
Aquí tenemos a la modelo y presunta actriz Laetitia Casta enarbolando pechamen y ‘pistolamen’ en Gitano (2000), bodrio infecto cuya existencia tiene difícil explicación si no atendemos al proverbial oportunismo mercadotécnico que tradicionalmente ha propiciado el salto al cine de figuras cinematográficamente inútiles, absurdas, irrelevantes, intoxicantes, estomagantes y ridículas, tipo niños prodigio, cantantes, misses y místeres, modelos, bailarines y famosetes de todo pelaje, cuya contribución positiva al cine resulta nula. En este caso, si añadimos que en la producción anda Telecinco, inigualable factoría de podredumbre en el panorama audiovisual español, capaz de estropear incluso las producciones cinematográficas estimables con su inagotable capacidad para volverlo todo chabacano y vulgar, la cosa cobra cotas aún mayores de zafiedad. Y la película, en cuanto a eso, da justamente lo que promete.
El proyecto parte parte de una única premisa: aprovechar la más que discutible popularidad (que no es sinómino de aceptación o de simpatía por parte del público, a ver si se enteran ya de una vez…) de un «bailarín», supuestamente de flamenco, Joaquín Cortés, y una modelo francesa de profesión guapita de cara, la Casta (caramba con el apellido; va ni que pintado…), allá por el año 2000, acompañados, como en todo este tipo de productos, de algún intérprete que sí sepa algo de actuación para compensar (en este caso, Marta Belaustegui, Ginés García Millán y Pilar Bardem). Hoy en día, cuando ambas «estrellas» protagonistas ya han salido por la puerta de atrás de la primera línea de mamoneo nacional, la cinta se ve como un anuncio comercial coyuntural, mero exabrupto ‘sacaperras’ que, no obstante, fracasó a todos los niveles, artístico, crítico y de público. Nada más hay, ni aciertos interpretativos, ni de guión, ni ambición por utilizar lenguaje audiovisual de ningún tipo, en este completo e insoportable despropósito.
Como guión, especialmente, resulta intragable. Perpetrado a medias por su director, Manuel Palacios, y por el escritor Arturo Pérez-Reverte, no se sabe cómo metido en esto (o, peor: sí se sabe, por los «parneses»…), los 109 minutos de film son una aborrecible conjunción de tópicos que retrotrae el pretendido nivel de la película a los «clásicos» de bandolerismo, folclorismo y andalucismo de los años más cutres y patéticos de la dictadura franquista: Andrés Heredia (Cortés), ha estado dos años en la cárcel por un delito que, por supuesto, no cometió; una vez en la calle, sólo quiere pasar página y empezar una nueva vida, pero los rencores y odios latentes entre clanes gitanos reavivan la oscura trama de venganzas y muerte que lo llevaron a prisión, y la mujer que lo traicionó no anda muy lejos… O sea, una castaña previsible cuyo tratamiento y desarrollo no ofrece ni el más mínimo respiro de originalidad ni frescura, y cuya única finalidad parece ser ofrecer una postal visual del tal Cortés y la tal Casta, Continuar leyendo «La tienda de los horrores – Gitano (Manuel Palacios, 2000)» →