Escrita por su protagonista, Christopher Thornton, y dirigida por Mark Ruffalo, que se reserva un importante papel secundario, Sympathy for Delicious aborda la historia de un pinchadiscos paralítico que malvive en las calles de Los Ángeles hasta que descubre por pura casualidad que tiene un don sobrenatural: posee la extraordinaria y milagrosa facultad de curar a los demás, aunque no a sí mismo. A partir de ese momento se abre un futuro incierto en el que se mezclan los deseos de triunfar en la música, la ambición de vivir confortablemente y la frustración por no poder aplicarse a sí mismo la felicidad que es capaz de inocular en los demás. La película, que incluye en su reparto a Laura Linney, Noah Emmerich, Juliette Lewis y Orlando Bloom, entre otros, se cierra con este clásico de 1968 de los Bee Gees, I Started a Joke.
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Dilapidando una buena intención: El exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose, Scott Derrickson, 2005)
Extraño híbrido de truculenta película de terror y melodrama de juicios, esta película de Scott Derrickson (acreditado además como coguionista), teóricamente basada en hechos reales, desaprovecha una buena idea de origen al entregarse a los tópicos y los lugares comunes de uno y otro género. Celebrada en su día entre la crítica española por su elegancia formal, por las interpretaciones de los protagonistas y por la nutrida documentación manejada para escribir y dar solidez al guión, la historia falla, sin embargo, en lo más importante, la representación del combate, no de los hombres de Dios contra el demonio, sino del mundo de las ideas, las pruebas, los hechos concretos, la construcción racional de una realidad, frente al espíritu, la fe, lo desconocido, lo oculto, la irracionalidad, aquellos territorios que la experiencia, la ciencia, los cincos sentidos, no llegan a alcanzar y que, por tanto, consideramos imposibles, irreales, terreno abonado para la fantasía o la locura. La premisa, de entrada, es más que estimulante: un sacerdote católico, el padre Moore (Tom Wilkinson), es detenido y procesado por la muerte de la joven Emily Rose (Jennifer Carpenter) durante la celebración de un ritual de exorcismo. Las maquinarias policial y judicial se ponen en marcha, pero, en paralelo, el padre Moore advierte a su exitosa abogada defensora, Erin Bruner (Laura Linney), que acaba de ganar un importante y mediático caso y es además una atea convencida, del desencadenamiento de las fuerzas del bien y del mal que libran una batalla a su alrededor. Decidida a plantear la defensa en torno a la «lógica» argumental de quien cree en ese enfrentamiento ascestral, en el juicio, a la manera del clásico La herencia del viento (Inherit the Wind, Stanley Kramer, 1960), se dan dos posturas, la del fiscal (Campbell Scott), un creyente convencido que, no obstante, se ciñe a la cuestión de la culpabilidad material y, por tanto, a la responsabilidad del sacerdote en el abandono por la niña de sus tratamientos médicos y su consiguiente fallecimiento, y la de la defensora, que, en el plano de las creencias compartidas por la muchacha y el cura, pretende exponer al jurado los acontecimientos interpretados desde la fe y el tratamiento espiritual de los males de la joven, para los cuales la medicina tradicional no proporcionaba, en opinión de ambos, solución alguna. El interesante, a priori, debate entre ambas perspectivas (la médica y la legal, por un lado; la espiritual y «mágica», por otro) deviene, sin embargo, en fracaso total al renunciar el guión a penetrar en las cuestiones, paradojas y contradicciones de más enjundia -la presunta existencia, el poder y la influencia de esferas de la realidad que no resultan perceptibles por los sentidos, que exceden sus capacidades o que no son controlables por ellos, pero que supuestamente están presentes en nuestras vidas desde el principio de los tiempos y son determinantes en nuestra cotidianidad- y ceder a los efectismos de ambos géneros.
Así, el segmento judicial queda reducido a algunos de los clichés más recurrentes del género: abogada triunfadora y ansiosa de notoriedad y ascenso social, que ha dejado de lado su vida personal para dedicarse en cuerpo y alma a labrar su carrera, asume el caso bajo la promesa de ser reconocida socia de la firma para la que trabaja; con poca ética y menos escrúpulos, utiliza todos los medios y argumentos a su alcance para construir la defensa, incluso por encima de los deseos de su defendido; no obstante, las dudas y los extraños fenómenos que empiezan a condicionar su trabajo en el caso, aderezados con la oportuna recuperación de un episodio de su pasado que ahora rememora en clave espiritual, comienzan a quebrantar la solidez de sus creencias y termina por abrazar todo aquello de lo que hasta ahora había renegado al tiempo que sus esquemas mentales se abren a otra forma de crecimiento personal. El juicio, además, transcurre por los lugares habituales, entre protestas, dramáticos testimonios, tensos interrogatorios, discursos ante el jurado, paseos por la sala mientras se lanzan preguntas al aire, advertencias de la juez, testigos sorpresa y testimonios salvadores que a última hora se ven truncados, suspense en la lectura del veredicto y el sorpresivo giro final metido con calzador… En el otro apartado, la presentación de la supuesta posesión diabólica, pronto se abandona el terreno de la ambigüedad (la dicotomía entre los problemas psicológicos graves o la injerencia sobrenatural) y del suspense de la extraña fenomenología inicial para volcarse en una progresiva degeneración efectista que alcanza su máxima cota en el exorcismo propiamente dicho, en la explotación morbosa, sanguinolenta y sensacionalista del tremendismo. A partir de la irrupción de este aspecto en la trama, el guión, como el pulso narrativo, se muestra vacilante y caprichoso, da la impresión de que puede pasar cualquier cosa a conveniencia, no de lo que tal vez pudiera pedir la historia, sino por antojo de quien la maneja. Continuar leyendo «Dilapidando una buena intención: El exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose, Scott Derrickson, 2005)»
Mis escenas favoritas – Mystic River
Aprovechamos el trailer de la emocionalmente compleja e intensa Mystic River, dirigida por Clint Eastwood en 2003, para invitar a los escalones presentes a una nueva edición del ciclo Libros Filmados, organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores y FNAC Zaragoza-Plaza de España, que tendrá lugar el próximo martes, 2 de noviembre, a las 18:00 h. En esta ocasión, junto a servidora, participarán Miguel Ángel Yusta y todo un hombre del Renacimiento, David Mayor.
Mystic River es una de las películas más aclamadas de la filmografía de Clint Eastwood, probablemente el último de los cineastas clásicos de Hollywood. Basada en la novela de Dennis Lehane, con guión de Brian Helgeland, se trata de un desgarrador drama de violencia contenida en torno a la relación discontinua de tres antiguos amigos de la infancia de nuevo reunidos a causa de un hecho luctuoso. Sobria, majestuosa, emotivamente devastadora, destaca principalmente por sus interpretaciones, a cargo del difícilmente igualable reparto que conforman Kevin Bacon (posiblemente su mejor papel), Laurence Fishburne, Laura Linney, Marcia Gay Harden, Eli Wallach y, por encima de todos, Tim Robbins y Sean Penn, ambos premiados con el Oscar al mejor actor de reparto y al mejor protagonista, respectivamente, en la correspondiente edición de los Premios de la Academia.
VI sesión del ciclo Libros Filmados, organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores y FNAC Zaragoza-Plaza de España. Martes, 2 de noviembre de 2010: Mystic River, de Clint Eastwood.
18:00 h.: proyección
20:15 h.: coloquio con Miguel Ángel Yusta, David Mayor et moi
21:15 h.: birras
Diálogos de celuloide – Kinsey
– Hay que resistirse a cualquier hábito que haga que el fluido sexual se descargue. Los médicos lo asocian a toda una serie de enfermedades que incluyen la ceguera, la demencia, la epilepsia, incluso la muerte.
– ¿Y si ocurre mientras duermes?
– La pérdida de tres centilitros de líquido seminal equivale a la pérdida de un litro de sangre.
– Me estoy suicidando sin estar despierto. ¿Qué se puede hacer?
– Haz bien de vientre, lee el Sermón de la Montaña, siéntate con los testículos sumergidos en un cuenco de agua fría, piensa en el amor puro de tu madre… ¿Y si rezamos?
Kinsey. Bill Condon (2004).
Diálogos de celuloide – Una historia de Brooklyn
– Iván está bien, pero no es un tipo serio. Es un filisteo.
– ¿Qué es un filisteo?
– Es un tipo que no se preocupa por libros… o películas o cosas interesantes. El hermano de tu madre, Ned, también es un filisteo.
– Entonces yo soy un filisteo.
– No. A ti te interesan los libros y cosas. Como cuando vimos The Wild Child.
– Esa película le gustó a mucha gente. No, yo soy un filisteo.
The squid and the whale. Noah Baumbach (2005).
Joya del cine independiente: Una historia de Brooklyn
Esta película, titulada originalmente The squid and the whale y dirigida por Noam Baumbach en 2005 es la prueba indiscutible de que el cine norteamericano, si quiere, puede seguir siendo una fábrica de excelentes películas, de espaldas a eso que se llama glamour, a las superproducciones de gastos enormes, a los efectos especiales. Desde una perspectiva absolutamente honesta, sincera, desnuda (hasta el punto de que no está exenta de autocrítica), la película habla del desmoronamiento de una familia modelo (la típica familia americana de profesionales liberales con que durante décadas nos han bombardeado en telefilmes y series televisivas de media hora), del despertar de un sueño, y de cómo ese derrumbe afecta con diferente intensidad y de distinta forma a cada uno de los miembros del grupo humano que está haciendo agua. Y lo hace sin almíbar, sin lágrimas, sin moralina, sin toda esa carga azucarada tan habitual del cine norteamericano.
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