Parábola del ascenso y la caída: El ídolo de barro

El boxeo es el ¿deporte? idóneo para representar cinematográficamente el tan manido tema del éxito repentino y transmutador de personalidades y ambiciones seguido del consiguiente fracaso desolador o incluso redentor que devuelva a la víctima protagonista a su inicial estado de sencillez y honestidad originales. Infinidad de veces hemos visto esta historia retratada en la pantalla, en decenas de ocasiones hemos asistido a las crónicas de perdedores en que suelen consistir los filmes sobre boxeo o que utilizan éste como hilo conductor de la acción, pero por más que veamos la misma historia contada una y otra vez y seamos capaces de vislumbrar diáfanamente por dónde van a ir los tiros (o los puños), realmente resulta difícil encontrar un tema que sirva mejor como metáfora de lo que significa el auge y la caída del ser humano, y de los vicios y peligros que conlleva la primera o de las enseñanzas que nos obsequia la segunda. En 1949, el cineasta Mark Robson, irregular director con una dilatada carrera que se extendería a lo largo de cuatro décadas y en cuya filmografía destacan títulos como Los puentes de Toko-Ri (1955), Más dura será la caída (1956), El premio (1963) o El coronel Von Ryan (1965), volvió sobre el mismo tema con Champion, titulada en España El ídolo de barro, alegoría de la hegemonía y la derrota de un boxeador vencido por un juego mucho más fuerte que él.

Midge y Connie (Kirk Douglas y Arthur Kennedy, ambos nominados al Oscar por sus papeles, el primero como actor protagonista y el segundo como mejor actor de reparto) son dos hermanos que viajan hacia California para convertirse en copropietarios de un local de comidas en una carretera. Viajan como polizones en un tren de ganado o haciendo auto-stop, y en una de esas ocasiones son recogidos por el boxeador Johnny Dunne, que viaja con su chica, Grace, quienes convencen a Midge para que participe en una velada amateur con la que ganar unos cuantos dólares. Midge pierde, pero Tommy, un manager que anda por allí, ve en él posibilidades como púgil. Midge se niega, pero al encontrarse con que su supuesta propiedad no fue más que una estafa y tras un affaire con la hija del dueño del local por el cual es forzado a casarse con la chica (Ruth Roman), vuelve, con la desaprobación de su hermano, que, enamorado de su cuñada espera que su hermano permanezca junto a ella como es su deber de esposo, al mundo del boxeo para ponerse bajo las órdenes de Tommy. Midge poco a poco va aprendiendo y ganando combates y, cuando llega el turno de enfrentarse a Johnny Dunne, ante el desplante al que le somete Grace, lo machaca y acaba con su carrera. La fama de la fortaleza y la violencia de Midge le proporcionará buenos combates, y no tardará en ascender en el escalafón y acercarse a la pelea por el título. Sin embargo, la mafia, que ha apostado mucho dinero en favor de su contrincante, le ordenará que pierda el combate con la promesa de un éxito seguro la próxima vez que se encuentre en trance semejante. El orgullo personal, la ambición de Midge y la atracción por una mujer, sumado al olvido al que ha sometido a su esposa y a su hermano, le colocan en una difícil posición en la que incluso prescinde de Tommy, el hombre que lo ha convertido en boxeador de éxito. Continuar leyendo «Parábola del ascenso y la caída: El ídolo de barro»