Música para una banda sonora vital: El violinista en el tejado (Fiddler on the Roof, Norman Jewison, 1971)

Aunque hace años esta canción, compuesta por Jerry Bock y Sheldon Harnick y orquestada para la película por John Williams, una de las más archiconocidas del musical de Broadway y de sus adaptaciones al cine, asomó ya por esta escalera, la recuperamos en homenaje al protagonista de El violinista en el tejado, Chaim Topol, artísticamente célebre como Topol a secas, que falleció el pasado miércoles.

Música para una banda sonora vital: Woodstock (Woodstock – 3 Days of Peace & Music, Michael Wadleigh, 1970)

El documental sobre el famoso festival de Woodstock, que reunió en agosto de 1969 a medio millón de personas en Bethel, Nueva York, contiene un puñado de actuaciones memorables (The Who, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Joe Cocker…) además de una radiografía de la logística, la organización y el desarrollo de los conciertos y de la vida diaria en comunidad de cientos de miles de jóvenes (y de su convivencia con los lugareños, mucho menos problemática de lo que podría pensarse) durante tres días de paz y música, como reza el subtítulo original. Entre las actuaciones, Soul Sacrifice, del mexicano Carlos Santana.

Mis escenas favoritas: Noches de sol (White Nights, Taylor Hackford, 1985)

Mikhail Baryshnikov, quien en su día alabó y reconoció a Fred Astaire como mejor y más popular bailarín del mundo, fue invitado a hablar en el homenaje que el American Film Institute celebró en honor del actor en 1981. El astro del ballet clásico, para sorpresa de todos, arrancó así su discurso: «No es un secreto. Todos le odiamos». Baryshnikov prosiguió desvelando palabras tan sinceras, como sorprendentes. «Nos crea complejos porque es demasiado perfecto; su problema es que siempre se está moviendo. Tú terminas tu función, recibes los aplausos y piensas que quizás, sólo quizás, fue un éxito, y te vas a casa… Enciendes la televisión para relajarte y ahí está él, perfecto». «Recordad lo que dijo Ilie Nastase sobre Bjorn Borg», añadió el fenómeno ruso-americano, «nosotros jugamos al tenis; él juega a otra cosa… pues lo mismo sucede con Fred Astaire, nosotros bailamos, pero él hace otra cosa». En otra ocasión, añadió: «Ningún bailarín puede ver a Fred Astaire y no saber que todos deberíamos haber estado en otro negocio».

Baryshnikov se aproximó algo al ídolo americano en esta secuencia junto a Gregory Hines, perteneciente a una película en la que se narra una historia muy similiar a la suya, de disidencia política y amor al arte de la danza.

Música para una banda sonora vital: El mago de Oz (The Wizard of Oz, Victor Fleming, 1939)

En el día que se conmemora el centenario del nacimiento de Judy Garland, nada mejor que recordar este clásico inmortal, Somewhere Over the Rainbow, que sin embargo a punto estuvo de quedarse fuera del montaje final de esta maravillosa película de Victor Fleming basada en el cuento de L. Frank Baum.

Mis escenas favoritas: Levando anclas (Anchors Aweigh, George Sidney, 1945)

Musical «dulcificador» del tema del retorno a casa de los soldados que combatieron en la Segunda Guerra Mundial, frente al abismo de la reintegración que era terreno abonado para el cine negro, esta colorista obra de George Sidney narra las peripecias en la ciudad de Los Ángeles de dos marineros de caracteres opuestos, uno extrovertido y arrogante (Gene Kelly) y otro tímido y algo cándido (Frank Sinatra). I Begged Her es uno de los números más recordados de la cinta.

Mis escenas favoritas: Burt Lancaster y Kirk Douglas en los Oscar

Por una vez, la escena seleccionada no pertenece a una película sino a una entrega de premios. Estas galas no siempre han sido el horror que son desde hace ya demasiados años, un mero vomitorio publicitario de autobombo y mercadotecnia autocomplaciente en el que los vestidos, las marcas y la promoción de la mediocridad importan más que las películas. Sin embargo, antaño, concebidas como show televisivo y teniendo a mano la mejor materia prima y la más excelsa mano de obra creativa, podían proporcionar gloriosos momentos como los protagonizados por Burt Lancaster y Kirk Douglas en las ceremonias de 1958 y 1959.

Mis escenas favoritas: Ziegfield Follies (1945)

En este musical surgido de la unidad de Arthur Freed en la Metro-Goldwyn-Mayer y construido a base de fragmentos dirigidos por Vincente Minnelli, Lemuel Ayers, Roy Del Ruth, Robert Lewis, George Sidney, Merrill Pye y Charles Walters, con la participación de estrellas del estudio como William Powell, Judy Garland, Lucille Ball, Esther Williams, Hume Cronyn o Keenan Wynn, tiene lugar el memorable momento de ver a Fred Astaire y Gene Kelly compartiendo por primera y única vez coreografía en la pantalla. Impagable instante protagonizado por los dos grandes colosos del musical americano.

 

Música para una banda sonora vital: El ángel (Vicente Escrivá, 1969)

En clara anticipación a la presumible gala televisiva de Nochebuena, y como no todo van a ser néctares y ambrosías en la vida, recuperamos la bizarra versión de La Bamba que perpetra Raphael en El ángel, por derecho propio uno de los mayores bodrios que ha parido el cine español en toda su historia.  La sinopsis no puede ser, de entrada, más disparatada: «El Ángel», interpretado por Raphael, es una eminencia científica especializada en células fotoeléctricas, pero también (¿quién dijo «encasillarse»?) el propietario de un club nocturno de moda en el que actúa como cantante. No obstante, el suicidio de una amiga lo conduce a entrar en un convento, lo que ocasiona, dada su popularidad, una gran conmoción mundial. Toma ya. Absoluto despropósito al mando de Vicente Escrivá, director conocido por sus películas de sensibilidad nacionalcatólica durante la dictadura franquista, solo comparable al bochorno que genera la secuencia en sí y que, una vez más compartimos aquí para contribuir a extender el caos en el planeta..

Mis escenas favoritas: Bruja, más que bruja (Fernando Fernán Gómez, 1977)

¿Cómo rodar el «antimusical» clásico norteamericano? Pues, en la receta de Fernán Gómez, mezclando el neorrealismo italiano con la afectación y artificiosidad de la zarzuela filmada. Una de las más célebres y disfrutables (tanto si gusta como si no) marcianadas del cine español, todo un desastre comercial en su tiempo pero acreedora con los años de la condición «de culto» que en los últimos lustros se concede a casi cualquier cosa, en cuanto hay media docena de gañanes que le ríen la gracia a algo. En cualquier caso, algunos momentos desternillantes siembran la absoluta rareza del conjunto, estimable en cuanto a subversión de las imposturas habituales del género y adornado con la música de Carmelo Bernaola.

Música para una banda sonora vital: Empieza el espectáculo (All That Jazz, Bob Fosse, 1979)

Una cara ante el espejo, un frasco de píldoras de dexedrina, un vaso de agua con una pastilla efervescente, una larga ducha… Y el Concierto para Cuerdas y Clavicordio de Antonio Vivaldi. ¡Empieza el espectáculo! Así son los repetidos despertares del implacable coreógrafo Joe Gideon (Roy Scheider) en su aproximación incesante hacia la última estación de su particular via crucis musical.