba que bombardearan los saldos, el cine se ha ocupado en distintas ocasiones de este episodio histórico.

Sin mencionar la horrorosa versión de Michael Bay, que apareció en nuestra tienda de los horrores con gran merecimiento, y rechazando la visión propagandística, falsa y victimista que Roosevelt acuñó sobre el acontecimiento al bautizarlo como «el día de la infamia», la mejor crónica de los hechos fue la filmada por Richard Fleischer, Kinki Fukasaku y Toshio Masuda, Tora! Tora! Tora! (1970), que reproduce con gran meticulosidad no exenta de enorme y efectiva espectacularidad los prolegómenos políticos y militares del evento y a la vez invita a reflexionar acerca de por qué los Estados Unidos, siempre que intervienen en una guerra, disfrazan sus verdaderas intenciones como respuesta legítima a un ataque que ellos mismos no han dejado de intentar provocar ni un segundo, cuando no se lo inventan directamente o lo cuentan al revés (la guerra de Cuba y el hundimiento del Maine, la Primera Guerra Mundial y el hundimiento del Lusitania, la guerra de Corea, el incidente del golfo de Tomkin que motivó la intervención militar americana en Vietnam, la Primera Guerra del Golfo, la invasión de Afganistán e Irak tras el 11-S; demasiadas coincidencias en el modus operandi para que todo sea casualidad, ¿no?).

La película, resultando más que apreciable, no llegó a ser lo excelente que hubiera podido llegar a ser si Akira Kurosawa, que intentaba hacer cine fuera del Japón que ya no quería saber nada de él como director, no hubiera sido despedido. Parte del material que el cineasta japonés rodó se ha podido ver este año en ediciones especiales en homenaje al gran maestro nipón. Pensar en Tora! Tora! Tora! siempre será imaginar la película que no pudo ser.