Música para una banda sonora vital: Réquiem por un sueño (Requiem for a Dream, Darren Aronofsky, 2000)

Clint Mansell compone la impresionante música de esta irregular, aparatosa, efectista y pirotécnica película del antaño prometedor Darren Aronofsky y que, aunque los comentaristas suelen hacer bastante (demasiado) hincapié en su supuesto retrato triste y deprimente del mundo de la drogadicción, en realidad trata de la evasión como narcótico y del ansia de notoriedad y de éxito. Los jóvenes (Jared Leto, Jennifer Connelly, Marlon Wayans) persiguen este sueño (hoy apellidado más que nunca «neoliberal») mediante la droga y la ensoñación aletargada de irrealizables proyectos futuros; la madre del protagonista (escalofriante Ellen Burstyn), a través de la televisión, mecanismo de ocio alienante, vulgarizador y adocenado. El paralelismo entre los efectos de las drogas y de la televisión culmina en su identificación con el espejismo vital que componen esas ansias de ascenso y reconocimiento que manifiestan auténticos don nadies que jamás pasarán de ser rostros anónimos en la calle del extrarradio cochambroso de una gran ciudad.

La composición de Mansell subraya esta atmósfera desquiciada y lisérgica, perturbadora y alucinante, que envuelve a los personajes hasta hacerles perder pie con la realidad, o hundirse irremisiblemente en ella.

Mis escenas favoritas: Uno de los nuestros (GoodFellas, Martin Scorsese, 1976)

Por más complejo y laborioso que pueda resultar el diseño y la ejecución del más elaborado de los planos secuencia, hay que reconocer que su efecto en pantalla, no pocas veces parcial o completamente desapercibido en toda su dimensión para el espectador, es una de las más palmarias manifestaciones de eso que suele llamarse la «magia del cine». Muchos de ellos, además de ser marca de fábrica de un buen puñado de directores, suelen incluirse en las antologías de las mejores secuencias de cine. Pueden, como en este caso, girar en torno a momentos no demasiado importantes o decisivos en el argumento de una película, pero su fin es funcionar a otro nivel, el del estilo visual, el del símbolo y la metáfora o el del ritmo que quiere otorgarse a un filme poseedor de eso que denominamos «mirada». Así ocurre con este plano secuencia de esta magnífica película de Scorsese, una de las más grandes de su filmografía, que marca el ascenso de su protagonista y la entrada de su chica y futura esposa a esa atractiva y cómoda vida que si ella supiera que viene del crimen organizado rechazaría horrorizada pero que, finalmente, aun con sus sospechas y su posterior aceptación, la seduce. Es decir, la hace cómplice, la corrompe.