Música para una banda sonora vital: Bajo el peso de la ley (Down by Law, Jim Jarmusch, 1986)

 

Además de protagonizar la película, Tom Waits pone sus canciones, junto a la música de John Laurie, otro de los protagonistas, como banda sonora de esta magnífica película de Jim Jarmusch, que se abre, precisamente, con Jockey Full of Bourbon en una panorámica de gente y rincones, no precisamente turísticos, de Nueva Orleans.

Música para una banda sonora vital: Cotton Club (The Cotton Club, Francis F. Coppola, 1984)

The Mooche, célebre tema de John Barry para esta película de Francis Ford Coppola, especie de biografía de los tiempos álgidos del más populoso club de jazz del Harlem neoyorquino durante los años veinte del pasado siglo.

Elvis vive: Mistery train (Jim Jarmusch, 1989)

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Mistery train (Jim Jarmusch, 1989), cuyo título, toda una declaración de intenciones, proviene de una canción de Elvis Presley, toma una de sus versiones más conocidas (de entre todas los muchísimos refritos que grabó, y a los que debe en buena parte su fama y reconocimiento, a menudo por desconocimiento del oyente…), Blue moon, como motivo musical para tres historias levemente entrecruzadas que tienen como marco común la ciudad de Memphis, Tennessee, y que transitan libremente entre la comedia, el drama, la fantasía y la vida. Una vez más en la filmografía de Jarmusch, cine, literatura, música y vida se amalgaman en una película que bajo su apariencia pausada y contemplativa, lacónica y seca, se muestra asimismo abiertamente poética y reflexiva, para nada banal o gratuita, repleta de pequeños matices, apuntes, insinuaciones, silencios, elipsis y guiños que cobran auténtica dimensión en la proyección que la mirada del director alcanza en la mente y el corazón del espectador. Dividida en tres episodios, la soledad es el nexo común de unos personajes que transitan por Memphis como peces fuera del agua, aislados, presas de la incomunicación en una ciudad que para nada es la gran urbe con ecos del Viejo Sur que representa John Grisham en sus novelas de abogados y que suele trasladarse al pie de la letra a sus múltiples adaptaciones cinematográficas; se trata más bien de una ciudad oscura y gris, suburbial y decadente, arruinada y vacía, casi de prisión al aire libre, de pesadilla melancólica, en la que el apartado hotel de un barrio marginal ejerce de foco de atracción y de ecosistema compartido para los protagonistas de los tres episodios que componen el metraje.

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En la primera de sus historias, Lejos de Yokohama, Masatoshi Nagase y Youki Kudoh son una joven pareja de viajeros japoneses que recorren en tren los Estados Unidos, y que llegan a Memphis atraídos por su legado musical. Atrapados en la efervescencia de los años sesenta, desembarcan en la ciudad con aspiraciones opuestas: él ansía visitar Sun Records, los famosos estudios donde grabaron tantos y tantos músicos, con la esperanza de sentir la proximidad de su favorito, Carl Perkins; ella, sin embargo, prefiere entregarse al mito de Elvis perdiéndose en Graceland, su mansión-parque de atracciones. En sus paseos por la ciudad, siempre con su enorme maleta roja a rastras, pequeños encuentros y desencuentros emocionales, producto del choque entre el carácter adusto y callado de él y la forma de ser expansiva y llana de ella, salpican un deambular frío y desapasionado, en el que los escasos representantes de la población local que llegan a conocer se mueven como espectros, como dudosas presencias con las que apenas llegan a comunicarse. Memphis es para ellos un cielo vacío, un espacio de sueños esfumados cuya única realidad se trasmuta en una noche de sexo en la precaria cama de un hotel barato, y en una huida casi furtiva en el primer tren de la mañana siguiente. El eco del Memphis musical queda así reducido al terreno de la emoción, de la conmoción, del disfrute de las canciones en su walkman (estamos a finales de los ochenta); la realidad no es más que silencio, melodías de radio a medio escuchar que rompen el silencio en una noche iluminada de neones, transitada por los mismos espectros callados que han conocido durante el día.

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Nicoletta Braschi, pareja de Roberto Benigni, habituales ambos de Jarmusch, protagoniza el segundo segmento, Un fantasma, dando vida a una joven viuda italiana que aguarda en Memphis la salida del avión que repatria los restos de su difunto marido. Continuar leyendo «Elvis vive: Mistery train (Jim Jarmusch, 1989)»

Cine de verano: Coffee and cigarettes (Jim Jarmusch, 2003)

Música para una banda sonora vital – Siete psicópatas (Seven psychopaths, Martin McDonagh, 2012)

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Una versión de The first cut is the deepest, de Cat Stevens (o de Yusuf Islam, como se hace llamar desde su ya lejana conversión a la religión de Mahoma), es el leitmotiv musical principal de esta irregular, desigual e indefinida mezcla de astracanada, comedia negra, thriller, cine de acción y relato sobre el crimen organizado con reparto estelar (Colin Farrell, Sam Rockwell, Christopher Walken, Woody Harrelson, Tom Waits, Harry Dean Stanton, entre otros…) que naufraga en su conjunción de excesivos componentes que no terminan de ensamblarse en un todo con sentido.

Una de las mayores y mejores sorpresas es este tema de Yusuf-Cat Stevens, que traemos aquí en su versión original.