Más apreciado por la crítica que por el público, el debut de Óscar Aibar en la dirección de largometrajes, Atolladero (1995), western apocalíptico-futurista de innegable atrevimiento, merece reconocimiento justamente por su intención audaz y renovadora dentro del cine español contemporáneo. Aunque imperfecta, fallida y raquítica en cuanto a argumento, el diseño de producción y el magnífico trabajo de dirección la colocan como título de referencia, por encima incluso de los más celebrados, publicitados, y presuntamente novedosos e irreverentes filmes de similar jaez salidos de la factoría de Álex de la Iglesia.
La elaboración de la trama queda subordinada a la labor de traducción del cómic original a imágenes cinematográficas: en 2048, tras un holocausto nuclear, Lenny (Pere Ponce), ayudante del sheriff (Joaquín Hinojosa), desea abandonar el ambiente miserable y aburrido de los parajes desérticos de la frontera de Texas con México para marcharse a California e ingresar en la academia de policía. Sin embargo, quien debe darle el permiso es el dueño de facto del lugar, el juez Wedley (Xevi Collellmir). Lenny se ve envuelto accidentalmente en un incidente que lo enfrenta al juez, y desde entonces se convierte en objeto de un juego de «caza del hombre», en el que el sheriff y los secuaces del juez lo persiguen a muerte por el desierto.
Tomando como punto de partida un universo ecléctico que aúna el rock extremo (no en vano, el músico Iggy Pop interpreta, o algo así, uno de los personajes principales, el de jefe de los matones del juez) y el spaghetti western (predicadores desquiciados, tequila y whisky barato, burdeles de carretera, cantinas, armas y coyotes…), en tono de fábula apocalíptica, la película destaca más por aspectos parciales que por su combinación en el conjunto. Así, resultan estimables tanto la planificación como la lograda atmósfera de frialdad y distanciamiento que marca el desarrollo del filme (en contraste con el agobiante calor que soportan los personajes, en un desierto del suroeste estadounidense que en realidad son las Bardenas Reales navarras). Por el contrario, las interpretaciones son muy desiguales Continuar leyendo «Ese otro cine español: Atolladero (Óscar Aibar, 1995)»