Una cara ante el espejo, un frasco de píldoras de dexedrina, un vaso de agua con una pastilla efervescente, una larga ducha… Y el Concierto para Cuerdas y Clavicordio de Antonio Vivaldi. ¡Empieza el espectáculo! Así son los repetidos despertares del implacable coreógrafo Joe Gideon (Roy Scheider) en su aproximación incesante hacia la última estación de su particular via crucis musical.
Etiqueta: musica clasica
Música para una banda sonora vital: El honor de los Prizzi (Prizzi’s Honor, John Huston, 1985)
Alex North compone la música original de la penúltima película de John Huston, una comedia negra ubicada en una de las familias más importantes de la mafia de Nueva York. Para la apertura, Norh crea un tema de aires clásicos que debía encajar con las piezas de música clásica italiana, en particular Rossini, que suenan a lo largo de la cinta. Para los créditos finales, North introduce simpáticas variaciones sobre la melodía principal de El barbero de Sevilla, castañuelas incluidas (que a su vez alude al contexto hispano en que se inicia la relación entre los personajes de Jack Nicholson y Kathleen Turner), que acentúan el tono de divertimento socarrón que sobrevuela las algo más de dos horas de metraje.
Mis escenas favoritas: Amadeus (Milos Forman, 1984)
Una vez más, recordamos que esta película de Milos Forman se basa en una obra teatral de Peter Shaffer (hermano de Anthony, célebre dramaturgo y guionista de historias de intriga y suspense detectivesco), adaptada a guion cinematográfico por el propio autor y que, por tanto, no se ajusta del todo a la realidad. Como ocurre, por ejemplo, con la presunta enemistad entre Mozart y Salieri, que no fue tal, pero que es uno de los hilos conductores de esta magnífica película, todo un clásico desde el mismo momento de su estreno, valga el chiste…
Nos quedamos con el momento detonante de ese presunto odio de Salieri por Mozart, que la trama extiende hasta el encargo del famoso Réquiem y a la propia muerte del compositor de Salzburgo.
DÉCIMO ANIVERSARIO DEL BLOG 39ESCALONES
Esta casa cumple 10 años. En todo este tiempo:
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Como resultado de la actividad del blog, quien escribe ha publicado un libro, escrito una novela (inédita, ¡¡señores editores!!) y está escribiendo otra; ha redactado decenas de artículos y otros textos para media docena larga de medios digitales y publicaciones en papel; ha participado en seis programas de radio y uno de televisión, ha organizado, presentado o participado en múltiples ciclos, coloquios y proyecciones, tanto en Zaragoza como en otras ciudades, ha presentado una docena de libros de otros autores y respondido innumerables consultas a través del correo electrónico del blog.
Nada, sin embargo, proporciona tanta satisfacción como las amistades, reales y virtuales, hechas y consolidadas durante este tiempo.
Por todo ello, queridos escalones, os doy las gracias.
Esta historia empezó el 3 de abril de 2007 con una entrada que no tenía que ver con el cine, sino con la música, la Sinfonía número 9, «Del Nuevo Mundo», de Antonin Dvořák. Recuperamos aquel primer escalón, con agradecimiento a quienes han hecho posible que un humilde proyecto unipersonal haya llegado tan lejos, a tantos lugares y a tantas personas, y con la esperanza, y el deseo, de seguir descubrimiendo nuevos mundos.
Música para una banda sonora vital: La pasión de vivir (The music lovers, Ken Russell, 1970)
El inclasificable Ken Russell dirige esta aproximación a la vida del compositor ruso Piotr Ilich Chaikovski a partir del libro de Catherine Drinker Bowen. Como es lógico, la música de Chaikovski, en este caso adaptada por André Previn, tiene un protagonismo central. De hecho, abundantes pasajes de la película consisten en pequeños montajes de imágenes de los personajes en diversos entornos acompañados por las inmortales melodías del compositor ruso.
La película se centra en el drama vital del músico (interpretado por Richard Chamberlain), los intentos por ocultar su homosexualidad, su desgraciado matrimonio con Nina Milukova (Glenda Jackson), ardiente admiradora algo neurótica que acabó sus días en una institución mental, y sus complicadas relaciones con su mecenas, Madame von Meck. Además de unas intensas interpretaciones, cabe resaltar la magnífica labor de fotografía de Douglas Slocombe.
Uno de los momentos más impactantes de la película es la presentación en sociedad del Concierto para piano número 1.
Música para una banda sonora vital – El hombre que sabía demasiado (The man who knew too much, Alfred Hitchcock, 1956)
Historias de la radio – El concierto
Comentario sobre la película francesa de 2009 dirigida por el rumano Radu Mihaileanu, en la que se mezcla la música de algunos de los más importantes compositores rusos con la comedia disparatada y la sátira política sobre el comunismo y la caída del Muro de Berlín.
Música para una banda sonora vital – Alien
¿Alguien recuerda un momento de la película Alien, la obra maestra de terror-ciencia ficción de Ridley Scott donde suene la música de Mozart? Apenas son unas notas, pero suficientes para reconocer el segundo movimiento, Romance Andante, de la famosísima Pequeña Serenata Nocturna del maestro Wolfgang Amadeus Mozart. Tom Skerrit, el capitán Dallas de la nave comercial Nostromo, observa las estrellas desde el puente de mando mecido en la suave melodía de los violines, mientras John Hurt sufre en la enfermería con «esa cosa» sujeta a su cara, sin sospechar la que se les viene encima.
Maravillosa música para un domingo, o para cualquier otro día.
Música para una banda sonora vital – Drácula
La que sigue siendo la mejor versión de la gótica historia de terror del novelista irlandés Bram Stoker, el Dracula de Tod Browning y Bela Lugosi (1931), sorprende desde sus títulos de crédito iniciales al descubrir que están musicados con un fragmento de El lago de los cisnes, la obra maestra de Tchaikovski, un grande de entre los maravillosos y fascinantes músicos rusos, que además nos sirve para hacer un homenaje al célebre actor húngaro.
Stoker y Lugosi comparten un curioso e inquietante rasgo relacionado con el personaje que supuso el encumbramiento y la ruina mental de ambos. Si sabido es que Lugosi llegó a estar «poseído» por el personaje del conde, llegando a vestirse y comportarse como él e incluso a dormir en un ataúd a la «moda transilvana» de Stoker, no es menos cierto el deterioro psicológico del escritor, que, según la leyenda, en sus últimos días, prisionero en su habitación, enfermo, delirando, con los ojos desencajados, la respiración entrecortada, e intentando protegerse de una invisible amenaza con la ropa de cama, ocultándose la cabeza con las sábanas, asomaba un puño acusatorio cuyo dedo índice señalaba a un rincón desierto mientras pronunciaba desesperado y lleno de terror el grito ¡¡¡STRIGOIUL!!!, como llaman al Vampiro, al no-muerto, en Transilvania.
Si nos hemos pasado de siniestros y alguien precisa alegría para el cuerpo, la hallará aquí. No hay muerto viviente, vampiro, hombre-lobo, momia de papel higiénico u obispo manifestante que no menee los pies con ésta.