Mis escenas favoritas – Salvar al soldado Ryan (1998)

Resulta sobrecogedora esta secuencia de Salvar al soldado Ryan (Saving private Ryan, Steven Spielberg, 1998), a pesar de que a partir de ella la película decaiga notablemente y de que haya antecedentes que claramente han servido de algo más que de inspiración a la forma y el tono en el que Spielberg se conduce en su filmación.

Sin embargo, es uno de los hitos más importantes del cine en la enorme dificultad que siempre ha supuesto colocar al espectador en el interior de la atmósfera violenta y cruel de un conflicto bélico en toda su crudeza, y cuyo valor principal reside, precisamente, en su poder de impacto sobre el público.

El día más largo: momento crucial de nuestro presente

Los largos sollozos del otoño hieren mi corazon con monotona languidez (Paul Verlaine).

Estos versos sirvieron de mensaje cifrado a los aliados para advertir a la Resistencia europea de que se avecinaba el momento que llevaban un lustro esperando, del principio del fin de la Segunda Guerra Mundial, de la sangría que llevaba devastando Europa desde 1914 e incluso antes. Casi novecientos años después de que Guillermo el Conquistador cruzara el Canal de la Mancha con sus normandos y robara Inglaterra a los sajones, y apenas cuatro años después de que Hitler fracasara en esa misma invasión como habían fracasado antes Felipe II o Napoleón Bonaparte, tuvo lugar la operación militar más formidable de toda la Historia de la Humanidad: el traslado, esta vez haciendo el camino a la inversa, de más de tres millones de soldados y cientos de millones de toneladas de material en unas cuatro mil embarcaciones de todo tipo y con el apoyo de más de once mil aviones de combate, cientos de submarinos e incontables combatientes anónimos tras las líneas alemanas de la costa. El desembarco de Normandía, la operación Overlord, cuyo posible fracaso había sido ya asumido por escrito por los oficiales que la diseñaron (encabezados por Eisenhower, Montgomery o Patton, entre otros) en unas cartas ya firmadas que jamás vieron la luz hasta décadas más tarde, constituye un hecho de los más trascendentales de nuestra historia moderna. Primero, por la ubicación, ya que entre otros lugares para efectuar la operación entraban las costas españolas, con el fin de desalojar ya de paso a Franco (pero, curiosamente, fue Stalin quien se opuso por razones estratégicas y de urgencia, salvándole así el culo al dictador anticomunista), y además, porque los hechos que propició pusieron las bases de las modificaciones en el mapa de Europa que siguieron produciéndose durante décadas hasta convertirlo en el que conocemos hoy.

En 1962, el productor-estrella Darryl F. Zanuck, una de las piedras angulares del cine clásico americano, casi una leyenda, decidió llevar a la pantalla el novelón de Cornelius Ryan, adaptado por el propio autor, con una tripleta a los mandos de la dirección (Ken Annakin, Andrew Marton y Bernhard Wicki), para recrear de manera monumental y con un reparto de lujo hasta el mínimo detalle del desarrollo de la invasión de Europa el 6 de junio de 1944, el principio del fin del poder de los nazis en el continente. Con los épicos acordes de la pomposa música de ecos militares de Maurice Jarre (debidamente respaldada por los primeros instantes de la Quinta Sinfonía de Beethoven, tres puntos y una raya que en código trelegráfico identifican el signo de la victoria) y una maravillosa fotografía en blanco y negro ganadora del Premio de la Academia, la película recoge los largos prolegómenos de la invasión y las primeras horas de las tropas aliadas combatiendo en las playas de Normandía. Película de factura colectiva, adolece por tanto de una enorme falta de personalidad y se acoge al poder de lo narrado, apela continuamente a la épica y busca constantemente la trascendencia de frases de guión y encuadres superlativos, como forma de contrarrestar la frialdad y la distancia de una historia demasiado grande incluso para tres horas de metraje y que no puede ser contada de otra forma.

Con todas las carencias apuntadas en orden a su carácter impersonal, la película no carece de grandes momentos y de imágenes imperecederas. Continuar leyendo «El día más largo: momento crucial de nuestro presente»

Los «Indigènes» de ‘Days of glory’: memoria histórica francesa

¿Quién dijo que en Europa no puede producirse cine bélico de calidad? Es más, no sólo de calidad, sino también evitando algunos de los tópicos explotados hasta la saciedad por los tratamientos norteamericanos de este género (aunque no otros), con igual dosis de espectacularidad y, al menos con similar o, si nos fijamos en la mayor parte del género bélico, superior dosis de profundidad en cuanto al tratamiento de personajes y situaciones y de respeto a los acontecimientos históricos, políticos y sociales de una época. La comparación entre el género bélico europeo y norteamericano no es baladí. Sin ir más lejos, esta película franco-argelina (coproducida también con Bélgica y Marruecos), dirigida por Rachid Bouchareb y que fue candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 2006 desparrama a los cuatro vientos cierto tufillo a lo Salvar al soldado Ryan, tanto en la estructura como en la forma y el tratamiento de la narración.

Nos encontramos en el año 1943. Francia, tras el ridículo espantoso de su rendición de 1940 y gracias a los aliados y al marketing de Charles De Gaulle, se dispone, una vez que la tortilla (francesa, por supuesto) ha cambiado, a entregarse de plano a la lucha contra los nazis (con los cuales se habían entendido muy bien hasta entonces, incluso colaborando en la deportación de judíos franceses a campos de exterminio), para lo cual se acuerdan de los jóvenes de las colonias. Éstos, durante décadas olvidados en la marginación, el desempleo, el olvido y la esclavitud, dominados, colonizados e incluso en ocasiones maltratados y torturados, sin embargo son considerados hijos de Francia a todos los efectos si de hacer de carne de cañón se trata. La alternativa, el hambre, obliga a 130.000 voluntarios argelinos a enrolarse en el ejército francés y luchar por una madre patria que les margina y cuyo suelo no han pisado jamás y al que nunca hubieran sido invitados de no tratarse de utilizarlos como fuerza bruta prescindible. Continuar leyendo «Los «Indigènes» de ‘Days of glory’: memoria histórica francesa»